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Las amenazas mediáticas a la lengua

06/07/2010

Maximiliano Fernández, El Norte de CastillaNo hay razón alguna para asegurar que belleza e inteligencia sean incompatibles, por más que cada vez que se ha querido experimentar el mestizaje entre una persona de grandes dotes intelectuales con otra físicamente exuberante o agraciada, la primera se haya negado por temor a que el engendro saliera más bien feo y corto de luces.En una televisión madrileña, en la que trabajé durante algún tiempo en temas de comunicación, los encargados de seleccionar a los presentadores no eran los profesionales con mayores dominios en cultura general y periodística, sino los encargados de producción, y su criterio dominante, en consecuencia, no el del conocimiento, la información y la adecuada expresión oral, sino el de la buena imagen. Luego sucedía que el guaperas o la despampanante de turno, si no atesoraban otras cualidades, aseguraban que los madrileños habían lanzado a los franceses, durante la Guerra de la Independencia, macetas, cubos de agua y hasta bombonas de gas... Estos días he escuchado en otra cadena que podía 'rebautizarse' una frase, en lugar de 'parafrasearse' (TVE, Telediario 1, 18-6-2010). Y todo ello por no recordar el caso de la actriz famosa, ya en decadencia, que felicitó a un tetrapléjico por su «bonita profesión». O por no insistir en los conocidos despropósitos de nuestros ministros y ministras actuales (las «miembras»), pasados (el «onceavo» de Cultura, precisamente) y aspirantes (el de «los chuches»).En ámbitos periodísticos y políticos no son infrecuentes los errores en el plural del 'sí' y el 'no' omitiendo la 'e'; la referencia a los artículos editoriales, en femenino; el uso del posesivo en lugar del personal (por ejemplo, 'delante mío' por 'delante de mí'); el dequeísmo, que se generaliza, sobre todo en radio y televisión; la confusión del deber (obligación) con del deber de (suposición), en la que también cae el señor Rodríguez Zapatero, siempre tan enfáticamente; la confusión entre prever y proveer, inhumar y exhumar, absorber y absolver, trivial y tribal y tantos otros disparates, neologismos mayoritariamente innecesarios, usos empobrecedores y otros dislates con los que cada día se zahiere nuestra docta gramática y utilísimo diccionario.En alguna ocasión —tal vez simples lapsos— se ha asegurado que por Viena fluye el Vesubio azul o que el hombre primitivo se refugiaba en tabernas… Con motivo del reciente ataque de tropas israelíes a un convoy internacional de ayuda humanitaria, hubo quienes asimilaban hebreo e israelí sin tener en cuenta que ni todos los que practican la religión hebrea son israelíes ni todos los israelíes practican la ley de Moisés, por lo mismo que no todos los árabes son musulmanes o islamistas.El término humanitario está bien empleado en el caso de ayuda, no en los de catástrofes, crisis o tragedias humanas, que serán humanas o sociales, pero no humanitarias. El hipérbaton en la organización de una frase nada tiene que ver con una hipérbole, por exagerado que resulte. Los sonidos onomatopéyicos son completamente distintos de las prosopopeyas o personificaciones.Estamos ante un problema de desconocimiento lingüístico y de incultura, achacable en su mayor parte a los medios de comunicación y portavoces sociales, por más que en un reciente Seminario Internacional sobre Lengua y Periodismo, celebrado a primeros de junio en San Millán de la Cogolla, se llegara a la conclusión de que los periodistas influyen cada vez menos en el lenguaje, porque comparten responsabilidades con famosos, políticos, publicitarios, blogueros y guionistas de cine y televisión; al fin y al cabo, todos altavoces sociales desde plataformas mediáticas. Realmente el maltrato al idioma no es exclusivo de nuestro tiempo y nuestras tecnologías, porque en el siglo XIX se rotulaban mal algunas calles y un ayuntamiento de capital de provincia pidió corrección hasta en las inscripciones lapidarias. En un paredón de la misma ciudad en el que un subversivo pedía «muerte al clero y a la banca», otro cavernícola añadió: «y a los curas también». Ignoro si lo encarcelaron. El problema de las nuevas tecnologías es que multiplican la difusión del disparate, bajo apariencia y pretensión incluso didácticas.Es cierto que hoy existe mayor sensibilidad en los medios hablados y escritos, incluso mayor control por parte de las academias, fundaciones y defensores de la lengua, con el fin de «contribuir al buen uso del español, especialmente en los medios de comunicación». Y es cierto que existe más alfabetización; pero si el arameo, el griego, el latín y otras lenguas clásicas, con su belleza, sonoridad y cadencia y su rico patrimonio de inspiradas y cultas expresiones, enmudecieron en el trajín de los siglos, quizás no resulte descabellado pensar que otro tanto puede suceder con los idiomas más hablados en nuestro tiempo: inglés, chino, español… si los portavoces sociales, blogueros y demás usuarios descuidados de nuevas tecnologías siguen despreciando la corrección, especialmente en el envío de mensajes a móviles y correos electrónicos.Si en los medios escritos y audiovisuales, en la publicidad y en las nuevas tecnologías, siguen primando la imagen, la incultura y las modas alejadas de la etimología sobre el conocimiento y la corrección lingüística, el idioma se sentirá realmente amenazado y en peligro de desintegración.