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Cervantes y su amigo Freud

02/09/2005

José Cueli Cervantes y su alumno Freud Sigmund Freud fue influido y quizá, mejor dicho, seducido, por la monumental novela de Cervantes, tanto en su realidad como en sus sueños. Para el sicoanalista la realidad se nos presenta como una transfiguración. No es ''real", pero tampoco ''ideal". Admira de Freud, como de Cervantes, que después de haber manifestado todo, no han dicho apenas nada. Ambos genios enuncian siempre algo menos de lo que dicen. La multiplicidad de sus significados es infinita. Al someter la realidad a lo ideal, requieren usar un lenguaje que no cabe interpretar literalmente porque cada uno de los términos está como encajado dentro del otro, en una sucesión infinita e interminable. Una diferencia que se hace aparente entre Freud y Cervantes es que para éste el mundo no había perdido la esperanza. Para un mundo en el cual la apariencia se iba disociando cada vez más de su ser, Cervantes halló un remedio incomparable: la ironía fiadora que en vez de burlarse de las cosas, las salva o justifica y en vez de violentarlas o caricaturizarlas, las transfigura. Freud, en cambio, hasta la esperanza perdió. Descubre el narcisismo del hombre y con él su omnipotencia, máscara del sadismo y la crueldad. Esa crueldad que se desencadena porque sí y actúa sin ningún fin. Sin embargo, ambos supieron ahondar, como no queriendo en una literatura que era algo más que literatura, y cuya trascendencia estriba en que el lenguaje merece volver a su origen que, en realidad es un no origen. Freud y Cervantes dieron por cabal coincidencia de pensamiento y estilo, la pauta verídica de un espíritu que partiendo del lenguaje avanzó hasta asumir la supremacía fervorosa de su ámbito idiomático insuperable. Freud, alumno aventajado de Cervantes, de alguna forma abordó la dificultad de la fantasía que consideró externa al mundo y esencial en la estructuración del ser siendo está el objeto de fondo de su teoría sobre el inconsciente. Si bien Freud aprendió en forma autodidacta la lengua castellana para leer El Quijote en el original cervantino, el diálogo entre ambos talentos pareciera haberse dado en lo inmemorial de los tiempos. Mientras Cervantes enuncia: ''Esta figura que ves/ es el temor sospechoso/, que engendra ajeno interés/ impertinente curioso/ que mira siempre al través/", Freud pareciera responder a su interlocutor: usted bien sabe ''cuánto delirio hay en toda verdad y cuánto de verdad en toda locura." Sigmund Freud soñó para nosotros el sueño paradigmático y con ello encontró la clave para descifrar el enigma de los sueños, mientras Miguel de Cervantes Saavedra con su Quijote nos envolvió en un sueño, un sueño creador, siempre renovado, del cual emerge una voz que se escucha allende el mar, una voz que nos llama y nos dice: ¡Nunca dejéis de soñar!