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El chabacano, la lengua popular de
Filipinas

15/04/2014

Pablo M. Díez, ABCNusabe tu onde anda? Pregunta na Public Assistance Desk. Mezclado con el inglés, el cartel resulta bastante comprensible en el Ayuntamiento de Zamboanga, a más de 850 kilómetros al sur de Manila en la isla de Mindanao. Aunque lo parezca pese a sus errores ortográficos, no está escrito en español. Tampoco en tagalo, el principal idioma de Filipinas, sino en chabacano, una lengua criolla derivada del castellano que se hablaba durante la colonización española, entre 1565 y 1898.Sus orígenes se remontan al siglo XVII en la base naval de Cavite, cerca de Manila, donde coincidieron los españoles, filipinos y mexicanos que construían los galeones que luego hacían la ruta de las Américas. Para entenderse entre ellos, se comunicaban mediante una lengua común, el castellano antiguo, que los analfabetos obreros filipinos hablaban a su manera. Por sus frecuentes incorrecciones gramaticales, los españoles lo llamaron de forma despectiva «chabacano», pero este dialecto se ha perpetuado con el paso del tiempo y es comúnmente hablado en la península de Zamboanga y de forma más residual en otras partes de Filipinas, como Cebú y Cavite, además de en algunos lugares de Malasia y en la isla de Guam.Mezcla de tribus, razas y culturas«El chabacano nace de una mezcla de tribus, razas y culturas que evolucionó en un idioma distinto, con al menos un 80 por ciento de español en sus raíces y un 20 por ciento de palabras nativas», explica a ABC el profesor Bert Torres, que ya ha elaborado el primer alfabeto de esta lengua y publicará este año su primer diccionario. Ayudado por el profesor Ali T. Yacub, Torres ha recopilado 3.000 palabras, de las cuales el 60% se basan en el castellano y el 40% en lenguas nativas. La primera de ellas es la letra A, seguida de la interjección «abá», el término «abacá» (hecho a mano) y el verbo «abajá» (bajar). Como una pesada losa del pasado, cierra el diccionario el adjetivo «vulgar», sinónimo en español de chabacano.Rebelándose contra este estigma, los profesores Torres y Yacub han lanzado una cruzada para dignificar y extender el chabacano. «No es una lengua de la calle ni de clase baja, sino de todo el mundo. Puede que en el pasado lo fuera, pero ahora es diferente», defiende Torres, que quiere establecer una metodología para estudiarlo. El problema, reconoce, es que «la ortografía y la gramática todavía no han establecido sus normas porque ha sido una lengua eminentemente oral y no escrita».Desde 1635Entre sus muchas peculiaridades destacan que no hay género para las formas del plural y singular y todos los sustantivos van precedidas por el artículo «el». Por su parte, los tiempos verbales se construyen con partículas: «yo ya come» (ya he comido), «yo ta canta» (estoy cantando) o «yo ai canta» (cantaré).Apodada la «ciudad latina de Asia», en Zamboanga se habla el chabacano desde que en 1635 se erigió el Fuerte de San José, que en 1719 fue rebautizado como Real Fortaleza de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. De hecho, la imagen de la «Pilarica» corona el altar levantado en uno de sus muros y es la patrona local de Zamboanga, que está hermanada con la capital maña desde 2008. Con un 80 por ciento de católicos y un 20 por ciento de musulmanes, entre el 60 y el 70 por ciento de sus 900.000 habitantes hablan el chabacano, que no es la lengua vehicular en el colegio pero se imparte en algunas clases en la guardería y hasta los diez años.«Hay un plan del Gobierno para adaptar los estudios pero, de momento, el español y el chabacano están eclipsados por el inglés, que es más internacional y se estudia desde el jardín de infancia hasta la universidad», desgrana la alcaldesa de Zamboanga, María Isabel Climaco Salazar, en un castellano perfecto. Sin haberlo estudiado, lo aprendió en el seno de su familia porque era el idioma que hablaba la élite de Filipinas hasta que, después de la Segunda Guerra Mundial, decayó en los colegios y las universidades por el auge del inglés. «Tampoco hay medios solo en chabacano, pero sí algunas noticias en los periódicos, la radio y las cadenas de televisión TV 11 y ABS-CBN», describe bajo la réplica de la Virgen del Pilar que preside su sala de reuniones.«Call centers» de EE.UU.Incluso después de la época colonial, el español fue lengua cooficial en Filipinas, junto al tagalo y al inglés, hasta la Constitución de 1987. Durante las primeras décadas del siglo XX, el castellano se empleaba comúnmente en la vida cotidiana, la Administración, los tribunales, la prensa y la literatura, que vivió su edad de oro precisamente durante la ocupación americana. En 1940, cuando eran hispanoparlantes seis de los 17 millones de filipinos que había entonces, se publicaban hasta 40 periódicos y revistas en castellano, pero su progresiva eliminación de los estudios y su sustitución por el inglés lo abocaron a su extinción.Ahora, según explica el embajador de España en Filipinas, Jorge Domecq, «hay un renacimiento del interés por el castellano porque se han superado los perjuicios de la época colonial y se ve que la cultura hispánica es muy importante en la sociedad y la historia de Filipinas». Gracias a su labor diplomática y a los cada vez mayores lazos con Latinoamérica, sobre todo México, Perú y Chile, el Gobierno filipino baraja introducir de nuevo el castellano en su sistema educativo, donde ya hay 75 colegios enseñándolo a 8.000 niños.Para Carlos Palomo, coordinador del Instituto Cervantes en Manila, «el español es un medio para salir de la pobreza» porque garantiza un sueldo mayor en los «call centers» de las grandes multinacionales, como Oracle o IBM, que atienden telefónicamente a los clientes de Estados Unidos, donde trabajan casi un millón de filipinos. Si, además de inglés, el operario habla español, una lengua cada vez más en alza en ese país, el salario puede llegar a los 60.000 pesos (980 euros) en Manila y a los 40.000 pesos (650 euros) en Zamboanga, donde el sueldo medio es de 10.000 pesos (160 euros).En el Cervantes de Manila aprenden castellano 6.000 estudiantes, incluyendo los de dos colegios privados que lo imparten a través de sus profesores. Un claro ejemplo, a juicio de Carlos Palomo, de que «Filipinas está apreciando de nuevo la importancia del español».