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Una coma puede cambiar la historia pero es mejor no excederse

27/09/2005

Por Natalia KiddBuenos Aires, 27 sep (EFE).- El filólogo español José Antonio Millán asegura que una coma "puede cambiar la historia" pero recomienda no excederse en su uso, al tiempo que sostiene que hay que puntuar con creatividad antes de que se impongan reglas rígidas."Hay que aprovechar para hacer un uso libre de la puntuación porque la Real Academia Española no ha dictado reglas rígidas sobre el tema. Con la puntuación todavía podemos hacer más o menos lo que queramos. Por eso yo invito a los hispanohablantes a un uso creativo de los signos", dijo Millán al presentar el lunes en Buenos Aires su libro "Perdón imposible".En el texto, el experto recorre en un tono ameno la compleja jungla de comas, puntos, paréntesis, guiones y otros tantos signos que utilizan poetas y periodistas pero también cada persona en su vida cotidiana al redactar un correo electrónico o apuntar una receta de cocina."Los publicistas son un gremio que puntúa muy mal. La puntuación de los anuncios suele ser un caos, incluso hasta extremos que dicen cosas contrarias a lo que querían decir", dijo el lingüista en una entrevista concedida a EFE.Millán sostiene que en los titulares de los periódicos también se "escurren con cierta frecuencia algunos malos puntos" por ese afán de economizar espacio."Además la desaparición de los responsables de sección, los correctores y editores ha incidido en la pérdida de un cierto control de calidad en los periódicos. Se publica directamente lo que ha escrito un periodista, al que se le pueden colar errores por la velocidad con que trabaja", explica el experto."Por lo general, uno sobrepuntúa. La mayor prueba de sobrepuntuación, casi paranoica, es la de las leyes. El legislador coloca comas y puntos por todas partes y los textos legales son ilegibles por la abundancia en la puntuación", dice Millán.Como los dadaístas aunque sin ese ánimo de rebeldía, el autor prefiere la negación a la sobreabundancia, ya que "no porque haya menos signos se entiende mejor un texto".Con "Perdón imposible", Millán ha venido a romper con el mito de que la puntuación es un tema árido y jura que no tiene ánimos de regañar a la gente pues las reglas para el uso de los signos "no bajaron del monte Sinaí".Por eso su libro, lejos de ser un aburrido manual escolar, se presenta como una "guía para una puntuación más rica y consciente" que ofrece ejemplos variados del uso de los signos extraídos de obras literarias, de la prosa científica o legal, de textos periodísticos y publicitarios, de prospectos y de páginas web.También recoge datos curiosos y desconocidos por el común de la gente respecto al nacimiento de los signos, como el origen musical del signo de pregunta, creado para marcar una subida de tono, o el asterisco, invención del siglo II antes de Cristo atribuida a Aristarco de Alejandría, quien lo usó para marcar pasajes que merecían especial atención en las ediciones de Homero."Como tenemos pocos signos, se usan para muchas cosas. Nos faltan algunos signos. Jorge Luis Borges decía que era una pena que no hubiera signos para cuestiones como la indecisión", recuerda Millán."Es muy posible que si alguien propone un signo para una de estas cosas que sentimos y que no tenemos una forma concreta de expresar, quizá dentro de mil años estemos usando ese signo", vaticinó.El actual sistema de puntuación se estabilizó hacia el siglo XIX, pero como nada está acabado, aparecen innovaciones como la de colocar unidos los signos de interrogación y exclamación (?!) para expresar sorpresa.Millán, para quien puntuar "tiene mucho de toma de decisión y algo de arte", no se atreve a prever qué sucederá con otros inventos recientes como los llamados "emoticones"."A lo mejor la carita sonriente formada por dos puntos, guión y cierre de paréntesis, :-), acabe convirtiéndose en un signo que en el futuro sea el signo de la ironía", arriesga.El escritor y editor cuenta que el título de su libro fue inspirado por una anécdota que le contó de niño un maestro atribuida a Carlos V, a quien en una ocasión le pasaron para firmar una sentencia que decía: "Perdón imposible, que cumpla su condena".El emperador se sintió magnánimo y antes de firmarla cambió la coma de sitio y también la suerte del condenado: "Perdón, imposible que cumpla su condena"."Esto demuestra que una coma puede cambiar la historia", concluye Millán.