La lengua viva que más sorprende por su cercanía real al latín

¿Sabías que existe una lengua viva que nos acerca más que ninguna otra al mismísimo latín, con toda la honestidad de quien abre el diccionario y tropieza con Julio César? Prepárate para un viaje fascinante por el universo de las lenguas romances: un mundo de herencias, sorpresas (¡y alguna que otra extinción inminente!) donde el latín sigue haciendo de las suyas.
De Roma a la actualidad: más vivos (y variados) de lo que imaginas
Las lenguas romances, también conocidas como lenguas latinas o neolatinas, proceden directamente del latín vulgar, más concretamente del latín vehicular que se hablaba —y escribía— por todo el Imperio Romano. Gracias a este latín “de andar por casa”, nacieron una veintena (o hasta cincuenta, depende de a quién preguntes: los lingüistas ¡no se ponen de acuerdo!) de lenguas, de las cuales el español, el francés y el portugués dieron el salto al escenario mundial a partir del siglo XV.
Hoy, estos tres gigantes se encuentran entre las más habladas del planeta:
Español: 480 millones de hablantes nativos
Francés: 321 millones
Portugués: 227 millones
Italiano: 71 millones
Rumano: 24 millones
Catalán: 11 millones (y subiendo, que no es poco).
Eso sí, muchas otras están, por desgracia, en serios apuros de supervivencia: según la UNESCO, van de ‘vulnerables’ a ‘seriamente amenazadas’.
Una evolución con más giros que el mejor culebrón
¿Dónde está la magia? En el propio cambio lingüístico. Las lenguas romances pasaron del latín “clásico” al latín vulgar (el idioma del pueblo, soldados, comerciantes… nada de toga ni discursos en el senado) a través de cambios tal como:
- Pérdida de casos, a cambio de usar preposiciones (adiós flexiones, hola claridad… más o menos).
- Desaparición de un género (el neutro) salvo en el rumano, que fiel a sí mismo, mantiene tres casos gramaticales: directo, oblicuo y vocativo. Un rebelde de tomo y lomo.
- Desarrollo de artículos definidos e indefinidos, que no existían en el latín clásico. ¿Quién le iba a decir al ille y illa latinos que terminarían como “el” y “la”?
- Comparativos y superlativos que pasan del sufijo latino (como clarior o clarissimus) al uso de adverbios: “más claro”, “el más claro”, “il più chiaro”, etc.
Y ni hablar de las conjugaciones: la aparición de futuros y condicionales como “cantaré” o “viviría”, formados combinando infinitivos con formas de “haber”, no existe en latín clásico. ¡Viva la imaginación popular!