Una lengua es un dialecto con un ejército y una marina

La lengua es de sus hablantes, no de los lingüistas y filólogos
¿A qué llamamos lengua y a qué llamamos dialecto? ¿Qué es una modalidad lingüística propia? ¿Y una variedad dialectal? ¿Qué es la lengua materna? ¿Es lo mismo lengua que idioma? ¿A qué nos referimos con el término habla?
Si todo estuviera tan claro, no existirían tantas expresiones para referirse a la lengua hablada por las diferentes comunidades lingüísticas. De todas las definiciones posibles, me quedo con la que a mediados del siglo pasado dio el lingüista Max Weinreich, quien a su vez la tomó de lo que le dijo un asistente a una de sus conferencias: «Una lengua es un dialecto con un ejército y una marina.» Y es que para que un dialecto se convierta en idioma no se necesita más que voluntad política. Así ha sido siempre. Los vaivenes de la filología, nos guste o no, siempre han sido por motivaciones políticas.
Llegados a este punto, considero pertinente recordar al lingüista estadounidense Noam Chomsky, padre de la gramática generativa, profesor emérito de Lingüística en el MIT y doctor honoris causa por universidades como Harvard, Chicago, UNAM, o la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona. Chomsky, en una entrevista publicada en el diario ABC el 28 de octubre de 1998, frente a la pregunta de «¿Qué opina de que en los conflictos lingüísticos opinen los políticos?», afirmó que «Los científicos no tienen nada que decir sobre esto, tampoco los políticos pero sí el pueblo, que es el que usa el lenguaje.»
También el filólogo Eugen Coseriu se expresó en términos similares: «La lengua funciona por y para los hablantes y no por y para los lingüistas.» El que fuera catedrático en la Universidad de Oviedo y miembro de la Real Academia Española y de la Academia de la Llingua Asturiana, Emilio Alarcos, en su discurso como doctor honoris causa por la Universidad de Valencia (1996), aseveró: «Los dueños de las lenguas son sus usuarios y nunca los que desde el poder pretenden encauzarlas, imponerlas o desarraigarlas.»
Asimismo, en su exposición, este romanista se refirió a los problemas del contacto entre lenguas, afirmando que «Las modalidades contiguas se asemejan. A veces los vecinos procuran exagerar las diferencias entre sí. Otras, algún vecino pretende asimilarse a otro. (…) Lo sensato será ajustarse a la convivencia. (…) hay que dejar que las lenguas sigan el curso que inconscientemente quieran sus hablantes. Y lo que sea sonará.»
Incluso Miguel Delibes, según refiere el periodista Juan Cruz, dijo en 2009: «La lengua nace del pueblo; que vuelva a él, que se funda con él porque el pueblo es el verdadero dueño de la lengua.»
Así pues, y en esta coyuntura:
- ¿Quién tiene autoridad para dictaminar que gallego y portugués son una misma lengua?
- ¿Quién puede negar dos estándares al noruego?
- ¿Son el sueco, danés y noruego una misma lengua por su inteligibilidad mutua?
- ¿Y el feroés e islandés?
- ¿Existen multitud de lenguas chinas porque China necesitó unificar en torno al mandarín?
- ¿Son provenzal y catalán lenguas distintas?
- ¿Serbio y croata son una misma lengua o idiomas diferentes?
- ¿Quién decide sobre el eonaviego o sobre a fala en Extremadura?
- ¿Es el mirandés un idioma?
- ¿Son diferentes el bajo alemán y el holandés?
- ¿Han sido el checo y el eslovaco una misma lengua?
Después de todas estas consideraciones:
- ¿Quién puede defender las denominaciones de alemán y bajo alemán y rechazar la de aragonés oriental?
- ¿Qué criterios se pueden seguir para aceptar bable para el asturiano o patués para el benasqués y negar el derecho de los hablantes a usar el glotónimo de chapurriáu (chapurreat o chapurreao)?
- ¿Quién puede hablar de asturleonés, navarroaragonés, incluso gallegoasturiano, y censurar el uso de aragonés oriental?
- La lengua es de sus hablantes, no al revés. Y son los hablantes quienes deben decidir sobre su propia lengua. Aunque resulte una obviedad, son los hablantes los únicos legitimados para nominarla, sin claudicar ante denominaciones exónimas.
Héctor Castro. (Altorricó, Huesca), Filólogo y periodista. El Mundo del Chapurriau