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Los sucesos del Capitolio revelaron cómo el lenguaje puede ser sesgado para color y raza

10/01/2022
Cyraina Johnson-Roullier

El asalto al Capitolio

Por un lado, las violentas imágenes del 6 de enero de 2021 insisten en que este horrible momento fue la negación de uno de los ideales más preciados de Estados Unidos: la transferencia pacífica del poder. Por otro, que fue un acto de patriotas comprometidos que lucharon desesperadamente por salvar a su país. Al traspasar su dura superficie se descubre que esta terrible coyuntura también tuvo que ver con el lenguaje.

Y lo que es más importante, tiene que ver con una relación invisible entre la lengua y el color que distrae del verdadero problema: cómo vamos a reconciliar alguna vez unas diferencias tan profundas. Sin embargo, a pesar del dolor y la desilusión que todos sentimos, si no encontramos juntos la manera de articular una nueva posibilidad, nadie saldrá ganando.

Si queremos tener éxito para evitar otro acontecimiento en nuestro futuro político tan traumático como el del 6 de enero, debemos aprovechar este momento para comprender que muchas de las raíces de su conflicto central pueden encontrarse en un lenguaje aparentemente inocuo, pero relativo a colores.

No hablamos del lenguaje en términos de que tenga un “color”. Esta idea permanece en la clandestinidad, en un lugar silencioso de suposición y creencia que sustituye a la auténtica realidad de la experiencia humana. Como afroamericano criado en el inglés estándar, a menudo otros que no lo son me han preguntado: “¿Por qué hablas en blanco? Los esfuerzos por comprender cómo se llegó a esa forma de hablar estándar también suelen suscitar la pregunta: “¿De dónde eres?”.

El significado de estas preguntas me quedó claro un día en el trabajo, hace mucho tiempo. Estaba gestionando los teléfonos de la oficina de medios de comunicación durante el almuerzo de la recepcionista. No había habido muchas llamadas, así que cuando un hombre llamó desde otra de las oficinas de la empresa, no me di cuenta de que no eran sólo negocios hasta que le oí decir algo tan inesperado que no pude hacer otra cosa que soltar una sonora carcajada.

“Así que”, decía, sugestivamente, “¿cómo eres? ¿Eres rubia? ¿Pequeña?”

¿Qué? La imagen que describía parecía una caricatura, no se parecía en nada a mí: afroamericana, de estatura y peso medios, pelo castaño, ojos marrones.

“No”, dije, todavía riendo, incrédula. “En realidad, soy negra”.

Al oír esto, el tono de su voz, tranquilo e íntimo como si ambos estuviéramos en un maravilloso secreto al que sólo los dos teníamos acceso, cambió por completo.

“Eso no es gracioso”, dijo, sumamente ofendido. “No deberías bromear así”.

“No es una broma”, respondí. “Soy negra”.

“No suenas como si fueras negra”.

Y ahí estaba. Para él, yo no sonaba como si fuera negra, y por lo tanto no lo era, no podía serlo. Para él, el lenguaje tenía definitivamente un color.

El 6 de enero de 2021, este “color” del lenguaje estaba en todas partes, y especialmente en el discurso del entonces presidente Donald Trump en su mitin “Save America”, donde instó a sus partidarios a “detener el robo”. Esta idea es la que Janet McIntosh, profesora de antropología lingüística y coeditora del libro Language in the Trump Era: Escándalos y emergencias, llama “silbato para perros”, o una alusión aparentemente inocente con un significado especial para otros.

En este caso, explica McIntosh, tiene una carga racial, ya que “la frase 'Detener el robo' tiene una resonancia especial para... los seguidores (de Trump), porque durante años... (él) ha avivado la idea de que las minorías raciales están 'robando' a los estadounidenses 'decentes' (blancos); (y) que los inmigrantes están entrando a raudales para saquear la nación.”

Aun más significativa es la idea de que este “color” del lenguaje es también parte de un “lenguaje” generalizado de la raza en Estados Unidos. Y como este “lenguaje” se basa históricamente tanto en la palabra como en la imagen, como explora la profesora de literatura Robyn Wiegman en su libro “American Anatomies: Theorizing Race and Gender”, las palabras e imágenes determinadas por la raza suelen estar inextricablemente entrelazadas en significados culturales violentos y forzados que también están profundamente divididos.

Así, la aparición de una horca y una soga en el jardín oeste del Capitolio el 6 de enero, podría entenderse inmediatamente como uno de esos ejemplos de cómo se expresa la intersección entre el “color” del lenguaje y el “lenguaje” de la raza en Estados Unidos.

Como escribe Alaa Elassar, de CNN, la soga es “un potente símbolo de odio... es un discurso violento... un símbolo de la historia de linchamientos de Estados Unidos”.

Aunque los linchamientos se dirigían con mayor frecuencia a los afroamericanos, también tuvieron su parte de víctimas blancas, especialmente las que se consideraban simpatizantes de intereses determinados por la raza. La relación entre el “color” del lenguaje y el “lenguaje” de la raza en Estados Unidos es especialmente significativa en este caso, ya que la horca del 6 de enero estaba destinada a un hombre blanco, Mike Pence, cuyas acciones desafiaron la retórica de Trump de “Stop the Steal”, de carácter racial.

Al abordar el difícil pasado racial de Estados Unidos, Michael Landis, autor de “Northern Men with Southern Loyalties” (Hombres del Norte con lealtades sudistas), nos advierte de que debemos prestar mucha atención a cómo utilizamos el lenguaje, afirmando que debemos “ser cuidadosos y deliberados con nuestra redacción; aunque estudiemos el pasado, no nos encadenemos a él.”

Mientras reflexionamos sobre el legado del 6 de enero de 2021, buscando soluciones viables a los problemas que deja tras de sí, debemos darnos cuenta de cómo, visto a través del “color” invisible del “lenguaje” de la raza de Estados Unidos, nuestro pasado puede impedir el futuro que esperamos alcanzar. Landis pregunta: “¿Luchas por el país que fue o por el que será? ¿Qué clase de patriota eres?.

Debemos considerar, y reconsiderar, estas preguntas porque, como nos recuerda Landis, “Las palabras tienen poder... (y) la retórica importa”.

Cyraina Johnson-Roullier es profesora asociada de literatura moderna y literatura de las Américas en la Universidad de Notre Dame.