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García de la Concha prepara su
retiro

13/06/2010

Pilar Rubiera, La Nueva España

Víctor García de la Concha (Villaviciosa, 1934), director de la Real Academia Española (RAE) y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua, recibirá el próximo martes el Toisón de Oro, en un acto al que asistirán los Reyes y los Príncipes de Asturias. El collar, máxima condecoración de la Monarquía española, se le otorga por la política lingüística panhispánica desarrollada, que ha logrado en apenas doce años la unidad del español y de las veintidós academias de habla hispana, así como las de Estados Unidos y Filipinas. También por sus servicios a España y su lealtad a la Corona, según le comunicó telefónicamente don Juan Carlos el pasado 19 de enero. García de la Concha, catedrático de Filología de la Universidad de Salamanca, finalizará en diciembre su tercer y último mandato como director de la institución, a la que llegó en 1992 para ocupar el sillón «c». Nombrado secretario un año después, apenas ha disfrutado del placer de ser solamente académico. «Lo haré a partir de enero», dice. El pasado martes presidió en Oviedo el jurado que concedió el premio «Príncipe de Asturias» de las Letras.

—¿Su trabajo en la Academia ha sido el más importante de su vida?—Sin ninguna duda, es lo más importante que he hecho en mi vida. La circunstancia me fue llevando. Fernando Lázaro me nombró enseguida secretario, yo no quería, y Ana, mi mujer, tampoco. Pero me lo pidió y le dije que sí.—¿Cuál era entonces su objetivo?—Cuando me hice cargo de la secretaría, no conocía la Academia ni los problemas ni los objetivos. Hablé mucho con Alonso Zamora Vicente, que había sido secretario y que la conocía muy bien. Me dijo que debía sentarme con calma y leer actas. Solamente así te darás cuenta de lo que es la historia de la Academia, me dijo. Y me dio otro consejo: la importancia de prestar atención a América. Empecé intelectualmente a estudiar el asunto, la relación de la RAE con las academias americanas, cómo habían surgido... La imprevista enfermedad de Fernando Lázaro, con el que trabajé en compenetración absoluta, hizo que mi secretaría fuera en parte ejecución de la dirección.—En 1998 llega a la dirección de la RAE. ¿América es el proyecto?—Cuando me hice cargo de la dirección, Fernando Lázaro me dijo: «Tienes que dedicarte a América porque yo no he podido». Murió con la nostalgia de no haber ido nunca a Buenos Aires, era el sueño de su vida. Cuando fui a ver al Rey me dijo: «Sólo te diré que te dediques a América». Paco Ayala me hizo idéntica recomendación. De tal manera que yo, que era un europeísta convencido y no tenía una especial vocación americana, empecé a verlo y me di cuenta enseguida de que allí había una asociación de academias y que lo que había que hacer era clarificar y jugar limpio. —¿Cuál fue el punto de partida?—La idea de unidad me vino ejemplificada cuando, al final del mandato de Fernando Lázaro, se aprobó la nueva edición de la ortografía. Le propuse pactarla con las academias. Fernando accedió y lo logramos. Vinieron los directores americanos y en el salón de plenos de la RAE, el director de Chile, Alfredo Matos, que ahora es un fraterno amigo, dijo: «Hemos aprobado esto, pero que quede constancia de una cosa, si en adelante se nos llama, será no para aprobar, sino para hacer el proyecto, para desarrollarlo y para trabajarlo». —¿Los académicos lo entendieron?—A la Academia Española le pareció que era lo que había que hacer, me lo pusieron muy fácil. Y empezaron todos los proyectos. La Gramática, que llevábamos cien años sin ella, fue uno de los primeros. Se nombró un ponente, cada academia nombró un responsable y se creó la comisión interacademias. Empezó el ir y venir de las personas, los papeles, las reuniones, comenzó a hacerse un tejido de relaciones y, como yo estoy convencido de que todo empieza y termina en las personas, acabamos siendo amigos, no sólo los directores, también los académicos. Ahora somos una familia, con tensiones y con discusiones, pero familia.—¿Qué descubrió en la América hispana con tantos viajes?—Me di cuenta de que eso era un tejido importantísimo, no sólo desde el punto de vista lingüístico o académico, sino desde el de política cultural. Hemos hecho una potente red de influencia cultural al servicio del español, a la base cultural de la comunidad iberoamericana. —Parece muy clara la identidad lingüística, pero no tanto la hispana. Hay países americanos que no se sienten hispanos.—Hay países muy concretos. Es el caso, por ejemplo, de Bolivia, donde está surgiendo la potencia del indigenismo. Pero es que da la coincidencia de que algunos de los principales especialistas de las lenguas indígenas o amerindias son académicos de la lengua española. Es el caso de Rodolfo Cerrón Palomino, el primer especialista en quechua. Esa tensión existe, pero hay que respetarla. En Paraguay todo el mundo habla el guaraní y después hay un gran grupo de bilingües que hablan guaraní y español, sin especiales tensiones. En Guatemala, donde hay 23 lenguas, 21 de la familia maya, no se entienden entre sí, ¿qué ocurre?, que necesitan una lengua franca y ésa es el español. Las academias tenemos el proyecto de crear un gran Instituto de Lenguas Amerindias, como tiene Francia. El servicio a la unidad tiene que hacerse como base del estudio de la enorme variedad de la lengua. El gran éxito de la Gramática de dos tomos es que ahí está el español de todo el mundo, no estamos imponiendo una variedad, sino que estamos respetando todas la variedades. Cada academia americana se fue dinamizando y ahora acabamos de publicar un Diccionario de Americanismos hecho por todos, pero cada país está haciendo el suyo propio.—¿El terremoto de Chile fue su peor momento como director de la RAE?—Lo que nos dejó fue con una gran frustración. Era un congreso que habíamos preparado con mucho mimo porque era la primera celebración de las ceremonias de la independencia. Las celebraciones van a durar muchos años, pero Chile había ofrecido ser la sede pensando que fuera la primera. De ahí el título, «América en la lengua española». Habíamos hecho un programa riguroso mirando hacia el futuro. Había una primera sección, histórica, para ver qué había ocurrido con la lengua española en relación con la independencia. Cuando la lengua española se difundió en América y se fortaleció más fue a raíz de las independencias. Al final de la colonia había tres millones de hispanohablantes. Pero el grito de la independencia se pronuncia en español, los que la hacen son los criollos españoles, la construcción de cada República se hace en español y la manera que tiene de articularse la ciudadanía es en español. Llegamos a Chile con la Gramática, con un anticipo de la nueva ortografía, con las ediciones conmemorativas de los homenajes a Pablo Neruda y Gabriela Mistral, con el homenaje que íbamos a hacer a Andrés Bello publicando una antología de sus textos, «Gramática de la libertad», y nos quedamos con todo ello en la mano. Fue una frustración porque hubiera sido un congreso importante. La Feria del Libro de Guadalajara (México) quiere reunir este año a las academias y homenajearlas por el trabajo de estos años.—¿Es difícil gobernar a los académicos?—Fernando Lázaro siempre decía que es muy difícil gobernar a cuarenta reyes. En la Academia cada uno es un rey, es hijo de su padre y de su madre y las diferencias ideológicas son enormes. Pero, sobrepuesto a todo eso, están la cortesía académica y la convivencia. Los académicos, a medida que se van haciendo mayores, van más a la institución, se apoyan más en ella. Ayala fue el que lo vivió más. Decía que, después de una vida tan ajetreada como la que había tenido, descubrir la Academia había sido encontrar un lugar de convivencia cívica. Es así.—¿Duelen las pérdidas?—Siempre. He sentido todas, pero, para mí, en los años de director, la más dura fue la de Domingo Ynduráin, un hombre que cuando lo elegimos secretario le descubrieron un cáncer de pulmón y que me llamó inmediatamente para dejarlo. «El secretario eres tú», le dije. Empezó a luchar, todos lo apoyábamos y hubo un momento en que parecía que salía adelante.... El último jueves que estuvo en la Academia intentó leer el acta y no podía. Murió al jueves siguiente. Casi vivimos la muerte en directo. Él, que decía que morir es un acto privado.—¿Ha habido momentos difíciles?—No especialmente. Problemas, constantes y continuos. Del cargo de director lo que menos me gusta son las elecciones de académicos. Hay que tener cuidado, uno no tiene más que un poder moderador, arbitral.—¿Qué hará a partir de enero?—Trataré de seguir siendo un buen académico y dedicaré tiempo a mi familia, que tiene mucho derecho a ello. Y a mis cosas.—Está a punto de publicar dos libros...—Uno de ellos, «Los espacios simbólicos de la novela», ya está en imprenta, pero me decía el otro día Vargas Llosa que debía cambiar el título y en eso estoy. Es un estudio de cinco novelas simbólicas de Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, Juan Benet y Antonio Muñoz Molina. Al mismo tiempo, con un equipo de colaboradores de la Academia, estoy terminando de preparar la edición de un códice autógrafo de la poesía de Lope de Vega, de la última etapa, que está en la colección de la Fundación Masaveu, en coedición con la RAE. —¿Qué enseña la Real Academia?—Es un enriquecimiento personal que no se puede imaginar, hace falta vivirlo desde dentro. Las propias sesiones de las comisiones son un intercambio riquísimo, cada poco tiempo surge la discusión de un tema, oyes a la gente de lo más dispar poniendo en común, con elegancia y naturalidad, sus propuestas. Llama la atención a quienes nos visitan.—¿El futuro es de consolidación?—Creo que sí. Ahora estamos trabajando en la gramática básica y en la nueva edición de la ortografía, que es muy novedosa, no porque cambiemos las reglas, sino porque explica el porqué es así, es decir, configura el sistema ortográfico. La ortografía es una convención, pero es una convención que tiene un sistema y estamos poniendo de relieve que solamente estudiándolo nos damos cuenta de hasta qué punto es sistema la ortografía española. Al mismo tiempo, estamos trabajando con Telefónica en un nuevo portal de la lengua española, para hacer la ventana única de todos los recursos y todos los servicios que tiene la Academia: ficheros, corpus lingüísticos, diccionarios, gramática, consultas. Puedes escribir una palabra y te encuentras con todo lo que hay sobre ella. Es un proyecto muy atractivo que estará para finales de año.—¿Quién lo sucederá? Suena Darío Villanueva...—Es uno de los nombres. Decidirán los académicos, como siempre.