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Vargas Llosa: el tesoro de la diversidad

10/10/2010

Rosa Regás, Diario Surbr />Cuando en la editorial Seix Barral recibimos de la imprenta las galeradas de La casa verde, se las enviamos a Mario Vargas Llosa a su domicilio de Londres. Era una novela espléndida y había creado en España mucha expectativa tras haber deslumbrado a la crítica y al público La ciudad y los perros, que había ganado el Premio Biblioteca Breve en 1962. Estábamos ansiosos por publicarla porque Carlos Barral tenía la seguridad de que la novela sería un éxito. No un éxito como los de hoy, que se miden en decenas de miles de ejemplares vendidos, no. La edición se movía en unos parámetros mucho más humildes y cualquier editor se sentía más que satisfecho si vendía la edición completa de la obra de un autor no extremadamente famoso aún de la que hubiera hecho un tiraje de 5.000 ejemplares. También el proceso de edición era distinto, mucho más complejo y largo. Desde que el original entraba en aquellas imprentas donde se componía con linotipia hasta que, tras haber visto el autor galeradas compaginadas y, si había ilustraciones, las famosas 'oxálicas' (cuyo nombre nos parecía el de las monjas de una nueva orden religiosa) hasta la encuadernación cosida, sin olvidar las múltiples pruebas de cubierta y los infinitos viajes que hacían los paquetes del autor a la editorial y viceversa, podían pasar meses.Esperábamos impacientes las galeradas que Mario Vargas tenía que devolver debidamente corregidas cuando Carlos Barral entró en mi despacho para darme la noticia de que Mario había llamado indignado porque lo que le habíamos enviado no era más que su novela amputada en la que el linotipista, en un exceso de patriotismo de la lengua, había borrado y corregido todos los 'peruanismos', como los llamó cuando fuimos a preguntarle con qué intención había transformado tantas expresiones y traducido al español de España tantas palabras y giros. «He puesto el texto, nos dijo, en un español correcto, el de la Real Academia Española, el único verdadero».Arreglar el desaguisado nos llevó mucho tiempo: El texto sufrió exámenes minuciosos por parte de la editorial y de Mario hasta que conseguimos que la novela fuera el fiel reflejo del original. Comprendí entonces, con un conocimiento que iba más allá de la mera teoría, la riqueza que encierra la variedad, y hasta qué punto son hermosos los cantos y los tonos que inventa un idioma sin dejar de serlo. Una de las muchas lecciones que recibí en aquellos años de aprendizaje apasionado del oficio literario que con el tiempo he trasladado a otros aspectos de la vida del ser humano.Y estoy segura de que la extraordinaria calidad y belleza que ha alcanzado la obra de Mario Vargas Llosa no es ajena a esta fidelidad a toda prueba a una lengua que, tal como es y tal como se habla y escribe en Perú, lo ha encumbrado a la pirámide del Nobel.