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Mexicana Muñiz-Huberman ensalza la visión de pícaros y exiliados

19/09/2005

Por Alberto CabezasMéxico, 19 sep (EFE).- La escritora mexicana de origen español Angelina Muñiz-Huberman acaba de publicar una nueva novela donde hace un guiño a la picaresca, género que considera fundamental para que una sociedad entienda la visión de sus personajes marginales.Nacida en 1937 durante el exilio de sus padres en Francia y emigrada a Cuba y luego a México, donde vive, la autora de "El sefardí romántico" (Plaza y Janés, 2005) ha creado un personaje inspirado en el sevillano Mateo Alemán (1547-1614) cuya mayor virtud es saber reírse de un mundo contemporáneo trágico y desgraciado."A mí siempre me atrae lo que no es de moda para demostrar que puede ser moda. Nunca sigo la corriente", explicó la autora en una entrevista con EFE.Muñiz-Huberman ha inventado a Mateo Alemán II, un "exiliado de su sociedad" capaz de cambiar "de oficios, de amores, de país" que "está reflejando todo ese proceso de poder viajar por el mundo sin tener prejuicios, que es algo muy característico de cualquier viajero"."Nadie lo acepta: aunque es un personaje que pertenecería a los bajos fondos, tampoco es aceptado ahí, por ladrones, mendigos, el mundo al cual podría pertenecer. Como salta (de estrato a estrato,...) nunca encuentra un acomodo", añade.Mateo Alemán, el ingenioso autor del personaje "El pícaro Guzmán de Alfarache" (publicada en dos partes en 1599 y 1602), fue un "cristiano nuevo" que logró emigrar a México y cuya pista se pierde en la localidad de Chalco, vecina a la capital del país.Su periplo lo repetirá en la novela el personaje de Muñiz-Huberman con otras motivaciones y protagonizando nuevas aventuras.Educada en México, la escritora admite que durante décadas conoció España a través de la Literatura y las historias que le contaban sus padres, quienes durante años esperaron en vano volver a su país de origen.En su personaje depositó algunas de esas vivencias y experiencias en sus familiares exiliados, visiones de México y también de una España imaginaria."El exilio fue muy nostálgico, y sobre todo para los hijos, para los pequeños, consistió en que nos estuvieran narrando, contando. E incluso mi madre me dijo, 'algún día tú contarás estas historias', y, en efecto, fue profética", asegura la autora.Pese a la creencia generalizada de que los exiliados son víctimas de esas vidas alejadas de los orígenes, Muñiz-Huberman cree que hay muchos aspectos rescatables de gente que ha vivido con cierta "ambigüedad en su identidad", como ella misma."Mi conclusión personal es que no soy ni lo uno (española) ni lo otro (mexicana): soy exiliada", afirma la escritora.En la novela va y vuelve sobre esa especie de "situación fronteriza", siempre presente en el caso de los pícaros."La picaresca (de los siglos XVI y XVII) nos describe una sociedad que parece la actual, en descomposición, con mucha confusión, muy fanática religiosamente, muy corrupta (...) Y esos valores o antivalores están actualmente presentes en todos lados: vemos la corrupción en la política, en todas las capas sociales", añade.Muñiz-Huberman cree que quizás exista cierto prejuicio contra esos personajes juguetones e insolentes por la imagen creada con algunos de los pícaros más famosos: el "Lazarillo de Tormes", "El Buscón" de Francisco de Quevedo, o varios de "La Celestina"."(La picaresca) no es sólo diversión. Es una denuncia muy profunda de lo que ocurría, de ver que algo estaba mal en la sociedad. Y era una llamada de atención que no fue hecha caso. (La gente) prefería el teatro, que era muy nacionalista, muy religioso. Esto era más agradable para el español medio de la época", añade.Muñiz-Huberman cree que es un error pensar que los pícaros son sólo personajes renacentistas o medievales o que desaparecieron, y defiende su visión y su vigencia."El pícaro, como lo concebimos tradicionalmente, ya no existe. Pero puede haber un derivado que sería cualquier personaje de los bajos fondos de la sociedad, que está siempre en esta situación intermedia, ambigua, de tener un trabajo, dejarlo" cuya esperanza en el día a día no va más allá que "tratar de sobrevivir"."Los 'franeleros' (aparcacoches) podrían ser pícaros, los tragafuegos, pero ya no se les llama así. Siempre va a haber un equivalente en la sociedad", concluye.