Frases ¡en latín! que son de uso común

Virgilio, recreado por la IA Grok
Nuestro padre el latín es una lengua que no debió morir dada su belleza. Se perdió en derivaciones y adulteraciones que dieron lugar a idiomas nuevos, cavando la sepultura de su ancestro.
En los tiempos antiguos el latín fue usual por ejemplo en los tecnicismos, como ahora es el inglés; así se ve en el Derecho, lo que es natural por venir esa ciencia de fuente latina. Digamos que para los abogados los dichos latinos no son tan raros como pueden serlo para una mayoría de la población.
Desde luego que el latín fue (¿es?) el lenguaje de la Iglesia. La religión católica tiene un fuerte patrimonio de tecnicismos en todas sus disciplinas que no son otra cosa que ese –decía ya— bello lenguaje. El Concilio entre sus cambios dejó claro que la Iglesia debe usar la lengua del país en que se encuentra para sus ritos. Así se pasaba de una asistencia a ellos meramente presencial a otra participativa. Con embargo, a contrapelo de esa línea conciliar que daba su lugar a los no hablantes del latín, este Papa, el anterior y el anterior y así ya muchos han vuelto a distanciar al pueblo usando en sus actos centrales –además de la misa— aquel idioma.
Veamos algunas de las frases, no sentencias, no apotegmas, sino expresiones que llegaron para quedarse en el padre idiomático.
¿De dónde viene y qué quiere decir alma mater?
Aquí se trata de una frase que ha quedado entre nosotros en forma incompleta.
Al ver la excelente nota de la Fundéu (Fundación del Español Urgente que colabora con la Academia Española) sobre esta frase, se debilitó súbitamente mi interés por redactar mi propia nota. “Ya qué digo”, pensé. Pero… hago que no me hizo mella y adelante.
Alma mater studiorum es la frase original, completa. Puede traducirse como «madre que alimenta de estudios» (que nutre de saberes).
Surgió como el lema de la Universidad de Bolonia, Italia. Por ser ella la más antigua de Occidente acaso ocurrió que transfirió, compartió, su lema con todas las universidades supervenientes. El hecho es que la frase, una metáfora de «universidad», se ha vuelto su sinónimo.
Ahora, ¿cómo debe escribirse?: en caracteres cursivos; si no se cuenta con ellos, entre comillas, ya que es una locución extranjera que se está escribiendo tal cual (nótese que no se acentúa gráficamente, lo que le correspondería en caso de estar bajo las reglas del idioma español).
Magna cum laude no es el máximo honor al sustentar cierto examen académico
Con la vista puesta siempre en que escribo desde la perspectiva mexicana —no necesariamente universal—, cuando dentro de un examen para obtener grado académico se pronuncia el jurado por Magna cum laude (del latín, traducible como «con gran alabanza») suele entenderse que el sustentante obtuvo la más alta distinción… No es así o no debería serlo.
Existe un pronunciamiento más, este sí supremo: Summa cum laude («con la máxima alabanza»). Rara vez se otorga. En algunas instituciones es el resultado de un ciento por ciento de aciertos, ni un solo error, en las pruebas (tesis, examen, investigación…) que ha presentado el estudiante. En ninguno de los dos casos hay uniformidad en lo académico para emitirlo, muchos no hemos tenido noticia jamás de alguna Summa cum laude, pese a haber visto casos de cumplimiento perfecto de aquella obligación escolar.
En cuanto a cómo deban pronunciarse, hay un detalle con la primera, debemos decir «‘Maña’ cum laude», aunque admito que esa eñe muchos no la siguen y pronuncian “gn” tal cual. La frase ha quedado importada por nuestro idioma tal como es en latín, sin españolizarse (es un extranjerismo no adaptado, de la familia de los préstamos léxicos). Por lo mismo su escritura será entre comillas o, más común hoy en día, con letra cursiva y se leerá como en su original.
El «viacrucis»
Se llama «viacrucis» o «vía crucis» (en su forma latina Via crucis, —pronunciada la segunda ce como che—), al «camino de la cruz» que Jesucristo recorrió, sufriendo vejaciones, rumbo al Calvario, monte donde habría de ser crucificado. La religión dicta que ese fue el medio para que Jesucristo obtuviera de su padre el perdón de nuestro pecado: el sacrificio de su propio hijo.
A partir de ahí se llama así a un trance de sufrimiento: «Ha sido un viacrucis mi trato con los acreedores de mi difunto», «pasó larga enfermedad, fue un vía crucis».
Existe además en el catolicismo el rezo del vía crucis que tiene como centro cada una de las estaciones o momentos importantes de ese padecimiento de Jesucristo, representadas en puntos del templo con una imagen alusiva.
Su escritura es, como aparece en el primer párrafo y en los ejemplos, dual. En una sola palabra —por tanto, sin acento— o en dos —y con acento.