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El creole lucha por sobrevivir en las islas caribeñas

02/07/2021
Dánica Coto

En la isla colombiana de San Andrés se lucha por imponer una enseñanza trilingüe

La niña se acercó al micrófono y se sacó el tapabocas. Respiró hondo antes de tratar de deletrear la palabra “descubrir” en creole francés.

“D-E-K-O-V-I”, dijo con las manos en la espalda, frente a una serie de trofeos.

Segundos después la maestra le dijo: “Lo siento, eso no es correcto”. La palabras, agregó, es “dékouvè”.

La escolar frunció los labios y se sentó durante el concurso de deletreo en la isla caribeña de Dominica. Sus dificultades con el idioma no son únicas en esta pequeña nación, que trata de preservar y promover esa invención de africanos que mezclaron sus lenguas originales con las de los europeos dueños de plantaciones en las que trabajaban como esclavos.

El kwéyòl, como se le dice en Dominica, es una de muchas variantes del crole, o criollo, que se hablan en más de una docena de islas caribeñas. Complejas creaciones culturales que son consideradas por muchos lenguas informales, inferiores, habladas por personas con poca educación.

“Tu manejo de una lengua europea, ya sea inglés, francés u holandés, es visto como un indicador de tu nivel educativo”, expresó Clive Forrester, profesor de lingüística de la Universidad de Waterloo en Canadá y secretario de la Sociedad de Lingüística Caribeña. “La actitud hacia estas lenguas ha mejorado, pero todavía se percibe esa sensación. Todo lo relacionado con la cultura africana es considerado algo no tan prestigioso como la cultura europea”.

Las autoridades de Dominica, una isla de unos 75.000 habitantes, esperan cambiar esa percepción: Empezaron a enseñar el kwéyòl en dieciséis de las 56 escuelas primarias este año, a través de “pausas de cinco minutos para la cauas del creole”. Dicen que la falta de maestros que hablen kwéyòl impide ampliar el programa.

Los estudiantes aprenden las raíces del idioma y palabras y frases sencillas. Algunos compiten en concursos de deletreo iniciados hace 11 años, según Charlene White-Christian, coordinadora de idiomas modernos del Ministerio de Educación de Dominica.

Ella está aprendiendo el idioma porque sus padres nunca lo hablaron en la casa. Lo poco que sabe lo aprendió de amigas y en la escuela.

“No queremos perderlo”, manifestó. “El idioma es parte de nuestra cultura. No es nada sin el lenguaje”.

Para preservar la lengua, los académicos dominiqueses publicaron dos diccionarios de kwéyòl —el más nuevo de 150 páginas— y trabajan en un tercero, mientras debaten si incluir palabras como “computadora” y “memoria USB”, que nunca tuvieron equivalentes en creole.

“Estamos analizando eso”, dijo Raymond Lawrence, presidente del Comité de Estudio del Creole de Dominica. “Los diccionarios toman mucho tiempo”.

El orgullo por las lenguas creoles ha aumentado en los últimos años, aunque solo un puñado de naciones caribeñas lo declararon idioma oficial, incluidas Haití, Aruba y Curazao. Pocas ofrecen clases de creole y los expertos dicen que no saben de ningún sitio donde sea la lengua principal del sistema educativo.

Las versiones habladas en Dominica y en la vecina Saint Lucia combinaron lenguas africanas con el francés de los primeros colonos, incorporando a veces lenguas indígenas. Dominica fue una colonia francesa durante 48 años y luego inglesa por 215 años, lo que dio paso al surgimiento de un creole de influencia inglesa.

El sitio donde más se habla el creole francés es Haití, país de más de once millones de habitantes. Unos pocos hablan el creole kouri-vini de Luisiana, que también fue colonia francesa. Los lingüistas dicen que las personas de zonas rurales de países como Haití y Jamaica hablan exclusivamente lenguas creole, generalmente porque no fueron a la escuela.

El papiamento, un creole de influencia portuguesa, se habla en Aruba y Curazao, donde fue adoptado por los judíos sefardíes, de acuerdo con Hgubert Devonish, profesor de lingüística jamaiquino y miembro del Centro Internacional para la Investigación de Lenguas Caribeñas.

Las lenguas creole de influencia inglesa van desde el gullah de la zona costera de Carolina del Norte al patois de Jamaica, que se escucha en su música.

El creole inglés puede tener su origen en Barbados, a fines del 1640, cuando la población de esclavos africanos superó a la de colonos blancos, según Devonish. Agregó que el creole francés probablemente surgió en San Cristóbal y Nieves, donde funcionó la primera plantación francesa.

Las lenguas que evolucionaron a lo largo de los siglos afectaron la educación, las migraciones y las relaciones de las islas con sus antiguas potencias coloniales.

Algunas personas renunciaron a las lenguas creole para escaparle a la pobreza y la discriminación, en tanto que algunas elites educadas a veces las incorporaron como símbolos de una identidad nacional y las promovieron, expresó Devonish.

En muchas naciones caribeñas, “se da por sentado que para participar en la vida nacional, hay que hablar el idioma de la gente”, indicó Devonish. Eso, sin embargo, todavía no sucede en Dominica.

“Hasta ahora, puedes ser dominicano sin hablar creole”, comentó. “Dominica corre serio peligro de perder el idioma”.

Los expertos no están seguros de porqué el idioma se fue perdiendo en Dominica más que en otras islas. Algunos dicen que tal vez se debió al énfasis que se pone en la enseñanza del inglés o a la presencia de otra forma de creole inglés conocido como kokoy, traído por trabajadores de otras islas a fines del siglo 19 y hablado más que nada en el noreste de la isla.

En la década de 1960 surgió una campaña para promover las lenguas creole, cuando el Caribe experimentó su versión del movimiento de reivindicación de los pueblos negros, señaló Forrester.

“Diferentes artefactos de la cultura caribeña, la música, la espritualidad, las lenguas... todas esas cosas se reexaminaron y, en cierto sentido, fueron reevaluados y elevados por los promotores de la cultura”, expresó. “El lenguaje fue parte de todo esto”

Las redes sociales tambiénm inciden ahora. Los adolescentes y los jóvenes publican cosas en creole, indicó Forrester, cuyo primer idioma es el creole jamaiquino. Destacó que se siente cierto orgullo por el uso de esa lengua, pero que es más pronunciado en la gente que también domina el inglés.

Agregó que el lenguaje que más peligro corre en el Caribe es el creole francés de Trinidad, que es hablado solo por unas pocas personas ancianas a pesar de los esfuerzos por revivirlo. Un criollo holandés de Guyana dejó de usarse hace más de una década.

“Los lenguajes son cosas vivientes”, dijo Forrester. “Y ninguna cosa viviente vive para siempre”.