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Artículos archivados

No hablamos ni pensamos solamente con palabras. Tal vez por eso el lenguaje por señas nos hace sentir que hay algo que no tenemos, a lo que no podemos acceder. Casi una deficiencia, algo que nos falta. Ir por la calle y ver a dos personas hablando por señas y ponerse a observarlas detenidamente es como escuchar una conversación a la que uno no ha sido invitado. Un diálogo por señas entre personas no oyentes es, para el oyente, un espectáculo de rara belleza, reflexiona el escritor Carlos Liscano en su libro

Hace pocas semanas, cuando las tropas georgianas empezaron a atacar Tskhinvali con morteros, Eduard Kabulov no pudo dejar de pensar en los problemas que había tenido para aprender georgiano: su sistema de numeración con base 20, sus ridículas aglomeraciones de consonantes ("gvprtskvni"), sus verbos diabólicamete irregulares. Kabulov, que tiene 22 años, creció en un valle en el que los osetos han cohabitado con los georgianos desde hace siglos, pero eso no facilitó las cosas.

Un pequeño libro aparecido en Francia en junio de 2007 viene a inaugurar una posible era copernicana en el mundo de la lingüística. Su tesis fundamental es que hemos estado equivocados durante siglos respecto al verdadero origen de las lenguas romances (el castellano, el catalán, el francés, el italiano, el portugués, el rumano, entre otras). El autor, a lo largo de doce capítulos deliciosos de leer, nos presenta lo que él considera pruebas irrefutables contra lo que él mismo denomina una auténtica aberración lingüística.

Johnny Torres

La fiebre del deporte es un fenómeno social que va desde la pasión de la afición hasta la vivencia razonada de las instituciones en la difusión internacional del idioma. Así, la historia del "Diccionario de la Lengua Española" ha evolucionado desde la incorporación de voces de ciclismo en 1899 hasta la superación del millar términos en la edición de 2001. Y ha desarrollado una singular carrera de relevos que ha tenido sus fases de aceleración en 1925, 1970 y 1992, al rebufo de los Juegos Olímpicos de verano celebrados en Amberes, México y Barcelona.

El hecho de ser hablada por muchos millones de personas en varias naciones hace de la lengua española castellana una lengua internacional: la única lengua internacional, incluso, de todo el dominio histórico del español actual. Ahora bien, son requisitos tan mínimos que, en sí mismos, no dicen nada respecto a la potencialidad económica de esa internacionalidad, salvo en términos de mercado: centenares de millones de consumidores que pueden recibir información o propaganda sobre cualquier producto en una lengua común.

La Academia Española no se caracteriza, como sabemos, por su agilidad en la incorporación de nuevos vocablos ni tampoco, ciertamente, por su presteza en la hora de eliminar términos abandonados por el uso y olvidados por los hablantes. Este último caso parece ser el de zurruscarse, vocablo que figura en el Diccionario con la denotación de 'irse de vientre involuntariamente'. En la primera edición (Autoridades), más precisa en este punto, se aclaraba que la acción enunciada por este verbo tenía lugar 'especialmente con ruido o en la ropa'.

El profesor Raúl Ávila, de El Colegio de México, es el encargado de un proyecto de investigación sobre la evolución del español en los medios de comunicación. Para él, los medios contribuyen a la estandarización de la lengua y tienen como ventaja sobre la Academia Española –afirma– de regirse por criterios demográficos y no políticos. En esta entrevista, el investigador analiza las diversas normas regionales del castellano y el dilema de los medios internacionales, cuyos productos están dirigidos a públicos de diversas regiones.

El periodista Danilo Arbilla, consejero delegado del semanario uruguayo Búsqueda y ex presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), comenta la polémica desatada en España por un Manifiesto con miras a imponer y asegurar la obligatoriedad del español, quizás y por lo menos como segunda lengua, en todo el territorio del reino. «Que los españoles cuiden sus intereses y hablen el idioma que más les convenga, es su derecho. Lo que no está bien es que se autoproclamen voceros de Latinoamérica y menos bien aún, que los latinoamericanos acepten que lo hagan», comentó.

Una apología de las llamadas «malas palabras» emprende aquí el periodista argentino Eduardo Dermirossián con el buen humor que caracteriza sus textos: «Hoy vengo a hacer el elogio de las malas palabras. O, cuando menos, a aligerar su carga ominosa. Vengo a levantar la bandera de la libertad de palabra más alto que Mendieta, el ilustre perro de Inodoro Pereyra, a celebrar la libertad de expresión en la más espontánea de sus formas: irrumpir desde las entrañas del hablante y dar con estrépito en el rostro del oyente.

El académico español Francisco Rodríguez Adrados, sabio vitalista salmantino –un hombre identificado con la defensa a ultranza del idioma español– reivindicó recientemente en Brasil la necesidad de «consolidar los elementos comunes que fortalecen y dan realidad al conjunto de tierras y gentes que forman España», tras recibir el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Sao Paulo (USP).

ABC