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El periodista debe ser como el
médico de familia

22/12/2009

Andrés Vallejo, HoyAsí define Daniel Samper al periodista Miguel Angel Bastenier al decir que cuando se topa con periodistas que se niegan a cubrir una noticia inesperada porque lo suyo es «el análisis de la actualidad económica», sabe que él cubriría feliz y diligente las noticias del accidente aéreo, el incendio en el edificio contiguo o un marciano en un plato de espaguetis. «Porque al periodista le es necesario estar preparado para cualquier sorpresa como las anteriores y estar apto para redactar sobre cualquier tema y derrotar al reloj para entregarlo a tiempo».En Cómo se escribe un periódico, Miguel Angel Bastenier dicta lecciones de orden práctico que deberían ser leídas por todos los que aspiren a periodistas y por los que quieran apreciar en su verdadera dimensión las mil y una facetas de esa profesión, que son fuente de libertad y ejercicio de democracia. Empieza por resaltar la importancia de tener un cabal conocimiento y respeto por el idioma castellano, sin lo cual no se puede dejar de agredir al lector. Y aunque el texto se refiere concretamente a quienes escriben un periódico, el concepto es aplicable a todos quienes, desde los medios audiovisuales o escritos, orientan o martirizan a la gente que lee, escucha y ve los noticiarios. «La primera lealtad como periodistas ha de ser la lengua castellana, la materia prima con la que ganamos la vida, interpretamos la realidad, facilitamos un producto más o menos digerido al lector y, en definitiva, existimos», dice Bastenier, angustiado por las mil violaciones que al idioma se hacen desde la prensa. Recalca en la necesidad de que el «centro» desde el que opera el periodista solo puede ser el de una subjetividad protegida o legitimada por la honradez personal, porque no existen los «hechos» que el periodista transmite al público, que no tenga una carga de opinión.Consigna que aunque nunca ha estado mejor proclamada la libertad de expresión en América Latina, una constelación de realidades conspira contra su pleno desarrollo. Y critica la declaracionitis, que es repetir las declaraciones que hacen funcionarios públicos o interesados privados, sin análisis ni contexto. Así como descalifica a los periodistas «institucionales», antítesis del periodismo que, dice, no sirven al público, sino al jefe para el que trabajan, sea público o privado. Abomina de las entrevistas en las que «el interés del entrevistador es lucirse, sostener un duelo dialéctico con el entrevistado a ver quién es más listo». Y dice que no es necesario que los periodistas estudien periodismo, aunque no está demás. Más importantes son otros estudios superiores como Filología, Historia, Humanidades, ciencias de todo tipo. Y leer. Leer mucho, sobre todo tema. Sin leer no es posible escribir. Escribir bien. Muchos temas, actuales y útiles, para periodistas y quienes quieren serlo, y asambleístas que van a legislar sobre algo tan trascendente.