El profesor de lengua de los famosos en la Argentina
Un romántico de la lengua, "el profe" Esteban Giménez, nacido en Chivilcoy, hace docencia todo el día, en medios y en redes sociales (Foto: Luciano Thieberger).
No es extraño que cada semana y por WhatsApp un señor bombardee a los comunicadores con pizarras virtuales de ortografía, sintaxis y semántica. Detrás de esa campaña quijotesca está Esteban Giménez, más conocido como “El profe” de la radio y la TV, el propulsor de la utópica empresa “por una Argentina que eleve su nivel lingüístico”.
Puede parecer un romántico, un idealista de otro tiempo, pero su convicción es tan fuerte que no desiste en su tarea diaria de llamar a cada canal, a cada emisora, a cada redacción para marcar el error y dejar su pequeña enseñanza.
Hace medio siglo era musicalizador de Radio del Plata, pero su título de maestro fue colándose al aire sin querer. En los pasillos hablaba de cuestiones idiomáticas con Juan Alberto Badía, Víctor Sueiro, Fernando Bravo y Hugo Guerrero Marthineitz hasta que lo suyo se transformó en una misión evangelizadora.
Un día, como Jefe de discoteca de Radio América, le propusieron que se animara a exponer sus conocimientos de lengua frente al micrófono junto a Borocotó Jr. Ese fue el estreno de una carrera que siguió en Badia y compañía y La noche del domingo y en intervenciones junto a Minguito (Juan Carlos Altavista).
Alguno podrá tildarlo de “policía del lenguaje”, de “comisario” que no deja que el idioma fluya, se reinvente, sea un un fenómeno dinámico, pero el caballero de las letras contraataca: “Afortunadamente el lenguaje es dinamismo, si así no fuera todavía estaríamos hablando como en la época del Cid Campeador. Pero esos cambios se dan siempre de abajo hacia arriba, los impone la gente a través de la llamada ‘majestad del uso’. Los romanos, por ejemplo, decían en latín hac horam (esta hora), que en español antiguo fue ‘agora’ y a nosotros llegó como ahora”.
Su jornada laboral arranca cuando después de lavarse los dientes prende su computadora e ingresa al diccionario de la Real Academia Española para revisar alguna duda que surgió entre sueños o preparar los “misiles” idiomáticos que a diario reenvía en cadena a sus conocidos. El paso siguiente es armar su clase de Expresión oral y escrita, que dicta dentro de la carrera de Periodismo deportivo en ETER.
Hijo único de un martillero y una ama de casa, nacido en Chivilcoy y mudado a los cinco años a San Telmo y luego a San Cristóbal, cree encontrar la semilla de esa obsesión por el buen uso del lenguaje en Don Pantaleón Giménez, su abuelo paterno.
Amante de la poesía, Pantaleón cuidaba autos en el estacionamiento del Congreso de la Nación, mientras le dedicaba poemas al paso a los funcionarios. “También marcó mi vida Don Valentín Aragüez Oroz, mi profesor de Castellano en el Instituto Santa Catalina. Apenas llegaba nos decía ‘saquen una hoja’ y nos dictaba diez palabras. Yo sacaba siempre entre ocho y diez”.
Creció entre libros de la colección Robin Hood, cuentos de Horacio Quiroga, poesías de Baldomero Fernández Moreno y la pluma nostálgica de Juan Ramón Jiménez en Platero y yo. Recibido de Maestro Normal Nacional, para esa época la vocación se dirimía cabeza a cabeza entre lo actoral y lo docente.
Ex maestro primario del colegio parroquial Ceferino Namuncurá, en Villa Urquiza, y luego en el San Agustín, de Recoleta, de sus aulas salieron Facundo Saravia, Antonio Laje y Diego Santilli. En sus clases particulares recibió a Cecilia Milone y a Laura Franco (Panam) y Alejandro Fantino lo considera su auxilio ante cualquier “emergencia”.
Actor frustrado, como se define, a comienzos de sesenta estudió actuación en el Teatro Labardén y compartió tablas estudiantiles con Oscar Martínez y Arturo Puig. También se vinculó a artistas gracias al representante Ricardo Berbari, que en 1978 lo convocó como ‘route manager’ en viajes con Lola Flores, Alberto Cortez, Bobby Solo y Raphael. La tiza, finalmente, se impuso al telón.
Máquina de escribir, cuenta con 13 libros publicados y “otro listo para salir”, obras como ¿Y por casa cómo hablamos?, ¿Qué decimos cuando decimos lo que decimos?, Cómo se destroza el idioma, Viejos y nuevos errores idiomáticos en el periodismo y en el habla de los argentinos... Alguno de sus textos duermen hoy en los estantes de la biblioteca de la RAE de Madrid, entidad de la que recibió felicitaciones por carta.
Un ranking de enojos
No hay timidez que lo frene. Apenas consigue el número telefónico de un periodista o una figura pública a la que escuchó expresarse de manera incorrecta, “El Profe” toma contacto y entrega pacientemente su sapiencia.
“Estamos en un pésimo nivel de toda la educación y el lenguaje no está libre de ese deterioro. No se lee, no se enseña a analizar lo leído, se ha desprestigiado el valor de la ortografía”, se lamenta. “No se ha hecho nada para mejorar el nivel de docentes y alumnos. Y esa es también responsabilidad de los Ministerios de Educación, de las provincias y de los municipios”.