Luis Fernando Lara: “La lengua permite reconocerse y sentir identidad a través de ella”
El lingüista, miembro de El Colegio Nacional, dictó la cátedra “La expansión de los imperios”, como parte del curso Las lenguas romances. Una introducción a su historia.
El colegiado repasó el momento en que el catalán, el francés, el italiano, el castellano, el rumano y el portugués se convirtieron en lenguas identitarias.
El reconocimiento de la lengua italiana permitió el Renacimiento del arte, la cultura y el humanismo.
Después de cumplir una primera función de entendimiento para un determinado grupo, la lengua permite después reconocerse y sentir identidad a través de ella, sostuvo el lingüista Luis Fernando Lara al dictar la ponencia “La expansión de los imperios”, como parte del curso Las lenguas romances. Existe, señaló el colegiado, “un primer valor que es el del entendimiento: la lengua sirve para entendernos. El segundo valor empieza precisamente después de que se reconoce que se habla ya una lengua diferente del latín, es decir, cuando se descubre una lengua materna y al descubrir una lengua materna se crea un segundo valor y este es el valor de la identidad de la lengua. Es decir, reconocer que esta lengua es nuestra”.
Lara recordó que, en el siglo XIII, Alfonso el Sabio estableció el castellano en su reino “no tanto por crear una especie de lengua oficial sino por darse a entender, para Alfonso el Sabio, y diría yo que, para la historia de la lengua española, hay un primer valor: el del entendimiento”.
Para ilustrar el momento en que cada lengua romance se fue convirtiendo en una lengua de identidad en cada región, el lingüista se refirió a lo que el historiador suizo Jakob Burckhardt apuntó en su libro La cultura del Renacimiento en Italia, publicado en Basilea en 1860 y cuya edición crítica es de 1935, donde “sostiene que la construcción del hombre moderno se produjo en Italia, entre los siglos XIV y XV”.
Antes, durante la Edad Media, “la conciencia humana apenas estaba despierta, obstaculizada por la creencia, el infantilismo y la locura. Por primera vez en Europa es en Italia en donde crece una necesidad de objetividad respecto del mundo y, a la vez, un sentimiento de reivindicación del individuo, del ser humano por sí mismo. Dante escribía: ‘Mi casa es el mundo entero’. Con Dante se extiende esa afirmación del individuo y su derecho al conocimiento”.
A la par de la necesidad de identificarse a través de la forma de hablar, el saber adquiere un importante papel: “Las obras de la antigüedad romana y griega adquieren entonces un prestigio mayor que el que tuvieron entre los clérigos medievales; el conocimiento sale de los monasterios y las iglesias y se difunde desde las universidades. Los artistas, como el poeta Francesco Petrarca o Lorenzo Ghiberti, escultor de las llamadas ‘Puertas del Paraíso’ del Baptisterio de Florencia, vuelven los ojos a las obras de la antigüedad y su estética”.
Así, volteando a los textos de la antigüedad, escritos en lenguas clásicas, las mentes brillantes de la época están “cada vez más seguros del valor de sus romances, estos dejaban de ser cuestión de estilo; el latín tenía su papel como lengua clásica, de cuyas obras abrevaban, pero sus lenguas también servían para el conocimiento y la sensibilidad, como lo postuló Dante en su De vulgari eloquentia”.
La trascendencia fue mayor, porque para Lara el reconocimiento de la lengua, el vulgar italiano, representó el renacimiento de la cultura y el arte como había sucedido en la época clásica: “Esta actitud nueva de confianza en sí mismos, de reconocimiento del valor de la vida humana, de nuevo aprecio de la antigüedad clásica y de expansión de la lengua vulgar, ya reconocida como su propia lengua, dio como resultado el humanismo y con él el renacimiento de la cultura y el arte”.
“La búsqueda de Dante de un vulgar italiano, propuesta en su ensayo, dio lugar a una amplia discusión acerca de qué romance habría de convertirse en una lengua italiana utilizada por todos los italianos, aunque Italia no estaba unificada como un estado nacional”. Dante identificó 14 romances en Italia: el florentino o toscano, su propia lengua, además del milanés, romanesco, siciliano, friuliano, sardo y veneciano, entre otros.
Entre tres posturas que pugnaban por establecer una lengua italiana ganó la que afirmaba “que debía ser el florentino la base de un italiano común”, idea impulsada por el veneciano Pietro Bembo, a razón de que esta forma ya había adquirido prestigio gracias a Dante, Petrarca y Boccaccio.
Así, explicó el integrante de El Colegio Nacional, fue avanzando el establecimiento de una lengua común para todos: “La primera gramática italiana fue la de Giovanni Francesco Fortunio, Regole grammaticali della volgarlingua, publicada en 1516. Por su parte, la Academia della Crusca Florentina, primera academia de la lengua en la historia, fundada en 1582, contribuyó a la expansión del florentino con la publicación del primer diccionario monolingüe italiano, el vocabulario de la Academia della Crusca, publicado en 1612, orientado a limpiar el vocabulario florentino de la cáscara que le habían introducido malos escritores”.
“La cuestión de la lengua se resolvió finalmente tras la unificación italiana con el florentino como sustento del italiano nacional, pero no alteró la supervivencia de los demás romances italianos, hoy llamados dialectos, cuyo vigor es felizmente sorprendente”, dijo.
La del castellano, primera gramática de un idioma romance
Mientras los italianos pugnaban por elegir su lengua, en Castilla el castellano comenzó a volverse muy popular: “Se había ido difundiendo desde las guerras de reconquista sin agredir a los otros romances peninsulares, pero sí subyugándolos con el creciente papel político unificador de Castilla”, dijo Luis Fernando Lara.
Otra mente brillante, la del andaluz Antonio de Nebrija, sería fundamental. “Nacido en la actual Lebrija, a 70 kilómetros de Sevilla, después de tres años de estudio en la Universidad de Salamanca, a los 19 de edad se fue a la Universidad de Bolonia a estudiar con los humanistas, en donde vivió 10 años. A su regreso a España, lo contrataron en Salamanca como profesor de elocuencia, poesía y gramática”.
Lara recordó que su libro, Introductiones latinae, publicado en 1481, “estaba dedicado a la enseñanza del latín de los clásicos, tal como lo postulaba el humanismo; ese libro tuvo poderosa influencia en la elaboración de varias gramáticas de lenguas amerindias, en particular en México”. Pero la gran trascendencia llegó con su ‘Diccionario latino-español’, elaborado para acompañar la enseñanza gramatical, “fue publicado en 1492 y estaba destinado a que sus alumnos pudieran entender las obras latinas; y más tarde, en 1495, su contraparte, el ‘Vocabulario español-latino, destinado a la producción de textos en latín por parte de sus alumnos”.
“Nebrija fue de los primeros introductores del humanismo y el Renacimiento en Castilla. Para Nebrija, la lengua vulgar, el castellano, necesitaba una elaboración gramatical, aquí tenemos un espíritu ya cercano al de Dante, se conserva el mismo espíritu de los gramáticos latinos y de Dante en cuanto a la necesidad de reducir al artificio su romance para que fuera capaz de conservarse sin variación y sin sufrir el paso del tiempo. Ese era el sentido de la ‘Gramática’ de Nebrija, de 1492”.
“El castellano ya se había vuelto la lengua dominante en España; la Gramática castellana de Nebrija fue la primera que se escribió de una lengua romance”, dijo. Su importancia, sin embargo, revistió aún mayor debido al viaje de Cristóbal Colón a América con apoyo de los Reyes Católicos.
“La dinastía Habsburgo, que llegó a España tras la muerte de los reyes católicos, con el ascenso al trono de Carlos V, tenía entre sus dominios España, Austria, los Países Bajos, Hungría, Nápoles, Córcega y Sicilia. Gobernaba en consecuencia sobre pueblos de muy diferentes lenguas, motivo por el cual estaba acostumbrada a su pluralidad y no forzaba la imposición de una lengua sobre las demás”.
Las características de las colonias americanas y de las islas filipinas que se descubrieron y colonizaron bajo el reinado de Felipe II, sin embargo, “plantearon al imperio Habsburgo una cuestión tan novedosa como el propio descubrimiento de América y la navegación por el Pacífico. Los dominios europeos de la dinastía compartían el mismo pasado, la misma religión, la misma civilización, y sus lenguas se conocían y formaban parte de su espacio de comunicación”.
En tanto que, “las lenguas americanas eran completamente extrañas, de pueblos considerados salvajes, entre la imaginación y los relatos míticos, en esa medida, necesitados, entre comillas, de la civilización europea y su cristianismo. En consecuencia, desde 1550, Carlos V ordenó que se enseñara la doctrina cristiana en español para la conversión de los indios a la fe católica y para que aprendieran nuestra poesía y buenas costumbres”. Para esa labor, la Gramática de Nebrija sería fundamental.
Lara repaso igualmente el caso del resto de lenguas romances: catalán, francés, rumano y portugués para conformarse como lenguas identitarias de una región: “El francés como el castellano (y el resto de lenguas romances) eran ya lenguas de poderosos estados nacionales, en competencia por alcanzar el prestigio de las lenguas de la antigüedad y por dominar en el ámbito internacional”, enfatizó Luis Fernando Lara.
La cátedra “La expansión de los imperios”, como parte del curso Las lenguas romances. Una introducción a su historia, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.
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