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Colombia: lamentan que el tango sea ya
«una lengua muerta»

02/05/2010

EFECon la misma melancolía que desprenden sus canciones, el compositor argentino y uno de los grandes bandoneistas Rodolfo Mederos, lamentó hoy en Bogotá que el tango sea ya «una lengua muerta», lo que le obliga a sentirse «un arqueólogo buscando viejos esqueletos que están fosilizándose».En un estudio de grabación repleto de instrumentos y partituras esparcidas entre las butacas, la figura alta y desgarbada de Mederos se agarra con fuerza a su bandoneón, como si fuera la única llave para reencontrarse con el tango, esa amante pasional con la que ha envejecido y a la que ha visto envejecer.El arreglista argentino acudió a Bogotá para grabar su versión del Concierto Aconcagua para bandoneón y orquesta, de Astor Piazzolla, con la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, colaboración que se repetirá en vivo en el III Congreso Iberoamericano de Cultura en Medellín, del 1 al 4 de julio.«Es una relación absolutamente visceral. El tango yo no sé si es música, ni me lo planteo. El tango es como vivir, son los olores, los sabores, la ira, el odio, el amor, las conquistas, las derrotas, el trabajo de todos los días, el perro echado ahí, los hijos jugando, los amigos, la mujer. El tango es como una manera de ser y, además, es música», explicó Mederos en una entrevista con Efe.«Muchas veces se me pregunta -prosiguió- cómo llega uno a tocar como toca. La verdad es que no lo sé, es inútil plantearse eso. ¿Cómo siente uno lo que siente? Es como preguntarle a alguien que ama a una mujer por qué la ama. ¿Por sus ojos, su cuerpo, su manera de hablar? El amor no discrimina sobre aspectos puntuales».Sin embargo, los años no han pasado en balde para su amado tango, que si bien en el pasado «fue la manifestación de un pueblo, hoy es el de una oficina de marketing, un producto para el turismo, una caricatura de lo que fue», lamentó Mederos, para el que la música es una «religión», cuyo «dios es el bandoneón».«Me siento como un arqueólogo, buscando en ese pasado aquellos esqueletos que están fosilizándose, de ese tango que yo creo que fue verdaderamente lo más auténtico que supimos hacer, pero que fue atomizándose y quedó en una especie de recuerdo, (...) cuya existencia es dudosa. Es duro y me entristece, pero mi vida la consumiré haciendo esto», añadió.Nacido en Buenos Aires en 1940, Mederos formó parte, entre otras, de orquestas de figuras míticas de la música argentina como Osvaldo Pugliese y Astor Piazzola, del que muchos consideran su heredero directo, aunque él insiste que sus verdaderos «maestros» fueron, Pugliese, Aníbal Troilo y Horacio Salgan, sobre los que se asienta una cultura del tango «en vías de desaparición».«El futuro del tango es como el del ser humano, que si no comprende que no está en la dirección acertada y no gira su brújula hacia otras direcciones, terminará con la desaparición de las culturas regionales. La globalización trae esto, ya nada es de ningún lugar. Las músicas se banalizan y se McDonalizan».Considerado como un rupturista en su juventud, admitió que las vanguardias «estériles» no le entusiasman, pero sí apostó por «dar una energía diferente sin dañar la autenticidad, porque parece que la vanguardia deba ser destrozar una melodía antigua y convertirla en un producto para pocos, cargado de excentricidades».Así, criticó que las nuevas tendencias intentan imponer una «cosmética inútil», en lugar de «recuperar esa vieja piel que sigue siendo fresca, algo que en todo caso sí es un acto vanguardista».«Lo mejor que puedo dejar a mis hijos son raíces y alas -dijo citando a Unamuno-. El hijo tiene que sentirse de un lugar, sino terminará siendo un paria. Si tiene raíces, entonces podrá volar. La vanguardia es el pasado, no como refugio melancólico, sino para proyectarlo».