triunfo
Proviene del latín triumphus. Esta palabra se pronunciaba antiguamente en español como trisílaba, rompiendo el diptongo, pero finalmente prevaleció la pronunciación actual.
El triumphus, título concedido por el Senado romano, era el más alto honor que podía pretender un jefe militar. Los aspirantes debían probar a los senadores que habían sido proclamados imperator por sus soldados, que habían matado a cinco mil enemigos en una batalla y que habían dirigido en forma personal a sus hombres.
Si se le concedía este honor, el militar era objeto de una ceremonia de triumphus; pero si el Senado consideraba que sus méritos eran insuficientes para esta distinción, podía concederle una ovación. Ambos honores surgieron a partir de las fiestas dionisíacas, un homenaje a Dioniso, el dios griego del vino, Baco en la mitología romana, de ahí, que las dionisíacas se llamaran en Roma bacanales.
Se cree que la palabra latina triumphus se formó a partir del griego thryambos, un himno en homenaje a Dioniso, mientras que ovación nos llegó como evolución de ovare ‘estar contento’, ‘sentir orgullo’, vocablo derivado del griego euazein ‘gritar de alegría’, formado, a su vez, a partir de la interjección euoi, que se solía usar en honor a Dioniso. Esta interjección se mantiene en varias lenguas modernas, como el portugués de Brasil, donde evoé es un grito de alegría pronunciado en situaciones de triunfo o de júbilo, como por ejemplo, en Carnaval.