Curiosidades del lenguaje: burro
Marcelo Arduz Ruiz, La PrensaBURRO — Del latín burrus, derivado posiblemente del color de su antecesor silvestre. Nombre vulgar del asno o jumento, que desde albores de la humanidad acompaña al hombre en el trabajo, como animal de monta, tracción o carga, de ahí que la voz «burro de carga» hace referencia al ser humano laborioso, sufrido o de mucho aguante en duras faenas. Por su comportamiento dócil y tranquilo es símbolo de paciencia, humildad, laboriosidad y gratitud (pues al final de la jornada sabe que recibirá pasto y agua); a la par que de tozudez, siendo por esto preciado en la antigüedad como víctima en los sacrificios, entre los que se recuerda los del Oráculo de Delfos; o sin conexión aparente, en los circos actuales cuando se los entrega a la voracidad de los leones, sin derribarlos siquiera, cual cristianos en el circo romano.Tal vez por su asociación en algunos pasajes bíblicos a la lascivia o falta de pudor, en el medioevo se popularizó el castigo de pasear desnudos a los adúlteros por las calles, montados en burro. No obstante, en la Roma antigua, por su ligazón a la fertilidad de la naturaleza y hasta sexualidad, acompañaban los cortejos de Dionisio (divinidad festiva), Príapo (dios de los jardines) y Ceres (diosa de la agricultura).En la actualidad, la palabra se ha convertido en uno de los insultos más comunes contra la capacidad de discernimiento que se supone distingue a las personas de las bestias; utilizándola inclusive contra los niños, como otrora sucedía al sentarlos en un banquillo contra la pared con un letrero de «burro» o gorro de orejas largas, para ridiculizarlos ante sus compañeros de aula. La voz ha ganado ciudadanía como sinónimo de hombre necio, ignorante o poca inteligencia, o que habiendo estudiado no da muestras de entendimiento. Su frecuente uso es clara muestra que aunque la humanidad defienda derechos humanos de raza, sexo o religión, poco o nada hace para superar las discriminaciones contra el intelecto que a todos nos identifica y hace iguales.No obstante no todo es negativo, pues la Biblia en el Antiguo Testamento refiere que un asno botó de su cabalgadura al profeta Balaam, para recriminarle duramente por acatar la voluntad de los hombres antes que la divina. En otros pasajes, lo representa en el pesebre de Belén; la huida de la sagrada familia a Egipto y en las predicciones del profeta Zacarías, cuando dice que el Mesías, aguardado a través de los siglos, hará su ingreso triunfal montado en el lomo de un asno: «asnillo, hijo de asna»; aunque tal vez el anuncio no se refiera precisamente a su ingreso en Jerusalén, aclamado con batir de palmas durante el Domingo de Ramos, sino a los días que vendrán, cuando retorne a la tierra más de 2000 años después, por segunda vez, no a las metrópolis de New York, París o Roma, en Roll Royce, ante las cámaras de la televisión o de la Century Fox, sino metafóricamente montado en humilde borrico a las lejanas playas de algún país marginal, pobre y explotado, sólo para que no seamos «tan burros» y aprendamos a ser un poco más humanos.En el mundo de las letras, en El Quijote de Cervantes es el inseparable compañero del bonachón Sancho Panza; el premio Nobel español Juan Ramón Jiménez escribió una de las joyas más preciadas de la literatura para jóvenes y niños, titulada Platero y yo; y en los cómic modernos goza de mucha popularidad y simpatía el Burro, en las aventuras de Shrek, el ogro verde; sin olvidar que en el ámbito nacional Porfirio Díaz Machicao dedicó las mejores páginas de alabanza al noble animal.De la Academia de la Lengua