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La emoción es el pegamento que agrupa las palabras en nuestra mente

06/01/2023
Clara Planchuelo Fernández, Jon Andoni Duñabeitia y José Antonio Hinojosa Poveda

Shutterstock

Al leer aquí perla, ¿cuál es la primera palabra que le viene a la cabeza? Probablemente, la asociará con collar y cuello, como muestran las bases normativas de asociación en este tipo de experimentos. Pero a lo mejor se le ha ocurrido negra, lo que coincidirá con los resultados de estudios que muestran la relevancia que tiene el componente cultural en la interrelación léxica.

Resulta que es la opción más frecuente, debido a la conocida película Piratas del Caribe: La maldición de la perla negra. La influencia del contexto cultural en el momento en el que se hizo popular este film es lo que ha hecho posible esta relación, incluso sin tener estas palabras un significado cercano.

A partir de este dato, puede que muchas personas se estén haciendo ahora la misma pregunta: ¿qué hace que las palabras formen, como las cerezas, racimos en nuestra mente? Ya hemos hablado del factor cultural, pero hay otro aún más importante.

Si yo le digo “beso”…

Piense ahora en la palabra beso. Si mira los resultados del estudio anteriormente mencionado, podrá comprobar que se relaciona con términos con una connotación afectiva similar, tales como amorlabioslengua y cariño.

Efectivamente, entre los elementos más relevantes que unen las palabras en la mente sobresalen las características emocionales. Estas tienen que ver con el tono hedónico positivo o negativo que relacionamos con un concepto determinado (la llamada valencia) y con el nivel de activación que nos produce (el arousal). Organizamos nuestra mente, nuestro lexicón mental y nuestro discurso siguiendo esos principios afectivos.

El hecho de que la emoción actúe como una importante fuerza en las asociaciones entre conceptos puede tener una explicación adaptativa: la activación conjunta de palabras que se relacionan afectivamente, en un marco afectivo concreto, podría hacer que las personas se encontrasen más adaptadas a los distintos contextos vitales, dada la relevancia de las emociones para la supervivencia.

El procedimiento para estudiar este tipo de nexos es muy sencillo: se proporciona una palabra a un gran número de personas con el fin de que estas digan las primeras palabras que les vengan a la mente, como en los casos de perla y beso. Esto permite la creación de bases y estudios de asociación léxica.

¿Y qué pasa cuando hablamos en una lengua extranjera?

Ya que la emoción parece cumplir un papel fundamental en la relación de conceptos, la siguiente pregunta que surge es si ocurre lo mismo en una lengua no nativa. Es decir, cuando aprendemos un idioma extranjero, ¿las palabras se organizan igual?

La cuestión adquiere aún más relevancia debido a que, cuando nos comunicamos en una lengua extranjera, aparece lo que se conoce como distanciamiento emocional. Nos alejamos emocionalmente de lo que decimos y escuchamos. Esto quiere decir que cuando vemos, por ejemplo, una serie en ese idioma, los mensajes nos llegan con una menor carga afectiva.

En conexión con este fenómeno, se ha mostrado que las palabras se estructuran también de forma diferente en una lengua no nativa. Por ejemplo, los hispanohablantes suelen relacionar hell (infierno, en inglés) con palabras neutrales como red (rojo) o hot (caliente); mientras que si piensan con su lengua materna la suelen asociar a vocablos más negativos, como demonio o angustia.

Además de esto, las palabras más activadoras tienden a relacionarse con conceptos menos activadores en el idioma aprendido. Por ejemplo, speed (velocidad) se vincula con palabras como driver (conductor) o talk (hablar), mientras que al usar la lengua nativa vienen más a la mente accidente o prisa.

Podría decirse que, si las personas fuésemos palabras, no tendríamos los mismos socios o amigos en un contexto de lengua nativa que en uno de lengua extranjera.

Emocionalmente anestesiados

La asociación de palabras nos muestra cómo se estructura el lenguaje humano. Y, a su vez, la organización de la lengua conecta estrechamente con la representación del mundo que nos rodea y la forma en que interconectamos nuestras ideas.

Gracias a los últimos hallazgos en psicolingüística afectiva se ha podido mostrar que la emoción es un importante mecanismo tras la asociación de palabras y conceptos en la mente.

Asimismo, existe una representación afectiva distinta de las palabras y sus relaciones, dependiendo de la lengua que utilicemos. Podría decirse que en una lengua no nativa estamos emocionalmente anestesiados.

En virtud de esto, quizá pueda resultarle tranquilizador pensar que, si discute con un amigo o pareja en una lengua extranjera, no le dolerá tanto como si fuese en su lengua nativa. Aunque, por el contrario, si alguien le declara su amor, tampoco le emocionará en la misma medida. ¿Le compensaría?