De perros, víboras y gatos

Cuando hablamos, muchas veces recurrimos, para connotar significados distintos, a ciertas locuciones plasmadas alrededor de vocabulario de uso habitual. Eso ocurre, por ejemplo, con ciertos sustantivos comunes que, reunidos en frases coloquiales, nos remiten a significados diversos. Hoy, vamos a mostrar que eso ocurre con los nombres de algunos animales: ‘perro’, ‘víbora’ y ‘gato’.
El valor denotativo de ‘perro’, como “mamífero doméstico de la familia de los cánidos”, queda disimulado en cada una de estas expresiones: ‘humor de perros’ es equivalente a ‘humor de todos los diablos’, esto es, “mal humor muy acentuado”: “Hoy, llegó a la oficina con un humor de perros”. Y cuando ‘hace un día de perros’ significa que está desapacible o que reinan muy malas condiciones meteorológicas”: “Tuvimos que postergar la salida porque hacía un día de perros”.
La comparación ‘como perros y gatos’, que puede también ser ‘como el perro y el gato’ se usa para señalar que algunas personas guardan entre sí un aborrecimiento mutuo: “Fue inútil llegar a un acuerdo porque los hermanos se llevaban como perros y gatos”. Y, si una persona se marcha de un lugar muy apurada y avergonzada, después del conocimiento de cierto hecho, se le aplica la locución verbal coloquial ‘como perro con cencerro’: “Cuando se divulgó la estafa, su autor huyó del sitio como perro con cencerro”.
Existen ocasiones en que una situación o una persona han cambiado, pero solamente lo han hecho en apariencia, porque en el fondo todo sigue igual y sin cambios; en ese caso, la locución que se puede aplicar es ‘el mismo perro con distinto collar’: “Han cambiado las autoridades, pero todo sigue igual porque no es más que el mismo perro con distinto collar”.
Al leer la expresión ‘perro faldero’ podemos interpretarla de dos formas: literalmente, en alusión al perro que, por su pequeñez, puede estar en las faldas de las mujeres: “Esa locutora aparece siempre con su perro faldero”; pero, lo que resulta despreciable es aplicar este apelativo por observar un comportamiento servil hacia otra persona: “Me repugna verlo actuar como perrito faldero”.
Causa admiración la locución verbal coloquial ‘atar los perros con longaniza’, que expresa una alabanza, con ironía, de la abundancia o esplendidez.
En la vida diaria, oímos decir ‘a otro perro con ese hueso’ como una forma de expresar repulsión a alguien que propone artificiosamente algo desagradable, o cuenta algo que no se puede creer: “A mí no me hace creer que haya obtenido semejante beneficio, es inaudito: a otro perro con ese hueso”.
Un período desafortunado para una persona se expresa con la locución ‘irle como a los perros en misa’, pues señala que le va muy mal, que le han sobrevenido infortunios y percances: “¡Pobre Pedro, últimamente le va como a los perros en misa, con tantas desgracias juntas!”.
El Centro Virtual Cervantes, en su Refranero multilingüe, consigna la paremia ‘Perro ladrador, poco mordedor’ que se aplica cuando quienes amenazan y se muestran coléricos no son los más peligrosos, pues hacen poco o se reducen a jactancia. Se puede también formular ‘Perro que ladra no muerde’: “Ya no le tengo miedo porque se va en anuncios que, luego, no concreta; es un perro ladrador, pero poco mordedor”.
Si vamos al sustantivo ‘víbora’, advertimos que la segunda acepción que registra es “persona con malas intenciones”: “Resulta difícil alternar con ella porque te demuele con sus comentarios, es una víbora”. En ese sentido, se habla de ‘lengua viperina’, aplicable a quien se muestra murmurador, mordaz y maldiciente. También, se escucha la expresión ‘nido de víboras’ que, en sentido traslaticio, nombra aquel sitio donde se reúnen personas poco recomendables: “Estaba muy triste porque su sitio de trabajo se había transformado en un nido de víboras”.
Sentido negativo posee el pensamiento expresado con el vocablo ‘serpiente’, sinónimo de ‘víbora’, en ‘No importa cuántas veces la serpiente mude la piel: siempre será serpiente’. Con él se recuerda que, en la vida cotidiana, hay personas maléficas que cambian solo en la superficie ya que su verdadera naturaleza, si es pérfida, permanece inalterada. Análoga es la expresión ‘La serpiente cambia el cuerpo, pero no su obrar rastrero’.
Abundante es también el repertorio de locuciones con el sustantivo ‘gato’: en forma despectiva, se habla de ‘cuatro gatos’, cuando se quiere indicar la asistencia de poca gente y sin importancia a un lugar de encuentro: “No tuvo éxito la convocatoria para esta charla pues hubo cuatro gatos”.
La frase coloquial ‘gata de Juan/Mari Ramos’, de valor coloquial, señala a la persona que, disimuladamente y con melindre, pretende algo, dando a entender que no lo quiere”: “Está jugando a la gata de Juan Ramos, no se sabe si desea o no conseguir aquello que pregona”. Por su parte, la locución ‘ata el gato’ se le aplica al que se muestra avaro y mísero, aunque sea rico: “Siempre mezquina y retacea su colaboración pues ata el gato”.
Hay una locución que nos recuerda la frase ‘buscar una aguja en un pajar’: es la que dice ‘buscar el gato en el garbanzal’: ella señala que alguien se ha empeñado en una empresa muy difícil: “Se empecinó en seguir adelante con ese utópico proyecto, que era como buscar el gato en el garbanzal”.
¿Qué significa la locución ‘haber gato encerrado’? Coloquialmente, se quiere indicar que, en un asunto, hay manejos ocultos o razones secretas. Equivale a decir ‘haber gato en jaba’: “No veo claro el panorama, para mí hay gato encerrado”. También señala malas intenciones la locución ‘siete gatos en la barriga’.
Hay dos expresiones comparativas que dan cuenta de actitudes de defensa y huida: una es ‘como gato boca/panza arriba’, que connota que alguien está en actitud de defensa exasperada; la otra, ‘como gato por ascuas/brasas’ señala a quien muy deprisa rehúye un daño, un inconveniente o un peligro: “Observamos el accionar hábil del abogado contratado que actuó como gato panza arriba” y “Viendo cómo se ponía difícil la cuestión, salió como gato por ascuas”.
Actitudes de falsía hay en muchas oportunidades, sobre todo cuando se simula o afecta humildad o moderación: le aplicamos la locución coloquial ‘hacer la gata ensogada’. Así, “Diga la verdad, sea sincera, no haga la gata ensogada”.
Cuando alguien ‘echa (a otro) el gato a las barbas’, significa que lo insulta, lo denuesta o hace algo que lo irrita: “José echó el gato a las barbas a su compañero por cuestiones laborales”. Y, finalmente, si nos ‘dan gato por liebre’ significa que, al adquirir un producto, nos han engañado pues nos han vendido un producto de inferior calidad: “En muchos negocios, no te venden lo que buscás sino que, con gran astucia, te dan gato por liebre”.