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Sobre la ortografía

14/09/2020
Elena Alvarez Mellado @lirondos

Visto que tener una ortografía transparente nos beneficia a todos, quizá sería buena idea abandonar el sentimentalismo con el que a veces recibimos los cambios ortográficos y abrazar aquellos cambios encaminados a mantener nuestra ortografía lo más transparente posible.

En las últimas semanas hemos asistido en redes sociales una cierta polémica sobre el valor de la ortografía: por un lado, están quienes consideran irrenunciable el cumplimiento de las reglas ortográficas e incluso dicen ver en la pulcritud ortográfica una muestra de inteligencia o rigor. Por otro lado, algunas voces señalan la ortografía como posible fuente de discriminación o de desigualdad social. 

Visto que tener una ortografía transparente nos beneficia a todos, quizá sería buena idea abandonar el sentimentalismo con el que a veces recibimos los cambios ortográficos y abrazar aquellos cambios encaminados a mantener nuestra ortografía lo más transparente posible.

Cuando los lingüistas hablamos de la dimensión social que tiene la ortografía y de las desigualdades que puede generar no lo hacemos porque queramos ver el mundo arder, ni porque aboguemos por la destrucción de cualquier regla ortográfica. Es ventajoso que exista un estándar ortográfico conocido y reconocido por toda la comunidad de hablantes. Nadie discute los innegables beneficios de la alfabetización y de la escolarización. Pero quizá sea buena idea quitarle el poso de misticismo y trascendencia que algunos quieren atribuir a la ortografía y observarla como lo que es: un artefacto sociocultural cuya existencia y valor descansa exclusivamente en el acuerdo entre hablantes. Y como pacto que es, es susceptible de ser revisado, adaptado y modificado por las partes interesadas.