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Las lenguas indígenas en la Revolución de Mayo rioplatense

16/06/2020
Pablo Camogli

Manuel Belgrano

La preocupación por sumar a los pueblos originarios al proceso revolucionario de lo que hoy es la Argentina fue generalizada entre los miembros del ala más radicalizada de la elite dirigente de Buenos Aires. No es casualidad que Manuel Belgrano y Juan José Castelli hayan sido los designados al frente del ejército del Paraguay y el del Alto Perú, respectivamente. Ellos eran, junto a Mariano Moreno, los referentes más brillantes y claros en el plateo político de la revolución de Mayo y ambas campañas habían sido diseñadas más que para pelear, para convencer a los pueblos a su paso.

Con este objetivo es que tanto Belgrano, como vimos, y Castelli, recurrirán a la traducción sistemática de sus escritos a las lenguas nativas. Al igual que con el uso del aguyjei, los traductores de Castelli van a utilizar el término Llacta o Llaqta runa en los encabezamientos de las proclamas revolucionarias. Este término quechua se traducía como “persona del pueblo” o “del país”, y era una referencia directa al mundo incaico que sustraía a los interlocutores de la colonial y despectiva denominación de “indios peruanos”.

Toda esta política de ampliación de la base social de la revolución, se completó, en el caso de Castelli, con la célebre ceremonia realizada el 25 de mayo de 1811 en las ruinas sagradas de Tiahuanaco. Aquel fue el mayor acto de unidad plurinacional del que se tenga memoria en América, cuando a pocos kilómetros del lago Titicaca confluyeron soldados porteños, cordobeses, tucumanos, catamarqueños, santiagueños, jujeños, potosinos, cochabambinos y paceños, junto a miles de originarios de toda la región y los numerosos regimientos de pardos y morenos que peleaban en condición de libres. Castelli leyó un documento de fuerte prédica revolucionaria, que fue luego replicado en las dos lenguas nativas más importantes, el quechua y el aymara.