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El plural "fanes": un invento académico

01/09/2015
Pedro Álvarez de Miranda

El día en que escribo, 20 de junio de 2015, el periódico El País publica en la sección de «Cartas al director» una firmada por mí. En el texto enviado empleé la forma «fans» como plural del anglicismo fan. Sin embargo, alguien ha decidido por su cuenta cambiarlo en «fanes», y eso es lo que aparece publicado. Quiero dejar claro que, a pesar de llevar mi nombre al pie, yo no he escrito tal cosa.

¿Por qué han tocado mi texto, por qué me ha tocado a mí la china? No lo sé. Pero merece la pena exponer el intríngulis del asunto.

Cuando el singular de palabras de origen extranjero termina en una consonante que nunca o muy rara vez ocupa en español la posición final de palabra, lo normal es que su plural se forme con la marca -s, no con la que la gramática española prescribe para las palabras terminadas en consonante (excepto si esta es s o x y la voz no es aguda), es decir, -es. Así, el plural depub es pubs, el de blocblocs, el de clipclips, el de robotrobots, el de airbag,airbags, el de anorakanoraks, el de chefchefs, etc. Hay casos particulares: a pesar de que la palabra club tiene en nuestra lengua más de dos siglos de vida (entró a finales del xviii, procedente, por cierto, del francés, más que del inglés), aún no hemos decidido los hablantes si su plural es clubs o clubes, y hoy parece irremediable el enquistamiento de la convivencia entre ambas formas.

Ahora bien, hay palabras de origen extranjero que, aun terminando en las consonantes que en español sí son normales en posición final de palabra (como -r, -l, -n), no han adoptado de manera decidida la terminación -es para el plural, y presentan abundantes vacilaciones. ¿No es más frecuente córners quecórneres (a pesar de cráteres) y chándals que chándales (a pesar de árboles)? ¿Ha triunfado plenamente cláxones (como crímenes) sobre cláxons? Una especie de conciencia de extranjería entorpece en esas palabras la regular formación del plural.

En el caso de fan apenas hay vacilación, siquiera. Es abrumadoramente mayoritaria fans, a lo que contribuirá el hecho de que ha entrado en español, desde el inglés, y así ha sido oída o leída, tanto o más en plural que en singular. Añádase la circunstancia de que, como tantos anglicismos, ha devenido internacional, y en todas las lenguas a las que ha llegado conserva el plural originario.

Veamos lo que dicen al respecto las obras de consulta. El Nuevo diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (2011) de Manuel Seco comenta (ya lo hacía en los mismos términos la décima edición del Dudas, 1998): «Desde los primeros testimonios que tengo recogidos en España (1966) se usa como forma de plural la misma del inglés: fans». Añade que Arturo del Hoyo —en su utilísimo Diccionario de palabras y frases extranjeras— data la palabra un poco antes, en 1962, sin pronunciarse sobre el plural. Tras de lo cual añade Seco: «Sin embargo, existe también un plural perfectamente adaptado, fanes, de escaso uso»; cita a continuación un texto de José Luis Sampedro de 1990 («sus fanes femeninas»), y remite al diccionario de anglicismos de Rodríguez y Lillo, donde se recoge un ejemplo oral de 1992 (del dúo Martes y Trece, por más señas; o sea, con su dosis de guasa). En elDiccionario del español actual, Seco, Andrés y Ramos se limitan a decir que el plural «normal» de fan es fans.

En cuanto al Diccionario panhispánico de dudas (2005), establece lo siguiente: «Aunque está generalizado el uso del plural inglés fans, se recomienda acomodar esta palabra a la morfología española y usar fanes para el plural […], igual que ocurre en flan, pl. flanes o yen, pl. yenes». Copia a continuación el mismo texto de Sampedro que para fanes trae Seco. En cualquier caso, nótese bien que se trata de una recomendación, y que no pone a fans la infamante «bolaspa» (que sí lleva en cambio, por ejemplo, cláxons).

La Nueva gramática de la lengua española (2009), obra, como la anterior, de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, trata la flexión del plural con la minuciosidad que le es característica. En 3.4b observa:

Si se difunde en el mundo hispanohablante un sustantivo procedente de otra lengua formado en plural de acuerdo con las normas de ese otro idioma (como fan ‘seguidor entusiasta’ / fans), la adaptación a las pautas morfológicas del español (fan / fanes) se verá dificultada por la extensión, la pujanza y la frecuencia de uso de la formación original.

Y un poco más adelante (3.4h), aun reconociendo que «los plurales hoy mayoritarios de pin y fan […] son los que corresponden a la morfología del inglés: pinsfans», da el mismo consejo que el DPD: «Se recomiendan, no obstante, las variantes que siguen las pautas de la morfología española: pines,fanes, como pan / panes».

Muy bien. Pero ya se sabe que los consejos no necesariamente están para ser seguidos. Hemos visto decir a Seco que fanes es «de escaso uso». Escasísimo, diría yo. En el Corpus de Referencia del Español Actual hay 422 casos de fansfrente a ninguno (repito: ninguno) de fanes. La consulta en el Corpus del Español del Siglo XXI devuelve 1452 resultados para fans por solo dos parafanes.

No debe dejar de observarse que la introducción de préstamos está propiciando el debilitamiento de algunas restricciones fonológicas del español en lo que se refiere a la presencia de grupos consonánticos en posición final; en cuanto a -ns, nótese que era posible en latín, y que aparece en apellidos españoles, como PonsMayansLlorensMilans, etc.

Evidentemente, alguien decidió «corregir» mi texto, sustituyendo fans porfanes. ¿Acaso porque el Libro de estilo de El País, en su reciente edición actualizada (2014), establece, sin más, que el plural de fan es fanes? Entonces, ¿por qué encuentro en la versión impresa del mismo periódico, en el mismo número en que se publica mi carta, y en el de la víspera y el de la antevíspera, sendos ejemplos de fans? Helos aquí: «sus fans esperaban oír precisamente eso desde que Breaking bad terminó» (20 de junio); «los fans lo supieron a través de un tuit de su autora, E. L. James» (19 de junio); «los fans de Pulp Fiction van a disfrutar» (18 de junio). ¿A qué seguir? Si se utiliza el buscador de la versión electrónica del periódico se obtienen 3268 ejemplos de fans1 por tan solo 18 de fanes. Con la divertida circunstancia de que uno de esos 18… ¡es el «mío»! —o sea, el suyo, el de no sé quién—, que ya ha quedado registrado.

¿Tal vez se ha decidido que las cartas remitidas pasen por los ojos y las manos de un revisor particularmente celoso, que, nuevo can Cerbero o Argos vigilante, haya recibido la consigna de no pasar una, aunque eso le lleve a ser más papista que el papa? ¿Es acaso que todos los textos destinados al periódico pasan por un corrector electrónico —como pasan las maletas por el escáner de un aeropuerto, o como los textos mismos pasaban hace tiempo por la censura— que, programado para aplicar lo que establece el Libro de estilo, cambia automáticamente fans por fanes? Si así fuere, es obvio que los redactores pueden —y lo celebro, pues quien escribe es siempre una persona, no una máquina— llevar la contraria al autocorrector e imponer su santa voluntad lingüística. A la vista de los datos ofrecidos, así lo habrían hecho en centenares y aun miles de casos, por lo pronto en los tres que he citado un poco más arriba. Me consta que hay columnistas del periódico que tienen dadas órdenes tajantes de que se respeten sus preferencias.

Suerte que tienen, y yo no alcanzo. ¿Qué he hecho yo —repito— para merecer esto, para que se me arrastre a pertenecer a una inmensa minoría?

Porque de eso se trata: de la importancia que ha de concederse a lafrecuencia; de mayorías y minorías (sobre todo si estas son absolutamente exiguas); no de disquisiciones morfológicas, ni de purismos, ni de ortodoxias. He escrito en otra ocasión —espero que valga como ejemplo— que, llegados a la víspera de una hipotética desaparición de espurio a manos de espúreo, yo también abandonaría el barco —el barco de quienes empleamos y recomendamos espurio—, y me pasaría, sin traumas insuperables, al empleo de la forma con -e-. Y ello no por chaqueterismo, sino como un modo de reconocer que el numantinismo tiene sus límites, y el hablante es un ser en sociedad. «No es bueno que el hombre esté solo», dijo el Creador del varón. Yo lo digo del ser humano. Al menos, un servidor no quiere quedarse solo, o prácticamente solo.

El periódico, esta vez, me ha obligado a ello, qué se le va a hacer. Aparte del respingo que habrán dado los lectores de la carta al llegar a «fanes», me incomoda que haya quien pueda atribuir tal uso a una adhesión mía a criterios de hipercorrección, a un presunto temor a la heterodoxia gramatical. Postura que, para más inri, alguno podría vincular —si conoce la circunstancia, cosa poco probable— a mi condición de académico. Qué poco —además de qué pocos, por fortuna— me conocen.