El lenguaje psicologizante invade lo cotidiano y complica las relaciones

El abuso de lenguaje terapéutico conduce a que las personas cuestionen excesivamente sus relaciones (Àlex Garcia / La Vanguardia)
“Narcisista”, “tóxico”, “psicópata”, “trauma”, “empático”, “asertivo”, “bipolar”, “abusivo”, “manipulación”, “límites”... El lenguaje psicologizante o terapéutico ha saltado de las consultas de los especialistas en salud mental a las redes sociales y hoy esos términos clínicos se utilizan de forma informal en conversaciones y discusiones cotidianas para etiquetar o cuestionar relaciones, parejas o amigos. Y no son pocas las ocasiones en que estos términos se usan sin comprenderlos del todo ni aplicarlos con precisión, una práctica que tiene consecuencias sobre la relaciones personales porque alienta la distancia emocional.
“Hemos pasado de cero atención a la descripción de los comportamientos y de ocultar los problemas de salud mental por miedo al estigma social al otro extremo, a tener todo el día el foco puesto en la esfera psicológica, a un abuso del lenguaje técnico, a erigirnos en psicoterapeutas de los demás y querer diagnosticar y patologizar comportamientos que, a menudo, son meros conflictos normales porque las personas tienen temperamentos diferentes y distintas visiones del mundo”, explica Neus Vidal-Barrantes, catedrática de Psicología Clínica en la UAB.
Categorizar a los otros con etiquetas terapéuticas resulta especialmente dañino para los jóvenes
Rafael San Román, psicólogo y autor de ¿Qué le cuento a mi psicólogo? (Plataforma Editorial) asegura que el uso de lenguaje psicologizante no es nuevo pero sí que se ha intensificado mucho en los últimos tiempos fruto del auge de la narrativa sobre psicología y salud mental en las redes sociales, “que todo lo amplifican y multiplican” y de esa manera han colado en las conversaciones cotidianas nuevos términos, como el de las relaciones tóxicas.
Coincide en la influencia que tienen las redes sociales en este fenómeno Adrián Montesano, profesor de Psicología de la UOC y especialista en investigación sobre relaciones interpersonales, salud y psicoterapia. “En las redes sociales la gente quiere generar impacto y hay un sinfín de supuestos terapeutas que con todas esas palabras que parecen técnicas quieren reflejar un conocimiento que igual no tienen; de hecho, se da la paradoja de que el empleo de etiquetas diagnósticas está muy en desuso entre la comunidad científica y, en cambio, inundan las redes y están en la calle”, explica Adrián Montesano.
Esa invasión del lenguaje psicologizante en las conversaciones cotidianas tiene consecuencias positivas -como la toma de conciencia sobre situaciones o comportamientos que no son aceptables o mostrar realidades que antes no se visibilizaban-, pero un abuso o mal uso de esos términos genera distancia emocional y puede enfriar o dañar las relaciones. “El lenguaje importa; no es lo mismo decirle a alguien que es tóxico que problemático, ni acusar a alguien de narcisista que decirle que solo piensa en él; las etiquetas que usas influyen en el clima emocional de una relación”, justifica San Román.
Vidal comenta que el uso de etiquetas triunfa porque al cerebro humano no le gustan las medias tintas y prefiere las categorías para entender las cosas. “El problema es que con cuatro palabras hacemos ver que entendemos el mundo interno propio y de los demás, pero eso requiere tiempo y paciencia; poner un nombre no debe ser el final sino el inicio; no vale decir que una persona es tóxica, hay que descomponer los comportamientos que creemos tóxicos, la casuística concreta, qué puede causar esa conducta, cómo se puede hablar de ello y solucionarlo...”, explica.
“El problema es que con las etiquetas totalizas, clasificas a la persona o la relación con una etiqueta que lo abarca todo, y eso va en detrimento de una perspectiva más relacional de lo que es la conducta humana, en la que hay emociones, sentimientos, dificultades, conflictos... Porque no existen relaciones tóxicas sino dinámicas relacionales tóxicas entre personas; las relaciones son más amplias y contienen cosas positivas y negativas”, coincide Montesano.
Y enfatiza que ese totalizar al conjunto de la persona, su identidad, sus valores, sus pensamientos, las relaciones que ha tenido... resulta dañino, en especial en el caso de los jóvenes. “Para la gente por debajo de los 30, que está en un momento de creación de identidad, de averiguar quiénes son, quienes fueron y quienes quieren ser.., lo que les diga la pareja (o los amigos), que se supone que es quien más nos conoce y valora, tiene mucho impacto; y si desde esa mirada se produce algún tipo de categorización puede resultar bastante dañina”, resume.
Vidal también cree que este lenguaje psicologizante impacta especialmente en las relaciones entre los jóvenes porque tienen menos entrenamiento en conversación presencial, tienen menos elementos de comunicación no verbal y de contexto para extraer informaciones que les confirmen o desmientan su teoría de que una persona es, por ejemplo tóxica, y eso les conduce a sacar más conclusiones precipitadas y estigmatizantes.
“Si solo tienes una colección de wasap de alguien, es más difícil hacer una calibración realista de esa persona; si la has visto presencialmente comportarse de otras maneras en diferentes situaciones y con otras personas te haces un modelo de la mente de esa otra persona más complejo, variado y realista”, ejemplifica.