Michael Skinner, intérprete gallego: “La riqueza lingüística es igual a la diversidad”
Michael Skinner descubrió su verdadera vocación en su etapa en la televisión gallega, después de traducir a Chao-Li Chi, el actor que interpretó al mayordomo de “Falcon Crest” / Foto: Oscar Vázquez
Michael Skinner (Vigo, 1963) nació el primer día Das Letras Galegas. De padre británico y madre gallega, vivió sus primeros diez años en Inglaterra hasta que llegó a Vigo. Por el trabajo de sus progenitores, pasó veranos en las islas Caimán, Brasil, Argentina, Estados Unidos… “Cuando tenía 25 años, había vivido en 26 casas”, recuerda. Finalizó sus estudios en Historia del Arte Antiguo y Medieval en la Universidade de Santiago en 1987, pero fue en una etapa en producción de la TVG cuando destapó su faceta como intérprete de conferencias. Fue en una entrevista al actor Chao-Li Chi, que interpretó al mayordomo homónimo en la mítica serie Falcon Crest. De aquel momento, hasta trabajos recientes como una traducción a las palabras del Papa Francisco en Lisboa, han pasado 30 años para este intérprete especialista en castellano, inglés, francés, portugués y, cómo no, gallego, una de las lenguas cooficiales que debutaron este martes, ya oficializadas, en el Congreso.
Skinner invoca la imparcialidad de los intérpretes a la hora de valorar la incorporación de las lenguas cooficiales a la dinámica parlamentaria de la Cámara Baja y, como miembro de la Asociación de Intérpretes de Conferencia de España (AICE) —el colectivo cuenta con cerca de 100 profesionales del sector, con tres de ellos especializados en la lengua gallega— suscribe el comunicado emitido por esta y otras 16 entidades más a través de la red Vértice: «Como colectivo, consideramos de vital importancia que el Congreso, como órgano constitucional que representa al pueblo español, proteja el patrimonio lingüístico de todo el territorio y garantice el derecho de expresión”. “Personalmente, estoy a favor, porque suscribo la riqueza lingüística igual que la gastronómica o de paisajes que tiene que tener en España, y es una riqueza que es igual a la diversidad. No puedo concebir que se pueda estar en contra de eso”, asegura.
El intérprete afirma que, en comparación a otras lenguas cooficiales como el euskera o el catalán, hay mucho menos volumen de demanda en lo que respecta al gallego: “Hay muy poco trabajo. En comparación con el resto [de lenguas que domina], infinitamente menos, sí”, remarca el intérprete vigués.
La aprobación del uso de las lenguas cooficiales en el Congreso ha puesto el foco sobre este colectivo profesional, un contexto que, según expone Skinner, incomoda a un sector que destaca por su profesionalidad y su discreción. “Se les está convirtiendo en un chivo expiatorio, incluso yo le llamaría el síndrome de matar al mensajero”, afirma sobre el contexto en el que se encuentran sus compañeros de profesión.
La confidencialidad es esencial en este oficio, ya que los intérpretes tienen acceso por su función de puente comunicativo a archivos, documentos y conversaciones importantes de diversas índoles, incluidas, cómo no, las de organismos oficiales.
Además, la versatilidad es virtud y necesidad en su gremio. Este mes, Skinner por ejemplo, acudió a conferencias sobre asuntos dispares, como el atún o cirugías estéticas. Su mayor reto, hasta la fecha, fue una conferencia de arte floral con globos de látex. “Y en la época previa a internet”, apuntilla, para recordar otra capa de dificultad a la anécdota.
Entre sus estancias en Ponteareas, donde vive actualmente, y las clases con un sacerdote jesuita, incorporó el gallego a su amplia paleta de idiomas. “Desde los 17 años me molesté en aprenderlo porque no había ni una normativa escrita, fue cambiando mucho”, dice, sobre un idioma que, a sus veinte años, en plenos años ochenta, “estaba muy denostado, era de paletos”.
Del gallego llegó al portugués, gracias en parte a los amplios denominadores comunes entre ambos, pero también a la relación sentimental que unió durante algunos años a Skinner con la capital lisboeta. “Los amores que tuve en Lisboa fueron con un chico que se llamaba Pedro. Por mi condición sexual sufrí acoso escolar, y también sufrí ataques de homofobia. Una persona me rompió la nariz, esto hoy en día sería un delito de odio, pero hace cuarenta años no estaba todo tan aceptado”, asegura Skinner.
De aquellos viajes continuos quedó un conocimiento amplio del portugués y su afición por el fado. De hecho, su nombre artístico en Miguel Antonio. El francés, el idioma que falta por identificar, le fue sencillo aprenderlo, después de conocer tantos idiomas cercanos en sus raíces a la lengua de Jean-Jacques Rousseau. Skinner, además, destaca otra herramienta necesaria, que en este caso haría las veces de pegamento en su profesión: un buen bagaje cultural. “Hay que saber conectar para poder transmitir mejor el mensaje que se va a dar. Además de conocer idiomas, es importante conocer culturas”, desvela el intérprete gallego.