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Artículos archivados

Si nos aplicásemos a la tarea de contabilizar las veces que, a lo largo del año, recurrimos al Diccionario de la lengua española en busca de la definición de algún término, seguramente nos daríamos cuenta de que son muchas más de las que en principio podríamos llegar a pensar. Especialmente desde que puede consultarse en línea, y más aún desde que existe la aplicación para dispositivos móviles.

¿Cómo explicar el casi olvido del latín o su casi total modificación, cuando el latín fue una lengua mundial durante siglos? ¿Por qué no se produjo este fenómeno con otras lenguas de menor cobertura, como el griego? me pregunta un lector [1]. La pregunta está justificada: hoy en día nadie afirma tener el latín como lengua materna –aunque muchos siguen estudiándolo–, mientras que el griego lo hablan millones de personas en Grecia y Chipre.

El español o castellano destaca por ser una de las lenguas más extendidas geográficamente con millones de hablantes en todo el mundo y también por figurar como lengua oficial en numerosos países, un número de hispanohablantes que el pasado 2021 llegó a rozar los 493 millones de personas y los casi 600 millones si se suman los que tienen competencia limitada de español y los 24 millones de estudiantes que actualmente lo hablan como lengua extranjera.

En una época dominada por las pantallas, una escritora españolaapasionada por la filología clásica– decidió escribir un ensayo sobre la historia del libro.

Irene Vallejo, que de ella se trata esta historia, pensó que su ensayo llegaría a un público minoritario y temió que, si era muy minoritario el público, este podría ser su último libro.

Al caminar por el centro de Tesalónica, es probable que al principio no se oiga más que el rugido de las motos que recorren las calles de la segunda ciudad más grande de Grecia.

Por lo general, los lugareños más veteranos escapan del tránsito más intenso de la ciudad hacia los cafés, comiendo el tradicional buñuelo cubierto de sésamo, kouloroi, mientras se cuentan anécdotas en griego.

En una labor que combina las disciplinas de psicología y lingüística, un equipo multidisciplinario de la UNAM desarrolla un proyecto para detectar posibles ideas suicidas en publicaciones de usuarios de plataformas como Twitter y Facebook.

Aunque no ha sido la palabra del año, porque la pandemia lo anula todo, cada vez usamos más la palabra algoritmo en nuestros trabajos, en nuestro ocio, en nuestras vidas. Los algoritmos parece que controlan lo que vemos, lo que leemos, lo que compramos, hasta los amigos que tenemos. Los algoritmos son omnipresentes y omnipotentes. La palabra algoritmo es una firme candidata a ser la palabra del siglo XXI, pero ¿sabemos qué es un algoritmo?

Definición y origen de la palabra

Puede parecer una obviedad pero lo cierto es que prácticamente todas las inscripciones romanas que vemos en estatuas, estelas, lápidas y monumentos están escritas con letras mayúsculas, de modo que da la impresión de que no utilizaban más que estas en sus escritos. Nada más lejos de la realidad, pues los romanos también tenían escritura cursiva y utilizaban minúsculas.

Si echamos un vistazo a los libros de texto de ESO o Bachillerato utilizados en España en la asignatura de Lengua Castellana y Literatura de estos últimos veinte años, descubriremos la falta de información que hay sobre el judeoespañol.

Con suerte, solo encontraremos unas pocas líneas en los libros de Bachillerato dentro del tema dedicado a las lenguas de España y las variedades del español. Este vacío explica el desconocimiento general que existe entre la población española, ya que buena parte de ella no ha oído hablar nunca de algo tan hispánico como es el judeoespañol.

Eso que para los habitantes de España es un badén que, elevado desde el suelo, reduce la velocidad en carretera, se llama en Venezuela, Nicaragua o Colombia “policía acostado”, una imagen gráfica de cómo estos artefactos determinan la conducción. Esa herramienta que en el español de España no hemos sabido denominar de manera uniforme (USB, pincho, lápiz de memoria...) se llama llave maya en Costa Rica y memorín (qué palabra adorable) en otras zonas hispánicas.