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El español, un filón huérfano de prestigio

30/12/2008

Tereixa Constenla, El PaísUn adverbio no tiene precio. Ni errar con las tildes trastoca la economía. No se paga por hablar (con las sabidas excepciones) ni se cobra por escribir un correo electrónico. El adverbio, las tildes, el habla o la escritura forman parte de un conglomerado llamado idioma, que no está en la lista de la compra ni en las cuentas de resultados. Sin embargo, pesa en la economía. Como el turismo o la compra de viviendas. Con un inconveniente: es un recurso de difícil medición económica. Y una ventaja: vadea las crisis con resuello. En estos tiempos, disponer de un recurso que cotiza al alza sin ingenierías contables puede considerarse un tesoro. O un activo.El español lo es. Lo hablan 441 millones de personas, es lengua única en 18 países (y cooficial en otros tres) y el segundo idioma más estudiado del mundo (sólo detrás del inglés). Hay negocios de enseñanza y potentes sectores (editorial, audiovisual, discográfico...) que lo usan como materia prima básica. Y más allá de lo obvio, hay otros ámbitos económicos influidos por las palabras en común: las exportaciones y la internacionalización de las empresas españolas en América Latina, el trasiego de inmigrantes latinos hacia España o las oportunidades profesionales que se abren en países como Estados Unidos.Sobre todo ello planeó un gran desconocimiento. "No se ha sido muy consciente, pero conseguir datos fiables cuesta y es ahora cuando tenemos datos objetivos para saber que el español está ahí. Los ingleses hace mucho que lo descubrieron", reflexiona Carmen Caffarel, la directora del Instituto Cervantes, uno de los organismos que, desde su creación en 1991, ha buceado más en el estudio del español y su proyección internacional.La preocupación por su peso económico es incluso más reciente, y tal vez un mecanismo de supervivencia. En tiempos en los que el conocimiento sin utilidad práctica está en retroceso, la lengua adquiere más proyección con los defensores de su rentabilidad que con los filólogos que la desmenuzan. El primer estudio que puso números a las letras se publicó en 2003. Dirigido por Ángel Martín Municio, concluyó que el valor del español equivalía al 15% del PIB, una cuenta que salía de considerar al idioma como un input que se incorporaba a todos los bienes y servicios finales producidos en España.En la investigación más reciente, Valor económico del español: una empresa multinacional (2008), dirigida por los economistas José Luis García Delgado, Juan Carlos Jiménez y José Antonio Alonso, se aportan novedades en los datos -a la lengua se le atribuye el 16% de la ocupación laboral- y en el punto de vista: su valor económico es dinámico, no un mero porcentaje del PIB.Analizarlo no es fácil. "Se trata de un activo inmaterial -intangible, por tanto-, dotado de importantes externalidades, incapaz de ser apropiado por los agentes económicos que acceden a su uso, que carece de costes de producción y que no se agota al ser consumido", enumera el catedrático de Economía Aplicada José Luis García Delgado en un artículo incluido en el libro El español de los negocios (2008). De ahí, su marco doctrinal: "La lengua es un bien público cuyo valor aumenta conforme crece el número de quienes la hablan y de su capacidad para servir de medio de comunicación internacional".Es, pues, incuestionable la valía de un idioma hablado por 441 millones de personas. Y también su utilidad como medio internacional de comunicación, teniendo en cuenta que 18 países lo tienen como lengua oficial.Si es un bien que se revaloriza conforme crece el club de personas que lo emplean, como sostiene el economista Juan Carlos Jiménez, las perspectivas futuras resultan de lo más halagüeñas. Basta detenerse en lo que está a punto de ocurrir en Brasil, el país que ha abrazado al español con más empeño institucional. En pocos años lo hablarán 11 millones de brasileños gracias a la decisión del Gobierno de incluirlo en todas las escuelas como lengua optativa, lo que como medida directa ha disparado la demanda de profesores de español en el gigante suramericano.La segunda locomotora del español en el mundo es Estados Unidos, no por apoyo institucional como en el caso anterior, sino por el empuje demográfico de los emigrantes latinos. Es ya el segundo país con más hispanohablantes después de México. En la Enciclopedia del español en Estados Unidos se prevé que los 44 millones de hispanos que vivían en el país en 2006 se multiplicarán hasta 132 millones en el año 2050.Otro indicador de interés es la evolución de la demanda de lenguas extranjeras en las universidades estadounidenses: mientras retroceden lenguas tan prestigiadas como el francés o el alemán (han perdido respectivamente 66.000 y 39.000 matrículas desde 1990 hasta 2006), el español se ha disparado (en ese periodo ha ganado 289.000 matrículas). "Conviene, sin embargo, no dejarse llevar, como sucede tantas veces en España, por una especie de entusiasmo estadístico", ataja el escritor Antonio Muñoz Molina, quien dirigió el Instituto Cervantes en Nueva York. Tanto en artículos como en intervenciones, Muñoz Molina enfría el júbilo numérico. Asegura que el español vive en Estados Unidos una situación paradójica, lo que explica que pese al boom poblacional se hayan cerrado las dos únicas librerías de español que había en Nueva York."Su peso demográfico no se corresponde ni de lejos con su importancia cultural, de modo que a la buena noticia sobre su pujanza y sobre la demanda de su aprendizaje debe contraponerse un cierto escepticismo sobre su futura relevancia social, cultural e incluso política", escribió el escritor en un artículo para el Instituto Cervantes. A realzar su prestigio no ayuda -se queja el escritor-la escasa calidad de TVE Internacional, nada que ver con la parrilla exterior de la BBC. Quienes se zafan de la autocomplacencia por la cantidad, citan varios agujeros negros del español. No es una lengua científica. Gerardo Delgado, presidente de la Federación Iberoamericana de Sociedades de Física, recuerda que lo fue el Siglo de Oro, coincidiendo con las innovaciones científicas desarrolladas en España. "Un elemento esencial en la importancia del inglés como lengua científica", expone, "es la inversión que hacen los países que utilizan este idioma en ciencia y tecnología".Y hay más rotos que zurcir. Como Internet. "¿Cuál es el nivel de desarrollo del software en español? ¿Cuál es el volumen de publicaciones de libros, revistas científico-técnicas y prensa especializada? El verdadero desarrollo del español como lengua globalmente aceptada y extendida está por llegar", indica Francisco Pérez Navarro, presidente de la Federación Española de Escuelas de Español como Lengua Extranjera (Fedele).Aunque el español ocupa el tercer lugar en Internet en cuanto a usuarios que demandan páginas en este idioma, por detrás del inglés y del chino, la cantidad, como ya se ha visto tantas veces, no lo es todo. No, al menos, para el director general de Políticas e Industrias Culturales del Ministerio de Cultura, Guillermo Corral. "Si el español quiere realzar su potencial tiene que conquistar Internet. Si no hay una oferta cultural de calidad en Internet, nunca conseguiremos que se dé el salto cualitativo, y aquí nos encontramos con el problema de la piratería", avisa. Corral cita el ejemplo de la industria editorial española: "Es la cuarta más grande del mundo con una proyección espectacular, pero tendría que migrar al entorno digital en tres años. Esa transición se desincentiva si no garantizamos que se va a producir un retorno de la inversión".Los idiomas, afirma el economista José Luis García Delgado, poseen un valor filológico, cultural, político y económico. Pesan según los hablantes, pero también según los usos. El español ha superado la batalla de los números, pero tiene pendiente convertirse en una de las lenguas de referencia mundial en el campo de la diplomacia, la cultura, la ciencia y las nuevas tecnologías. El toque del pedigrí.237.000 turistas idiomáticos en la patria de la eñeEl año 1492 no sólo acogió hazañas geográficas y convulsiones políticas. También fue el año en el que un catedrático andaluz, que trabajaba en la Universidad de Salamanca, creó las primeras normas del castellano. Una aventura tan colosal como que un europeo encontrase un continente. Antonio de Nebrija urdió la primera gramática del castellano. No sólo eso. También redactó una Gramática del español como lengua extranjera, que, en sus propias palabras, estaba pensada para "los pueblos bárbaros sometidos, los enemigos de nuestra fe que tienen ia necessidad de saber el lenguaje castellano y todos aquellos que tienen algún trato i conversación en españa i necessidad de nuestra lengua". Nebrija fue sin duda un erudito visionario, aunque su vanguardismo no encontró continuadores constantes. Desde el siglo XV, la enseñanza del español ha vivido entre claroscuros y altibajos.Una inestabilidad que parece disiparse en las últimas décadas, conforme se aprecia su ancha veta económica. Incluso Turespaña ha olfateado su potencial y ha comenzado a mimar el turismo idiomático. Porque no se trata de calderilla. En 2007, España ingresó 462,5 millones de euros gracias a los extranjeros que vinieron a estudiar español. Cada uno se gasta de promedio 1.950 euros entre cursos, alojamiento, manutención y ocio. Salamanca, Sevilla, Cádiz, Málaga, Granada, Valencia, Alicante, Barcelona y Madrid despuntan: acogen el 72% de los 600 centros de enseñanza de españAlemanes (23%) y estadounidenses (13%) son los alumnos más frecuentes, seguidos de franceses, italianos y británicos. Cada vez llegan más: los 130.000 estudiantes de 2000 son 237.000 siete años después. Un camino de éxito en el que, como en todo, hay un pero. "En el poderoso mercado americano estamos perdiendo año tras año cuota de estudiantes que vienen a España a favor de otros destinos", advierte el presidente de la Federación Española de Escuelas de Español como Lengua Extranjera (Fedele), Francisco Pérez Navarro.México, Costa Rica, Argentina y Chile son, según Turespaña, los principales competidores en la captación de turistas idiomáticos. Pérez Navarro considera urgente que la promoción en el extranjero se unifique entre todas las instituciones, que se reconozcan por las universidades estadounidenses los certificados de estudios del Instituto Cervantes o que se agilice la tramitación de visados de estudios. Con estos esfuerzos, prevé que se duplique la cifra de turistas idiomáticos.