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Muere a los 90 años el notable traductor argentino Rolando Costa Picazo

15/03/2022
Elisa Salzmann

Rolando Costa Picazo (Santa Fe, 1931 - Buenos Aires, 2022). / Cedoc Perfil

Un curriculum abreviado da cuenta de una vida dedicada a traslucir y relevar la fuerza del original en sus acabadas traducciones anotadas. Dentro del canon de la poesía estadounidense, Rolando Costa Picazo tradujo 95 poemas de Emily Dickinson. No era la primera poeta que Rolando traducía, ya había traducido a Dianne di Prima, Rita Dove y Sandra Cisneros. Obviando las distinciones de género en cuanto a quiénes traducen a quién (tema relevante y discutido dentro del campus de la traducción literaria), la faceta más importante y destacable de este trabajo es la de traducir para enseñar.

Durante el verano de 2011 Rolando se abocó a la tarea de reunir, seleccionar, traducir y anotar estos 95 poemas para la cursada de su materia en la Universidad de Buenos Aires. Este volumen cuidadoso y dedicado (“Para mi equipo de cátedra y mis estudiantes del curso de 2011 de Literatura Norteamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, con afecto y agradecimiento”) forma parte de la Biblioteca de Autores que Rolando Costa Picazo tradujo durante más de treinta años para sus alumnos de las clases teóricas de los días lunes y miércoles.

Al maestro con cariño

Saliendo de unas jornadas en homenaje a Hemingway, por la avenida Corrientes, hace muchos años, Rolando me dijo: “Si uno mira las cosas por el fusil de la ortodoxia, las mata”. Se estaba refiriendo a la manera en que leemos a los distintos autores según las modas y las épocas. Hay fusiles en la literatura de Hemingway, como armas blancas en la literatura de Borges, y la tarea del traductor, su incansable búsqueda rítmica, ética y estética, es la de traducir para que intentemos entender el mundo que nos tocó vivir.

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La tarea que queda pendiente para tantos profesores y alumnos que él formó, lectores en tiempos de guerra, es la tarea de reponer la masa que sostiene la punta del iceberg, y no alcanzamos a ver. Como enseñó Hemingway en su teoría del iceberg, deberemos reponer y recordar para construir a partir de las elipsis, de las faltas, de todo lo no dicho, un tiempo mejor. Des-armarlo, desde una utopía, la utopía que toda traducción intenta: acortar la distancia entre unos y otros.

Antes de terminar con la traducción del Ulises, en 2015 la Editorial Miño y Dávila publicó Tierra de Nadie. Poesía inglesa de la Gran Guerra. Este trabajo recopila un grupo de poetas que escribieron en la Primera Guerra Mundial, poetas que aun perdiendo hasta sus vidas dejaron testimonio de esa lucha en el género que más cerca está del corazón humano: el género lírico. Dice allí Costa Picazo. “A diferencia de las fortificaciones, las trincheras no podían ser destruidas por el fuego de artillería, y la 'tierra de nadie' que las separaba no podía ser cruzada por la infantería sin enormes bajas. Las trincheras eran un claro ejemplo de deterioro y putrefacción. Allí se amontonaban los vivos y los muertos, estos últimos absorbidos por el fango y todos en medio de las ratas y el hedor”.

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Tal vez la traducción, ese espacio entre dos frentes, pueda transformarse a partir de estas incursiones de Costa Picazo en una serie de preguntas y reflexiones sobre el presente, ya que haberse instalado allí, en la trinchera de la traducción, es devolver al mundo y a sus lectores la esperanza desolada de la comprensión. Traducir a estos poetas es devolverle a ese vacío inhóspito -la Guerra- algo de la humanidad que le corresponde a todo lector del mundo civilizado. Con este trabajo, Costa Picazo levanta una bandera de Paz, porque como dice T. Todorov, para que los pueblos se entiendan tenemos que traducirnos, porque traducirnos es mucho más que entendernos, es por un momento ser el Otro.

Quién fue Rolando Costa Picazo

Rolando Costa Picazo fue crítico y traductor literario, profesor consulto titular de Literatura Norteamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, autor de W. H. Auden, Los primeros años (Buenos Aires: Centro Editor Latinoamericano, 1994); Borges: Una forma de felicidad (Buenos Aires: Fundación Internacional Jorge Luis Borges, 2001); Mexico City Blues, de Jack Kerouac (Valencia: Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2008); Hart Crane y El puente (Buenos Aires: Colihue, 2008); W. H. Auden: Los Estados Unidos y después (Buenos Aires: Ediciones Activo Puente, 2009); Emily Dickinson: Oblicuidad de luz. Universidad de Valencia; Frank O Hara: Meditaciones en una emergencia (Buenos Aires, Huesos de Jibia, 2011); Ezra Pound. Primeros poemas, Universidad de Valencia, 2014; Tierra de nadie. Poesía inglesa de la Gran Guerra. Buenos Aires, 2015; Palabra de Borges. Buenos Aires, 2016; y la Edición Crítica de la Obra Completa de Jorge Luis Borges –Editorial Emecé, Buenos Aires– en tres tomos.

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Asimismo, fue autor de las ediciones críticas de Hamlet, Macbeth, El rey Lear, Otelo y Romeo y Julieta, de Shakespeare, y de Una vuelta de tuerca y Los papeles de Aspern, de Henry James; y de la edición crítica y traducción anotada de los Cuentos Completos de Edgar Allan Poe (Buenos Aires: Colihue Clásica, 2010). Tradujo alrededor de cien obras del inglés al español, en prosa de autores como Hemingway, Faulkner, Nadine Gordimer, Truman Capote, Norman Mailer, Henry Miller y Saul Bellow; en poesía, además de Auden, a Crane, Kerouac y John Ashbery. Al inglés tradujo, entre otras obras, la Cantata de Bomarzo, de Alberto Ginastera y Manuel Mujica Láinez.

Recibió el Premio Konex de Platino en Letras en dos ocasiones, en 1994 y en 2004, y el Premio Teatro del Mundo, de la Universidad de Buenos Aires, por sus versiones anotadas de las tragedias de Shakespeare.

Fue miembro de número de la Academia Argentina de Letras y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española.