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La lengua española une esfuerzos para preservar la unidad

10/11/2005

José Claudio EscribanoLa NaciónMADRID.- El rey de España, Juan Carlos,recibe este jueves en el Palacio de la Zarzuela el primer ejemplar del Diccionario Panhispánico de Dudas. Ninguna otra lengua en el mundo, aparte del español, cuenta con veintidós academias nacionales dispuestas a preservar la unidad y la riqueza del habla popular común. Más raro todavía es que se haya hecho el esfuerzo, por coronarse esta tarde en visita conjunta de los presidentes de las academias al rey de España, a fin de que los hispanohablantes dispongan de un instrumento consensuado de consulta que ponga a salvo matices regionales del idioma mestizado desde que el conquistador pronunció, por primera vez, imitando al indígena, la palabra "canoa". Recuerda Milan Kundera en su último ensayo, "El telón", que si bien hay tantos polacos como españoles, ambas naciones difieren por algo profundo. Polonia ha carecido de la certeza sobre sí misma que tienen las grandes naciones. A ningún español, dice Kundera, se le hubiera ocurrido lo que Gombrowicz escribió en carta a Czeslaw Milosz: "Si, dentro de cien años, nuestra lengua todavía existe?". España nunca dudó de su lengua. Más que existir, el español crece, se expande por doquier. Con los académicos, presididos de manera informal pero indiscutida, por el presidente de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, participarán de la ceremonia en la Zarzuela editores de las principales publicaciones editadas en español, comprometidas con el respeto por la lengua compartida. Por el simple hecho de que esas publicaciones actúan día a día como esponjas de la creatividad lingüística de la sociedad a la que reflejan, un conjunto de periodistas veteranos fue consultado al promediar la confección del diccionario y a poco de cerrarse su elaboración. * * * El Diccionario Panhispánico de Dudas, el primero en su tipo consensuado por las academias, dispondrá por orden alfabético, a lo largo de 1500 páginas, de 7000 entradas que se corresponden con los interrogantes más frecuentes entre más de 600.000 que se plantean por año a las veintidós instituciones dispersas por el planeta. Serán respuestas lingüísticas por ortografía, sintaxis, significado de las palabras, etimología, que estaban pendientes de una contestación cristalizada en libro desde los tiempos en que Fernando Lázaro Carreter, presidente entonces de la Real Academia, dijo que había llegado el momento de confeccionar un diccionario de ese nuevo carácter. El DPD dejará en pie las diferencias regionales o dialectales según los usos firmes y autorizados por la escritura. Antes, los argentinos escribían "la juez" y hoy "la jueza", pero mal podría imponerse como legítima esta última acepción a los portorriqueños. Por esas insondables razones de la idiosincrasia de una comunidad -de ésa o de cualquiera otra-, en Puerto Rico constituye una vulgaridad decir "jueza" y no juez, sea para aplicarlo a un hombre o a una mujer. Tampoco en Buenos Aires a nadie se le ocurriría llamar "cancillera" a quien reemplace al doctor Rafael Bielsa al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores, en el supuesto caso de que el Presidente llegara a estar dispuesto a la originalidad -nada criticable en relación con otros empeños creativos- de llevar por primera vez al Palacio San Martín a una mujer. A los colombianos les resulta, en cambio, natural llamar "cancillera" a quien, en otras partes, es "canciller". El rey encarna la idea de la continuidad histórica del Estado y España vela, según mandato expreso de la Constitución, por la unidad de la lengua. Convengamos en que se trata de una tarea cada vez más compleja. No sólo por la acción de hispanohablantes de otros lados; por los mismos españoles. Por acuerdo del ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, y su colega británico, Jack Straw, presidente hasta el próximo mes del Consejo de la Unión Europea, los españoles podrán dirigirse en adelante a ésta en alguna de las lenguas de España: en catalán -mejor dicho, en catalán/valenciano-, en gallego, en euskera. Podrán escribir al Consejo de la Unión Europea y estar seguros de que la respuesta contará con la debida intervención de un cuerpo traductor constituido por indicación del gobierno español. * * * Velar por la preservación y unidad de la lengua que vincula a más de 400 millones de seres del planeta es un fenómeno de vastísimas proporciones culturales y políticas y alta significación económica para todos los países involucrados. Pero eso no significa despreciar el contenido espiritual y práctico de otras expresiones idiomáticas, como las que se prolongan en la vida de España y en tierra americana. En Guatemala se hablan 21 lenguas mayas a cuya preservación el gobierno asigna partidas presupuestarias relativamente importantes respecto de la enseñanza del español en ese país. Y nadie se queja por ello en la gran cultura iberoamericana. En una reflexión admirable, George Steiner, que ha sido candidato al Premio Nobel de Literatura a propuesta de la Academia Argentina de Letras, ha dicho que no hay lenguas pequeñas. Que cada lenguaje contiene, explora y transmite una carga única de recuerdos vividos y una potencialidad para el mañana, y que es un crimen echarle el detergente de angloamericanismos prescindibles. Necesitamos del inglés y necesitamos de los miles de lenguas que todavía se hablan, y muchas de las cuales se extinguen por decenas al año, a raíz de algunas de las tantas contaminaciones que afectan a la humanidad, como factores esenciales para la construcción de personas. Hoy estarán con el rey hombres sensibles al valor de la palabra, a la sacralidad de la comunicación, a ese fenómeno al que Nélida Piñón, "gallega por los cuatro costados" pero al mismo tiempo una de las voces más espléndidas del portugués contemporáneo, exaltó días atrás en Lisboa "no ya porque evitó la fragmentación geográfica y resistió los tormentos de la modernidad fatua", sino porque sin él no hay patria, sin él no hay campamento humano. Celebremos este nuevo esfuerzo por el esplendor de la lengua española. Celebremos cuanto se realice por la preservación de los más sutiles hilos de la comunicación y la trascendencia humanas. Hagámoslo, al menos, en nombre de lo que el propio Steiner calificaría de combate insoslayable contra el tercer fascismo: primero el de derecha, luego el de izquierda y siempre contra el fascismo de la vulgaridad, que no da tregua.