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Elizabeth Spelke: "Los bebés saben de números y geometría antes de los dos días de vida"

20/12/2022
Tomer Urwicz

Elizabeth Spelke es profesora titular en Harvard

Existe la falsa idea de que los bebés no saben. Son como una tabula rasa, vacía de contenido, que la vida irá moldeando a puro estímulo. No en vano la palabra “bebé” tiene su raíz francesa y que, al contrario de lo que se piensa, no está asociada a que los lactantes beben la lecha de su madre, sino a la imitación del sonido que emiten: bé-bé.

Pero la psicóloga estadounidense Elizabeth Spelke ha demostrado, con ensayos contundentes, que los bebés saben más de lo que se suponía. Y que con apenas unas horas o días de vida son capaces de la comprensión de conjuntos numéricos, de noción de espacio y geometría que otrora parecía relegada a la escolarización.

Spelke —73 años, profesora en la universidad de Harvard y que el pasado jueves se convirtió en la primera psicóloga en recibir el Doctor Honoris Causa de la Universidad de la República (Uruguay)— publicó más de 300 artículos científicos en que demostró que “los niños poseen sofisticadas nociones de espacio, tiempo, número, causalidad y de la existencia de un mundo social con agentes con intenciones desde muy temprano”, explicó el profesor titular de Psicología Cognitiva, Alejandro Maiche. “Los resultados de sus investigaciones”, agregó, “sugieren que esas nociones son parte del bagaje biológico de todo ser humano y que, más que aprenderse a partir de las experiencias con el mundo -como sostenían las teorías empiristas y las constructivistas- constituyen el instrumental básico con el que venimos al mundo y con el que enfrentamos los futuros aprendizajes”.

Lo que sigue es un resumen de la conversación que El Observador  mantuvo con la psicóloga galardonada.

¿Qué saben los bebés que antes (antes de usted) no sabíamos que eran capaces?
Cuando comencé mis investigaciones en Psicología, ninguno de mis profesores creía que éramos como una tabula rasa. De hecho, desde hace décadas se sabe que los niños son muy buenos aprendiendo y, para eso, tiene que haber una estructura previa que permite encontrarle sentido a lo que se aprende. Sin embargo, el paradigma dominante era el de la percepción: los bebés tenían capacidad de percibir lo que los rodeaba, las superficies, los objetos y hasta ahí se llegaba. En lo que disentía con ellos era si los bebés eran capaces de comprender abstracciones más allá de la percepción. Por ejemplo, los números.

¿Qué es lo que puede hacer con los números?

Los bebés nacen con la habilidad de identificar las diferencias numéricas. Saben si hay muchos pájaros en una bandada versus la otra. También nacen con la habilidad de representar objetos y comparar números pequeños. Saben que tres objetos son más que dos. Tienen la sensibilidad de la geometría que les permite entender el ambiente. Y pueden establecer diferencias de los objetos por su forma. Es decir: llegan con un instrumental que antes de los experimentos no sabíamos que lo traían.

¿Con qué edad son capaces de tener esas habilidades? Un experimento consistió en introducirse en una maternidad y estudiar cómo los bebés exploran el mundo con los sentidos. Si se les pone un programa de televisión en silencio y otro con sonido, es posible que vayan a elegir el que tenga sonido. Esa misma lógica se puede hacer con sonidos e imágenes. De modo de repetir sonidos según cantidad de objetos que aparecen. Eso lo pueden empezar a reconocer con uno o dos días de vida. Puede decirse que los bebés saben de números y geometría antes de los dos días de vida.

Si saben todo esto, ¿por qué les hablamos como si fueran una tabula rasa?
Los bebés son muy buenos explorando el mundo, pero no son buenos en la planificación sobre lo que aprenden. Tampoco en la coordinación. Por ejemplo, si se oculta un objeto, pueden saber que sigue estando, pero son incapaces de resolver cómo obtenerlo. Durante muchos años se pensaba que los bebés pensaban que los objetos desaparecen cuando no están en su campo visual. Por ejemplo, se les dice: “¿Acá está?” o “¿Acá no está”. Ahora se sabe que comprenden que existe un objeto y hasta se sorprenden, pero no pueden coordinar y planificar para ir en busca de ellos. Lo otro: la habilidad que encontramos en los bebés también existe en los adultos. Cuando se hacen imágenes funcionales del cerebro de adultos en experimentos, se activan las mismas partes que en los bebés. La diferencia es que por la propia capacidad del lenguaje dirán con palabras algo distinto. Los niños son sensibles a las intenciones sociales, a los números, a los objetos.

¿Esas capacidades que el humano trae preconfiguradas varían si se nace antes de tiempo o con bajo peso?

Todo indica que los seres humanos nacemos con las mismas habilidades innatas. Las diferencias podrían estar en las energías y motivación para poner esas habilidades en práctica según el nivel de vulnerabilidad de la persona.

Si todos nacemos con el mismo instrumental, ¿por qué a juzgar por los resultados de las pruebas estandarizadas en la escuela a los varones les va mejor en Matemática que a las niñas y a ellas les va mejor en Letras?
No es verdad.

¿No es verdad que tengan habilidades diferentes? No es verdad. Hasta el comienzo de la escolarización no hay diferencias. La razón por la que luego se ven diferencias en resultados es por las experiencias culturales y no por las habilidades innatas. Cuando se cambia el contexto cultural, cambia el resultado. En Estados Unidos pasó con la feminización de medicina. Los niños son influidos por lo que los rodea desde el comienzo.

 Si con dos días saben de número, ¿puede decirse que la educación obligatoria empieza demasiado tarde?

No. Hasta los seis años los niños aprenden muy bien solos, en base a quienes tienen alrededor. Son buenos exploradores. Lo que necesitan en las escuelas, desde los siete años, es desarrollar sistemas más complejos y abstractos del lenguaje y la matemática.

Las familias cambiaron: menos hijos y padres más viejos. ¿Eso cambia en el aprendizaje?

Sabemos que los niños entienden desde muy temprano cuál es su comunidad y quiénes son los miembros de la familia. En la pandemia, cuando en muchos sitios los niños estaban confinados en sus hogares, seguro se les complicó para aprender del mundo. El ambiente fuera de la casa debería complementar la posible falta de comunidad dentro del hogar.