La inteligencia artificial opina sobre la diversidad lingüística
La película irlandesa ‘The Quiet Girl’ está casi totalmente hablada en gaélico, idioma oficial de Irlanda, junto al inglés, desde 1922.
Hace unas semanas tuvo lugar la 23ª edición del Día Internacional de la Lengua Materna, que celebra la diversidad lingüística y la educación multilingüe.
Es una fecha importante para todos los hablantes del mundo, pero especialmente para aquellos que hablan lenguas minoritarias que no tienen, aún en pleno siglo XXI, el reconocimiento que se merecen ni por parte de las administraciones ni por parte de la sociedad.
Se escogió la fecha del 21 de febrero en conmemoración de los violentos incidentes –con decenas de muertos y centenares de heridos– que tuvieron lugar en Daca (ahora, Bangladés; entonces, Pakistán Oriental; antes, Bengala) en 1952, tras la protesta iniciada en la universidad de esta ciudad en defensa del reconocimiento del bengalí como lengua oficial en Pakistán. En aquel momento, el gobierno de este recién creado estado (1947) había decretado el urdu como única lengua oficial y, por tanto, como la lengua vehicular en la escuela y en los medios de comunicación.
Ha pasado ya un tiempo desde aquellos días, pero, aunque no haya matanzas de este tipo –o al menos, no de forma pública–, las personas que utilizan esas otras lenguas con menos millones de hablantes, sin una nación específica, sin oficialidad, siguen aguantando improperios y soportando presiones por parte, en su mayoría, de hablantes de esas otras lenguas mayoritarias con las que conviven.
Prejuicios actuales
No hace falta escarbar mucho en los archivos digitales de medios de comunicación o en las propias redes para encontrar ejemplos de este tipo de vejaciones con las lenguas y sus hablantes.
A veces vienen en forma de “chiste”, aunque no hacen gracia. Otras veces vienen en forma de “te voy a contar algo que no sabes”, aunque lo que muestran es una ignorancia supina sobre lo que es el lenguaje y las lenguas. Y, otras, vienen en forma de “alegato-pataleta de derechos”, aunque caen en su propia trampa, ya que los derechos lingüísticos son para todos los hablantes, no solo para algunos.
Se ha hecho viral la queja de una enfermera por tener que aprender catalán para presentarse a las oposiciones en Cataluña.
Esta actualidad perpetua y cíclica de los prejuicios lingüísticos también suele ser contrarrestada por campañas como la propia del Día de la Lengua Materna o la del Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas en el que actualmente estamos, y rebatida con argumentos científicos por especialistas en el lenguaje y las lenguas, es decir, los lingüistas.
Aunque, naturalmente, estas refutaciones no llegan a tener las cotas de populismo que pueden tener TikTok, Instagram o la televisión en horario de máxima audiencia.
ChatGPT y su control del lenguaje
Pensando en este tema del lenguaje y las lenguas, las personas y los trending topics, en estos días también se está hablando mucho de la inteligencia artificial. Especialmente, de ChatGPT y su capacidad de “hablar” como un ser humano.
Este chatbot, lanzado por la empresa OpenAI en noviembre de 2022, está siendo una verdadera revolución. Además de recopilar información, aprender de ella y proporcionarla de forma coherente y cohesionada, cuando “charlamos” con ChatGPT, sus respuestas inmediatas, perfectamente construidas y pragmáticamente adecuadas, dan la sensación de que verdaderamente hay una inteligencia no artificial al otro lado de la pantalla.
Cuando surge este tipo de innovaciones de última generación que “hablan como los humanos”, los lingüistas solemos ser escépticos. No porque pensemos que la máquina es incapaz de comprender y producir mensajes –el modelo del lenguaje de ChatGPT, de hecho, es verdaderamente sorprendente, con una redacción pulcra y bien organizada que sonrojaría a muchos humanos–. Más bien porque el concepto de lo que presenta como lenguaje, su funcionamiento y su relación con las lenguas es reduccionista, bastante alejado de la realidad.
Por un lado, el procesamiento del lenguaje humano es multimodal. Esto quiere decir que, para comprender el lenguaje, no solo tenemos que escucharlo sino también verlo, y que, para producirlo, no solo utilizamos el aparato fonador para emitir sonidos, sino también las manos, torso y cabeza para articular gestos.
Por otro lado, el lenguaje no está desgajado del conocimiento que tienen sus hablantes del entorno sociocultural en el que viven. A veces se nos hace creer que lo importante de las lenguas –esas manifestaciones concretas del lenguaje– son solo sus reglas gramaticales y su léxico. Sin embargo, crear una frase gramaticalmente correcta no asegura comprender lo que significa.
Esto lo explica muy bien la profesora de la Universidad de La Rioja Lorena Pérez Hernández, quien, tras conversar con ChatGPT y rememorar los bizcochos de su infancia, construye esta dulce analogía.
De momento, con respecto al lenguaje humano, ChatGPT es lo que la cobertura de chocolate al pastel –léanse (o, mejor, infiéranse), los aspectos formales del lenguaje–. Al igual que al pastel para serlo, a ChatGPT le queda aún amasar el bizcocho y preparar el relleno. Es decir, ocuparse de aspectos como la creatividad o procesos como la ostensión e inferencia, claves en el procesamiento del humor, la ironía y de todas estas construcciones lingüísticas que no existen aún, pero podrían hacerlo en cualquier momento.
En definitiva, lo que le suele pasar a este tipo de inteligencia artificial es que le sigue faltando, a pesar de su sofisticación, el sentido común de los seres humanos.