El Congreso de la Lengua Española cierra en falso

El rapero Stick participa en un acto del Congreso Internacional de la Lengua Española en Arequipa / Paolo Aguilar - EFE
Cuando se anunciaba el programa del X Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) en la ciudad peruana de Arequipa, nadie se imaginaba que a los tres ejes de estudio (mestizaje, lenguaje claro e inteligencia artificial), se añadiría un cuarto eje: la polémica entre los directores del Instituto Cervantes y de la RAE, Luis García Montero y Santiago Muñoz Machado.
Sus diferencias han cobrado un singular protagonismo durante los cuatro días de congreso. Sin embargo, el CILE, siguiendo un esquema muy similar a los nueve anteriores, ha funcionado según lo previsto, con todas sus sesiones y actos. Llegado el viernes, el día de la clausura, ninguno de los dos directores se dejó ver por el teatro donde se han celebrado las sesiones principales, ni propiciaron el habitual encuentro informal con los periodistas para dar su valoración, como acontecía en los CILE anteriores.
Desde que la semana pasada el director del Cervantes mostró públicamente sus discrepancias con Muñoz Machado, este ha recibido adhesiones de la RAE, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y, este mismo viernes, de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), que reúne a las 23 academias del mundo. Por su parte, el presidente del Instituto Cervantes recibió el jueves el apoyo explícito del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, durante su visita a Arequipa, por su “magnífico trabajo” y por “la excelente labor que realiza el Instituto Cervantes”.
Aunque fuentes consultadas por La Vanguardia insisten en que se trata de diferencias personales entre los dos directores, los comunicados y declaraciones elevan el desencuentro a nivel institucional, a pesar de que algunos académicos lo han intentado evitar infructuosamente.
Más allá de la polémica, algunas voces asistentes al CILE muestran discrepancias con su estructura. Siguiendo un modelo que fue un éxito en los albores de esta cita internacional a finales del siglo pasado (Zacatecas, 1997), hoy la densidad de su programa y los poquísimos espacios para el debate reclaman repensar su funcionamiento en el futuro.
No parece sostenible reunir a 270 ponentes para que intervengan unos diez minutos en cada mesa y que no quede demasiado espacio para el debate y, casi nunca, para las intervenciones del público. Teniendo en cuenta que, según algunas fuentes, se maneja un presupuesto de unos cinco millones de euros, la mayoría aportados por el país anfitrión, la balanza parece desequilibrada.
El hecho de que en la jornada de clausura tampoco se anunciara, como suele ser habitual, la próxima sede del congreso da a entender que hay mucho sobre lo que reflexionar de cara al futuro. Un encuentro internacional como el CILE, que favorece la diplomacia de la lengua entre los países hispanohablantes, es cada vez más necesario en un mundo globalizado, aunque la frecuencia de tres años se podría dilatar. Pero, una vez hechos los deberes, su continuidad es imprescindible.