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Palabras y expresiones deformadas

25/01/2015
Mª Ángeles Sastre

 

Esta semana nos ocuparemos del uso impropio de palabras o expresiones tomadas en lugar de otras de fonética similar, con consecuencias normalmente cómicas. Suele interpretarse como una especie de "lapsus linguae" que, en ocasiones y aunque parezca paradójico, puede ser voluntario. Utilizado como recurso retórico, su función fundamental es cómica; de ahí que se recurra frecuentemente a este modelo en los chistes. Pero a veces surge de modo espontáneo; en este caso casi siempre se esconde una aspiración (ridícula en mi opinión) a expresarse de una manera que no se corresponde con el nivel de formación del hablante.

Entre los casos típicos hay que señalar los vocablos parónimos (el uso de "infectar" por "infestar" o el de "infracción" por "inflación"), la ultracorrección ("bacalado" por "bacalao"), la etimología popular (el uso de "andalia" por "sandalia", el de "mondarina" por "mandarina", el de "canalones" por "canelones", el de "atropillar" por "atropellar" o el de "vagamundo" por vagabundo"), los vocablos técnicos mal empleados por los hablantes ("aspirinas fosforescentes" por "aspirinas efervescentes", "agua exagerada" por "agua oxigenada", "cojontivitis" por "conjuntivitis", "locutorio" por "colutorio", "piedra gómez" por "piedra pómez", "jarabe expectante" por "jarabe expectorante", "columna vertical" por "columna vertebral", "hernia fiscal" por "hernia discal", "diversículos" por "divertículos", "bote sinfónico" por "bote sifónico", "doble pretina" por "doble pletina", "irrupción cutánea" por "erupción cutánea", "inicuo" por "inocuo") o el uso de vocablos grandilocuentes ("ostentóreo" por "ostentoso", "ínsulas" por ínfulas").

Un contexto muy productivo en español lo constituyen las expresiones total o parcialmente lexicalizadas. En este caso se produce el cambio de un formante por otro de gran semejanza fónica. La expresión resultante surge involuntariamente por confusión entre dos unidades fraseológicas muy parecidas o por un desajuste entre la formación y la cultura del hablante y sus pretenciones expresivas. Sirvan como ejemplos los siguientes: estar entre la espalda y la pared (entre la espada y la pared), como los chorros del loro (como los chorros del oro), una de sal y otra de arena (una de cal y otra de arena), limpio como una patera (limpio como una patena), rascarse las vestiduras (rasgarse las vestiduras), estar en el candelabro (estar en el candelero), ponérsele a alguien los pelos de gallina (ponérsele a alguien carne de gallina o ponérsele a alguien los pelos de punta), ser algo el padre nuestro de cada día (el pan nuestro de cada día), a pies juntitos (a pies juntillas), ser una monjita muerta (ser una mosquita muerta), un desecho de virtudes (un dechado de virtudes), tener algo en su fruto (en usufructo), ponerse hecho un obelisco (ponerse hecho un basilisco), ser algo harina de otro cantar (ser algo harina de otro costal o ser algo otro cantar), poner los puntos sobre las tildes (poner los puntos sobre las íes)...

Pero estas expresiones no siempre son resultado de la involuntariedad. Como muestra de ingenio, es frecuente este recurso en el ámbito periodístico y muy especialmente en los titulares. Veamos algunos ejemplos: «No solo de hablar vive el móvil» (basado en «no solo de pan vive el hombre»); «El tiempo es toro» (basado en «el tiempo es oro»); «tal vez les sería más eficaz hacer acopio de gustosos bocadillos de nuestros embutidos, estarían más contentos y asimilarían con provecho las enseñanzas que reciban, "la letra con jamón entra"» (basado en «la letra con sangre entra»; «Todo parece indicar que van a condenarnos a practicar la terrible virtud de la austeridad. Vendrán tiempos mejores, ya se sabe que Dios aprieta, pero no afloja» («Dios aprieta pero no ahoga»).

Técnicamente, a estas palabras y expresiones deformadas se las conoce con el nombre de malapropismo, término que entró en el español como calco del inglés «malapropism», acuñado para referirse al uso incorrecto del lenguaje que caracterizaba a la señora Malaprop, personaje teatral de ficción en la obra "Los rivales", de Richard B. Sheridan. La mujer, prototipo de habladora descarada y soberbia pero carente de formación, usaba a menudo palabras equivocadas parecidas fonéticamente a otras que sí hubieran encajado bien en su discurso, con el consiguiente efecto cómico. Este personaje adquirió tanta notoriedad, que dio origen a esta voz, ya consolidada en la lengua inglesa y que ha ido pasando a otros idiomas. Parece que el dramaturgo hizo derivar el apellido del personaje de la locución francesa "mal à propos".