ovación
Los romanos tenían diversas clases de homenajes para los homenajes a sus guerreros e incluso a los gladiadores. La ovatio se otorgaba a quienes obtenían un triunfo menor, como derrotar al rival en el Coliseo sin derramar sangre, o al que obtenía una victoria militar no demasiado importante.
Pero ¿por qué se llamaba ovatio? Al agraciado con este homenaje se le reconocía el derecho de entrar a Roma a caballo y de sacrificar una oveja (en latín ovis). En cambio el que alcanzaba una victoria importante, obtenía el derecho a otro homenaje que era el triumpho: podía entrar triunfalmente a la ciudad en un carro y sacrificar un toro para expresar su gratitud a los dioses.
La voz ovación parece haber entrado al castellano por vía culta en el siglo XVI. Las primeras menciones que figuran en el Corpus Diacrónico del Español corresponden al escritor y humanista español Pedro Mejía (1540):
Usávase también en Roma otra manera de rescebimiento solemne, que era menos que triumpho, a quien llamavan ovación; el qual se dava por las victorias, según dize Aulo Gelio, quando faltava alguna de las calidades que tenemos dicho que se requerían por el triumpho.