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Historia de la puntuación

18/09/2020

En otros momentos, he referido en este espacio la importancia del uso de la puntuación. Siempre he sostenido que una coma puede cambiar totalmente el sentido de un texto. Para explicarlo, me he valido del pasaje de Juan 23:43 de la Biblia. En las diferentes traducciones aparecen en distintos lugares la coma de enlace de oraciones y por ello, cada corriente religiosa obtiene conclusiones distintas. La versión Latinoamericana enuncia: «En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Reino de los Cielos», de donde se deduce que al morirse (si se portó uno bien o al menos se arrepintió en el último momento), se va uno de inmediato a Cielo. En tanto en otras versiones, la coma aparece después del hoy: «En verdad te digo hoy, estarás conmigo en el Reino de los Cielos», de donde se deduce que se irá el Cielo, pero no de inmediato. Con base en otros, pasajes algunos dicen que hasta el tercer día y otros, hasta el final de los tiempo.

Para efectos de este comentario, no me detendré en los aspectos teológicos de las interpretaciones. Lo que importante es admitir cómo una coma altera totalmente la comprensión del texto. En ello radica el uso adecuado de la puntuación y no abandonar su aplicación a imprecisiones como «usa la coma donde te falte el aire».

Ahora, el otro aspecto relacionado con el encabezado es que las comas son un producto moderno… relativamente; aparecen hasta el siglo VII de nuestra era (600 d. C). Ni el latín, ni el griego clásicos usaron comas (el original de donde se obtuvo el pasaje bíblico citado, no tiene coma).

Ello es natural, pues el origen del idioma es la oralidad, el discurso, no el registro escrito. Además, entre más elemental y básico es un idioma –es decir, que no posea mucha riqueza interpretativa– menos demandante es el uso de puntuación.

Antes de la aparición de la puntuación, para reflejar el pausado natural del discurso se empleó un espacio entre palabra (largo o corto), pero, desde luego, no resultaba tan eficiente como era debido.

El inventor de los primeros signos de puntuación tiene nombre y apellido: san Isidoro, arzobispo de Sevilla. Proclamado Doctor de la Iglesia (25 de abril de 1722 por el papa Inocencio XIII), fue quien introdujo la coma y el punto y coma en la escritura latina moderna a mediados del año 600 de nuestra era.

La introducción de los signos de puntuación ya había arraigado lo suficiente para cuando Alfonso X, el sabio, 600 años después, migró del latín al castellano la escritura oficial. De ahí que hoy el español cuente con una enorme variedad de signos no alfabetizados para facilitar la comprensión y lectura de un texto. De ahí, inició la variedad.