«RAE facilita penetración
económica en América
Latina»
La JornadaLuego de 36 años de trabajo, un equipo de investigadores de El Colegio de México (Colmex) da a conocer el Diccionario del Español en México, obra única, viva y en crecimiento que aspira a convertirse en la mejor herramienta para el uso y conocimiento del idioma que se habla en el país.Incluye alrededor de 40 mil significados de unas 25 mil palabras, las cuales conforman el núcleo nacional del español que se utiliza de norte a sur de la República. Ninguna definición le copia a ningún otro diccionario de España o América Latina, por lo que se trata de la primera obra en su tipo realizada cien por ciento por mexicanos.Este nuevo diccionario proviene de un corpus del español mexicano contemporáneo que han recolectado los especialistas desde 1973 a la fecha, el cual cuenta con cerca de 2 millones de palabras. Luego de un arduo análisis se excluyeron, principalmente, las que no tienen gran difusión social, con el argumento de que el valor de un diccionario no reside solamente en las palabras raras que registra, sino en la riqueza y la información de sus definiciones, así como en la viveza de sus ejemplos.En la actualidad, necesitamos diccionarios nacionales que reflejen el estado de la lengua en cada país, eso es lo que hicimos, señala en entrevista con La Jornada el lingüista Luis Fernando Lara, coordinador del proyecto para la realización del Diccionario del Español en México.Más allá del lado pintorescoEsa iniciativa fue propuesta en sus comienzos por Antonio Carrillo Flores, entonces director del Fondo de Cultura Económica, quien contó con el apoyo de Víctor L. Urquidi, quien fue director del Colmex, además de la cooperación del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, que dirigía Antonio Alatorre.La idea surgió porque a Carrillo le parecía el colmo que si Estados Unidos tenía un diccionario propio, los mexicanos siguiéramos usando uno español. Se preguntaba si éramos capaces de hacer uno. Le dijimos que claro que se podía, y aquí está la prueba, continúa Lara.Agrega que, para empezar, investigaron qué era el español mexicano, «pues lo que nos daban los diccionarios de mexicanismos era el lado pintoresco de la lengua, pero no de la que utilizamos para comunicarnos, para escribir la Constitución, una crónica de futbol o un sermón religioso.«Primero hicimos el Corpus del español mexicano contemporáneo, con 2 millones de entradas, que no es muy grande, hay corpus más vastos, el nuestro es más bien modesto. De ahí sacamos como 40 mil significados, todo ello fue para eliminar la intervención de nuestros gustos personales, pues descubrimos que muchos mexicanos tenemos vocabularios o vocablos familiares, los cuales no entrarán en el diccionario hasta que no comprobemos que tienen un uso social. De ese tipo, tenemos una lista de espera de unas 10 mil palabras.»Esa ardua labor ha dado como fruto un diccionario «que sí corresponde al español que se habla en todo el país, que no le copia a ningún diccionario académico, es original, todas las definiciones son escritas por mexicanos y de acuerdo con usos mexicanos. Claro, en comparación con el Webster de Estados Unidos, que es nuestro ideal, aún nos falta mucho trabajo; iremos en un 25 por ciento, pero ya empezamos».En opinión del investigador, fue ridícula y poco seria la forma en la que Real Academia Española (RAE) de la lengua presentó el año pasado la nueva edición de su Ortografía: «una academia que ha sido normativa durante 200 años, de pronto dizque lo sigue siendo pero terminó diciendo, ‘bueno, digan como quieran’».Lo que sucede en realidad, prosigue, es que la RAE «tiene una cantidad impresionante de dinero que recibe del rey, de los fondos estatales, de la asociación de Amigos de la Academia y del negocio que hace con sus publicaciones, pero todo ese poder lo están dirigiendo las grandes empresas españolas como Repsol o Telefónica, pues para ellos el lenguaje es el mejor medio de penetración económica en Hispanoamérica.«Los cambios que querían que hiciéramos, por ejemplo, decir uve, en lugar de ve chica o ve de vaca, es porque hay un banco español que utiliza en su nombre la uve, es una forma de dirigir en un ámbito en el que no hace falta. Es decir, los nombres de las letras son cosas de muy poca importancia, ¿por qué debe ser obligatorio decir ye en lugar de i griega? No hay razón. El léxico no se puede imponer, son las sociedades las que lo hacen y le dan sentido.«El negocio de los diccionarios de la RAE es enorme, venden cientos de miles en todo el mundo hispánico. Han tratado de cambiar las cosas pero con mucha dificultad pues, por ejemplo, no tienen un estudio completo del español actual de España.«El único diccionario que hoy día muestra el idioma nacional de ese país es el Diccionario del Español Actual de Manuel Seco, basado sobre todo en el uso del idioma en la prensa, pero que no toma en cuenta el uso de las diferencias regionales actuales. No es para todos. No estamos obligados a utilizar el léxico de otra sociedad.»Perjuicios de la mentiraLuis Fernando Lara, también catedrático del Colmex, explica que los mexicanos heredamos de nuestros antepasados prehispánicos el gusto por el lenguaje florido, lo que da lugar a la existencia del albur; sólo sé de otro país en el mundo donde se hacen albures, Turquía, pues para ello se necesita creatividad verbal y una enorme capacidad para el juego. Eso es lo que les da a los mexicanos una capacidad de expresión propia que los hace diferentes a otros hispanoamericanos.Añade que hace 20 años la RAE incluía en sus diccionarios definiciones encaminadas al catolicismo. Por ejemplo, «todavía en 1984 definían ‘budismo’ más o menos así: ‘religión oriental cuyo principal problema es la transmigración del alma’. ¿Había que definir las religiones con base en sus problemas? Y decían del catolicismo: ‘religión que nos enseñó nuestro señor Jesucristo’. Un ateo diría, ‘nos’ es mucha gente.«En México el laicismo heredado del siglo XIX nos permite ser honrados con las diferentes religiones que se practican y dar en este Diccionario del Español de México (publicado en dos tomos) definiciones respetuosas. Son tradiciones que debemos manifestar en esta obra, lo mismo que nuestro interés por el vocabulario científico que tenemos y usamos.»Lara también cuestionó el hecho de que los gobernantes, desde los tiempos de Carlos Salinas, «han perdido la noción de cuál es su deber ético en el uso de la lengua. En la época prehispánica el gobernante era el que mejor hablaba, porque respetar la manera de hablar era respetarse a sí mismos y lograr que el pueblo les tuviera respeto; eso se ha perdido.«En el momento en el que Salinas junto con Emilio Azcárraga Milmo dijeron que México era un país de jodidos, le perdieron el respeto a los mexicanos y a sí mismos, no porque no hubiera jodidos en México, pero un dirigente no debe expresarse así.«Y qué tal cuando hace unas semanas Felipe Calderón dijo ‘quiero esos juguetitos’. Alguien tendría que decirle, ‘señor presidente, así no se habla, dése su lugar’. Aunque no me guste su gestión, tiene que darse su lugar. Son cuestiones que no sólo implican al lenguaje, sino a la comunicación pública.Con tanta mentira que escuchamos la lengua pierde sentido. Hace falta una ética de la comunicación pública, pues hablar para ocultar es terrible. Necesitamos un cambio en el modo de hablar, principalmente de las autoridades, para que se sientan responsables de lo que dicen.