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Las lenguas llamadas español

10/08/2023
Enrique Soriano Valencia

No existe un solo idioma español. Tampoco se puede hablar de un idioma puro, único o ideal. Hoy hay tantas variantes como comunidades en los 22 países que lo tienen por idioma formal, más los Estados Unidos de América. El idioma español difundido en los libros es un concepto, una definición que de forma moderna pretende unificar a más de 550 millones de hablantes. Es una lengua que tuvo una procedencia, pero que se extendió, ramificó y evolucionó en cada sitio donde se asentó.

Por origen, lo reconocen en el mundo como español (Spanisch, espagnole, espanhol, spagnolo, ispaknkí, ispankiy) y no como castellano; nombre asignado en España por ser la región de procedencia, porque los otros idiomas que aparecieron en esa nación también tienen el derecho de ser llamados español, como el catalán, el gallego o el euskera.

Adquirió carta de naturalización en los países latinoamericanos porque al ser la lengua administrativa, jurídica y formal del reino de Castilla, se impuso. Ha arraigado de tal forma, que desarrolló sus particularidades por doquier con lenguas nativas y costumbres diversas. Como en cada localidad tiene su propia evolución, ningún país podría ostentarse como el que tenga el español más adecuado o perfecto. Las culturas de cada región le han impreso características singulares por las diversas formas de sentir y vivir. El idioma, recordemos, es la expresión de la sociedad en la que vivimos porque para ella sirve. Nadie podría decir que el voseo de Argentina, Uruguay y Paraguay es mejor o peor que el uso de la conjugación vosotros en España (plural del tú, equivalente al ustedes), ausente en América Latina.

Por ello, imposible que alguien se ostente como un perfecto hablante de nuestro idioma. Esa calificación únicamente se limitaría a una localidad o país. La variedad haría imposible aplicar ese término a tantas formas expresivas, tan válidas unas como las otras.

Nuestro idioma se desenvuelve con gran dinamismo entre la libertad y la norma. Entre la libertad, porque los usuarios del idioma son los que rigen la lengua y los académicos solo tienen el deber de estudiar y dar a conocer su comportamiento (el libro de Gramática es un retrato momentáneo). Y entre la norma, porque al reportar en un momento determinado la conducta del idioma, establecen leyes (como las de la física y química), que a su vez sirven de patrón para acercarnos a las formas generales de uso. Así, libre albedrío y norma están en una relación dialéctica: los usuarios fijan la conducta del idioma, pero también los usuarios intentamos seguir los lineamientos de los gramáticos. Por ello, la palabra ‘todes’ podría llegar a enraizar y validarse. Hasta este momento, lleva la batalla perdida ‘todes’ frente a ‘todos’, pero el desdoblamiento (mexicanas y mexicanos) va en avance.

Por eso, un idioma como el nuestro es difícil de dominar. Abarcar, comprehender, todas sus particularidades, es imposible. Nadie posee la verdad universal del idioma. Los que pretendemos aportar, únicamente podemos aspirar a buscar o describir el uso mayoritario, imposible lograr al español perfecto.