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El derecho al castellano

03/05/2008

Antonio Pérez Henares, Siglo XXI (Columna de opinión) El cariño, utilización, difusión y defensa de una lengua no tiene porque significar la agresión a otra. De la misma manera que el amor a la propia tierra, sea esta humilde aldea o territorio con ínfulas nacionales, no debiera suponer odio a ninguna otra especialmente aquella mas extensa en la que se esta enclavado. Pero lo es. Esencialmente porque el ser profundo del nacionalista se encuentra en la confrontación con lo "otro" incluso hasta más que en el afecto por lo propio. La defensa política del catalán, utilizado como arma de confrontación contra rivales políticos y como factor de exclusión laboral y social, es un hecho evidente. Aunque en el colmo del cinismo se pretenda decir y negar el propio asunto haciendo grandes protestas de que no hay problema alguno y negando incluso el derecho al agredido, a quien recibe bofetada tras bofetada, a la más mínima queja. La situación es tan delirante que tras prohibir en todos los rincones, desde los carteles de las fruterías a los recreos de los niños el uso del castellano, salen en tromba y con aire escandalizado, criminalizan al denunciante de la agresión y acaba por ser el malo. La agresión a la lengua común de los españoles y de cuatrocientos millones de personas en el mundo es una de las atrocidades más paletas, estúpidas y destructivas que nuestra existencia ha contemplado. Un empobrecimiento cultural de enorme magnitud, un sembrado de división y odio, una perversa manipulación de la lengua como instrumento de batalla. El nacionalismo catalán, amparado ahora por el no menos nacionalista PSC, aunque sus dirigentes se llamen Montilla, Corbacho y Chacón y sean de Córdoba o Badajoz, inicia la peligrosa y agresiva senda. Ahora, el pacto del socialismo con el nacionalismo gallego la emprende con entusiasmo en Galicia, donde ya los fraguistas habían deslizado más de una insensatez al respecto, y como remate, en Baleares un pacto similar riza el rizo y se lanza a una campaña que conculca ya no la Constitución Española, a este respecto verdadero papel mojado, sino el propio estatuto de autonomía recientemente aceptado. En Euskadi donde se había actuado hasta el momento con sentido común, este desaparece y la pretensión es seguir los otros pasos. Las famosas inmersiones que no son sino prohibir, acorralar y extirpar a la fuerza el empleo de la lengua que todos los ciudadanos del Estado hablan. El gobierno balear, que en su primera versión la emprendió contra el turismo con aquello de la ecotasa, ha variado el tiro y ha empezado a disparar en esta segunda entrega contra el castellano. Las directrices son tan agresivas y estrictas que no intentan siquiera ocultar su intención de impedir una utilización pareja de ambas lenguas. Toda la señalización, toda la información que se de al público en cualquier soporte y ámbito ha de estar, exclusivamente, en catalán. "No se pueden hacer versiones bilingües" se enfatiza y ordena. En catalán, por supuesto. La persecución y eliminación del castellano es el objetivo primordial. Contemplar tal inquina en los nacionalistas entra dentro de la lógica de la irracionalidad política pero que tales senderos sean seguidos y ampliados con entusiasmo por quienes se dicen de izquierdas, por socialistas o las raspas que quedan de IU, resulta una verdadera regresión de principios esenciales de igualdad ciudadana, una patada en los principios básicos del propio socialismo. Una entrega, de rodillas y vergonzante, ante lo más reaccionario del nacionalismo. Por mucho que la mona la vista de progre. Rosa Díez, socialista, ha estado una vez más en el sitio.P.D. Constitución española. Artículo 3.1 El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. 2 Las demás lengua españolas serán también oficiales en las respectivas comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos. ¿Tenemos de verdad ese "derecho" a usar nuestra lengua común?. No. A los españoles ese derecho democrático nos ha sido en muchos lugares ya arrebatado.