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Colombia construye su primer archivo digital de lenguas indígenas de la Amazonia

13/03/2023
Camila Osorio

Enokakuiodo, miembro de la cultura murui en la Amazonia colombiana

Se oyen al fondo gotas de lluvia y la madera de una fogata que se quema lentamente. En el centro de la grabación, de 1995, está la voz de Enokakuiodo, u Oscar Romualdo Román Jitdutjaaño, un hombre mayor y miembro de la cultura Murui en el Amazonas colombiano. “Entonces, ¿dónde no hay sal? En todo hay”, dice su voz pausada, pero en su lengua: “meita nɨnomo ɨaizaɨ iñe naana ite”. Ese ingrediente, explica en una grabación que se titula Discurso de la sal, no es solo un mineral sino que es la fecundidad, la abundancia, un elemento central en la creación. “Nosotros también fuimos condimentados”, añade al decir “kaɨ daaje izoi jaɨkuiñogakaɨ”. “Hablamos con su palabra, con palabra de sal, con palabra amorosa”, continúa, en murui, sobre ɨaizaɨ, la palabra para decir sal, o más bien dijo “Afemɨe uaido uuritɨkaɨ ɨai’uaido kaɨma uaido”.

Este discurso meditativo sobre la sal se extiende por muchas horas, grabadas en distintas sesiones y durante varios años, hoy disponibles al público en el primer archivo digital que construye Colombia para guardar el sonido de las lenguas indígenas amazónicas. “Hay unas 45 lenguas en la amazonia colombiana, y en toda la Amazonia son unas 200″, cuenta el antropólogo colombiano Juan Álvaro Echeverri, académico de la Universidad Nacional en la sede de la Amazonia, y quien ha encabezado este proyecto de digitalización y archivo con un equipo de lingüistas e investigadores indígenas.

“Desde el punto de vista de la UNESCO, todas estas son lenguas en peligro, algunas en estado crítico como el magütá”, añade, explicando que en parte lo crítico se debe a la falta de transmisión de estas lenguas a las nuevas generaciones. “La mayoría están por debajo de mil hablantes, y un buen número por debajo de cien hablantes; son lenguas que fácilmente pueden desaparecer y quisiéramos que queden los archivos orales”, concluye.

En el archivo no están aún las 200 lenguas de toda la Amazonia, ni las 45 de la selva colombiana—el proyecto nació recientemente, en febrero, y está en búsqueda de aliados y financiación para expandirse a toda la región. Pero ya se pueden escuchar más de cien audios en murui (de la familia lingüística Witoto), miraña (de la familia lingüística Bora), y magütá (una lengua independiente).

Y este archivo, público para todo el que entre a la Biblioteca Digital de la Universidad Nacional, viene cargado de “palabras amorosas”, como las llamaría Enokakuiodo. Todas las personas grabadas, la mayoría entre 1990 y el año 2000, tomaron cientos de horas para explicar a las generaciones futuras la leyenda de un armadillo o la centralidad de la coca, el tabaco y la yuca en la historia de sus pueblos. O para registrar los arrullos que conocen para dormir a los bebés. Por ejemplo está grabada la abuela Agustina Manduca, en 1996, cantando una canción de cuna desde la región de Arara, una wawaë para los más chicos.

“Son colecciones de grabaciones que fueron, desde el inicio, concebidas como proyectos educativos, como materiales dirigidos a la futura generación”, dice Echeverri. Los arrullos y canciones magütá, como el de la abuela Agustina Manduca, fueron grabados en una campaña de preservación del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar que duró de 1991 al 2006. Cuando se frenó la campaña el lingüista Abel Santos, hablante de la lengua magütá, guardó los cassettes durante años en distintas cajas, añejándose en el olvido antes de que llegaran a este nuevo archivo digital.

Otras grabaciones fueron esfuerzos de preservación de las familias indígenas, como el esfuerzo de Elio Miraña o Nʉjpayko Naave. Él es un investigador indígena que se dedica a la revitalización de la lengua miraña, y su tío era un gran cantautor y pedagogo que veía cada vez a menos jóvenes interesados por la lengua. Entonces decidió grabarse. “El decía: ‘yo sé que ustedes van a necesitar esto más adelante’, y grabó unos cantos muy completos de varios rituales”, explica el profesor Echeverri. El tío falleció en 2005, sus audios casi fueron quemados en su funeral, pero el sobrino los cuidó y pronto estarán restaurados en la plataforma.

El profesor Echeverri aclara que otros esfuerzos importantes han archivado lenguas indígenas en formato digital, pero en repositorios ubicados en Estados Unidos o Europa. Está por ejemplo el archivo AILA (Archive of the Indigenous Languages of Latin America) en la Universidad de Austin, Texas, que tiene grabaciones de todas partes del mundo, incluyendo unas pocas de lenguas amazónicas. También está DOBES (Documentation of endangered languages) de un proyecto en Holanda llamado El Archivo de Lenguas, con algunas grabaciones amazónicas del bora, ocaina, nonuya y resígaro.

“Hay un par de repositorios en el mundo, ¿por qué no tener uno acá en la amazonia colombiana? ¿Uno que nosotros controlemos?”, pregunta el profesor Echeverri. “Un problema de entregar todo a las plataformas en Europa es que, si bien son teóricamente de acceso abierto, son muy poco amigables y se vuelven restrictivas. En Colombia ha habido otras iniciativas que no cuajaron, por ejemplo en el Archivo Nacional”, añade. En la iniciativa del Archivo contactó a varios antropólogos que tenían audios viejos, pero el proyecto murió con un cambio de director de la entidad.

La misma Universidad Nacional intentó un archivo hace varios años, pero se frenó en laberintos burocráticos y legales porque hacer un archivo digital es engorroso. En la nueva página no cualquier audio es inmediatamente traducido y publicado: se debe tener el consentimiento libre e informado de la persona grabada, o de la comunidad de quien fue miembro si es imposible contactarle. Como no siempre es fácil contactar a quienes fueron entrevistados hace décadas en la Amazonia, por ahora el archivo únicamente publica grabaciones cuyo objetivo era inicialmente ser difundido públicamente, como los audios del ICBF.

Echeverri añadió al archivo 63 audios que él mismo empezó a grabar en los 90s. Una parte de estos están transcritos en su libro Tabaco frío, coca dulce / Jírue d-iona, r-iérue jííbina, que recibió Premio Nacional al Rescate de la Tradición Oral en 1993 y fue reeditado en 2008. Son de una conversación con el curandero Hipólito Candre (kɨneraɨ, en lengua murui), que buscaba transmitir a los jóvenes cómo curar enfermedades con plantas como el tabaco o la coca, que tienen capacidades medicinales, sociales y espirituales. En un audio sobre el Yetarafue, la palabra para designar disciplina, el curandero habla de quienes dejaron de interesarse por aprender la lengua:

Idɨ uai / Esa propia palabra

mei jae feeide / pues se olvidó.

Ie jira komo kaɨ jenua / Por eso apenas la estamos buscando,

ñue / para bien.

Uruiaɨ komuiya eroikana / Mirando en los niños que crecen,

taɨnomo kaɨ oñega / no es en vano que la sacamos,

akie izoide / así es.

La palabra la encontrarán los jóvenes en la coca y tabaco, en la yuca dulce y el maní, dice kɨneraɨ. “Sentimos que este archivo no es simplemente unas grabaciones, que se archivan, sino que son cosas que están vivas, que son nuestra responsabilidad, que son fundamentales”, añade Echeverri, antes de concluir: “Entender una lengua no es simplemente aprender un código para decir lo mismo en otro código. Aprender otra lengua es aprender otra forma de pensar, y eso es acá lo fundamental”.