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Vargas Llosa: «Es saludable que el
idioma se contamine»

17/04/2010

El PaísMario Vargas Llosa, que acaba de cumplir 74 años, está feliz porque acaba de terminar novela. También porque el premio que le entregó el rey se llama Don Quijote. Eso sí, le gustaría que hubiera también alguno que se llamara Sancho Panza. «Es un indicativo de nuestra cultura», afirma poco antes de dirigirse a La Zarzuela. «Nos gusta más la irrealidad que la realidad, y eso, que ha tenido efectos muy positivos en el campo de las artes, en el campo político ha sido nefasto. Negar la realidad es bueno para crear, pero no para organizar la sociedad».El escritor peruano siempre ha sido partidario del sanchopancismo de la democracia frente a las tentaciones de la utopía política: «Sancho es una figura más emblemática de la cultura democrática. Don Quijote, más del sueño, la fantasía, el anhelo de un mundo distinto, de un mundo ideal. La grandeza de Cervantes es haber creado esos dos símbolos que definen dos actitudes frente a la vida».¿Hoy en Latinoamérica hay más Quijotes o más Sanchos? «Mal que mal América Latina va entrando también en el campo político en la edad de la razón. Si pienso en lo que era cuando yo era joven... De un confín a otro no había más que dictaduras militares. Y en el otro extremo, el sueño revolucionario. La democracia tenía muy poca base. Hoy la democracia va echando raíces. Tal vez de manera imperfecta, pero la orientación es la buena», explicó.El Premio Don Quijote reconoce el papel de Vargas Llosa como maestro del español y él dice no temer por el futuro del idioma: «Es una lengua que mantiene una gran vitalidad y que está en expansión. Al mismo tiempo se contamina, sí. Eso en principio no es malo. Creo que la contaminación es saludable si se hace dentro del genio del idioma. El español ha evolucionado muchísimo y se ha enriquecido gracias al contacto con otras lenguas».Los desafíos, no obstante, están ahí: «No sabemos cómo va a salir librado el español de la cultura virtual. Existe el riesgo de banalización y superficialidad. Es una realidad que enfrentan todas las lenguas modernas. Pero no necesariamente el impacto tiene que ser negativo, porque pone al alcance del idioma públicos enormes, algo que antes no ocurría. Haciendo las sumas y las restas no debemos ser pesimistas».Él reconoce que se maneja «bastante mal» con las nuevas tecnologías, pero reconoce también que son imparables: «No tendría sentido jugar a desconocer algo que forma parte de la realidad cultural de nuestro tiempo. Lo que hay que hacer es tratar de aprovecharlas». Por lo pronto, el escritor peruano, un amante del papel que desconfía del libro electrónico, dice que va a hacer la prueba con un e-book: «A ver qué resulta».