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Artículos archivados

A priori parece estrambótico, casi ridículo; un modesto inventario de quesos sin valor jurídico, realizado por el despensero de un monasterio, no parece algo que tenga gran trascendencia histórica. Sin embargo, se trata de uno de los documentos más importantes que conserva el Archivo Catedralicio de León, ya que está escrito en una lengua protorromance, predecesora del asturleonés y muy anterior al castellano. Datado en el siglo X, se lo conoce con el arcaico y divertido nombre de Nodicia de kesos.

El uso y conocimiento del español sigue creciendo en todo el mundo: roza los 500 millones de hablantes nativos (496 millones, tres más que hace un año) y está cerca de los 600 millones (en concreto, 595, cuatro más que en 2021) si se suma quienes tienen competencia limitada y los estudiantes. Así se refleja en El español en el mundo. Anuario del Instituto Cervantes 2022, presentado este miércoles.

Durante mucho tiempo, decir palabrotas no era un tema de investigación serio porque se suponía que era simplemente un signo de agresividad, de escaso dominio del lenguaje o incluso de poca inteligencia. Ahora tenemos bastantes pruebas que cuestionan esta opinión, lo que nos lleva a reconsiderar la naturaleza —y el poder— de las palabrotas.

Un nuevo estudio sobre el ADN antiguo ha rastreado el movimiento de personas en el sur de Gran Bretaña durante la Edad de Bronce. Dirigido por la Universidad de York, la Facultad de Medicina de Harvard y la Universidad de Viena, muestra que las personas que se desplazaron al sur de Gran Bretaña en torno al 1300-800 a.C. fueron responsables de aproximadamente la mitad de la ascendencia genética de las poblaciones posteriores.

A lo largo de los diferentes artículos que se vienen publicando estamos viendo como los diferentes pueblos que conforman el mini continente llamado la Península Ibérica, hacen una defensa cerrada y también un llamamiento sin fisuras a defender sus lenguas populares y tradicionales. En el caso del presente trabajo, que esta vez tiene que ver sobre el andaluz, esta circunstancia no iba a ser mucho menos.

Si Pandora liberó todos los males del mundo cuando abrió la famosa y mítica caja, alguien –de naturaleza humana– encerró hace dos siglos todos los sentimientos dentro de categorías artificiales. Desde entonces, aunque no lo hayamos advertido, entendemos de modo diferente nuestra esencia y nuestra conducta. Comprendemos qué significa la ira de Aquiles, el orgullo de Agamenón, el honor del rey Lear, pero estos sentimientos hoy son muy diferentes a aquellos que conocían Homero o Shakespeare cuando escribieron sus textos. 

La filóloga e investigadora Lola Pons (Barcelona, 1976), catedrática en la Universidad de Sevilla, es la autora de la nueva edición del Diálogo de la lengua’, del humanista Juan de Valdés. La obra, publicada en la colección Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, incluye un nuevo manuscrito, un estudio didáctico y detallado –pensado para lectores y estudiosos– y un aparato crítico exhaustivo, entre otras novedades.

La familia de lenguas más extendida del planeta es la indoeuropea y, dentro de esta, la rama de las lenguas romances. Sin embargo, la que se ha erigido como lingua franca del planeta no es una lengua romance, sino germánica, otra rama indoeuropea que ocupa la segunda posición dentro de la familia en número de hablantes.

Los amantes de la literatura áurea nos hemos devanado los sesos cuando leíamos novelas de pícaros y nos topábamos con damas de todo rumbo y manejo (El licenciado Vidriera), también llamadas ollas, mozas de fregar o niñas de la gotera  (Jácaras de Quevedo); hombres condenados a gurapas por cicateruelos (Quijote, Rinconete y Cortadillo); y gatos azotados por pintores de suelas (El Buscón).

Llegué al mundo ―un parto precipitado, dijeron los médicos― en un hospital de Nueva York en plena noche. En mis primeras horas de vida, tras seis episodios de respiración interrumpida, los médicos me llevaron a la unidad de cuidados intensivos neonatales. Un médico interno me metió el meñique en la boca para comprobar el reflejo de succión del recién nacido. No chupé lo suficiente. Así que introdujeron mi cuerpo rosado de 2,5 kilos en un escáner cerebral.