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Cartas inéditas de Juan Valera, en el centenario de su muerte

01/09/2005

por Andrés Amoróswww.elcultural.esComo gran parte de nuestros clásicos, don Juan Valera yace hoy bajo una capa de olvidos, tópicos o simplificaciones. Muchos lo reducen a un costumbrista andaluz o a un autor de novelas sentimentales para jovencitas: ¡cómo se reiría el propio Valera si leyera algo de esto! El crítico más sagaz de su tiempo, Clarín, es el que mejor supo entenderlo: “Valera es en el fondo más revolucionario que Galdós [...] Ha hablado de cosas de que jamás se había hablado en castellano”.¿Qué cosas son esas? Sencillamente, llegó a asomarse al fondo del corazón humano –sobre todo de las mujeres– como ningún autor español de su tiempo y mostrar las difusas fronteras que separan el amor místico del amor carnal. Supo ver que, detrás de cualquier acción humana, existen ángeles buenos y malos que actúan –esto es lo terrible– “movidos por encontradas razones y conspirando, no obstante, al mismo fin.”Como Cervantes, practicó sistemáticamente la ironía, y nos enseñó a aceptar la realidad, a amar la vida. Por todo eso hoy, a los cien años de su muerte, podemos entender y valorar su obra mejor que cuando la publicó.Es de sobra conocido el valor excepcional del epistolario de Valera. Como autor de cartas no tiene rival en toda la literatura española. Ningún otro de nuestros escritores logró reunir una correspondencia semejante, por cantidad y por calidad. En su Epistolario está su mejor biografía, es el mejor camino para entender cuáles son sus verdaderas creencias y un valiosísimo testimonio sobre la España de su tiempo. Además, leerlo es un verdadero placer. Nunca resplandecen tanto como aquí sus cualidades: su irónica inteligencia, su cultura, su dominio de una lengua clásica y castiza, su regocijada visión del mundo... Valor biográfico, histórico, estético... Además, valor impagable para el que quiera acercarse al verdadero Valera y entenderlo, despojándolo de todas las capas con que ha querido envolverse. En este Epistolario, básicamente, me he basado para intentar entender las novelas de Valera en el libro que aparecerá dentro de poco. Después de muchas publicaciones fragmentarias, un equipo dirigido por Leonardo Romero Tobar está publicando la correspondencia completa de Valera, por orden cronológico. La está editando Castalia, han aparecido ya dos volúmenes y faltan cuatro más. En vísperas del centenario del fallecimiento de Valera aporto yo dos cartas –creo– totalmente inéditas y desconocidas. Las dos tienen que ver con el poeta y diplomático Fernando de la Vera e Isla (1825-1891): agregado en Lisboa (allí conoció al joven Valera, en 1850), San Petersburgo, París y varias legaciones americanas, fue Jefe de Sección en el Ministerio de Estado. Una carta va dirigida a él y la otra comenta sus poemas.Las cartas que ahora doy a conocer, manuscritas, están escritas en un pliego doblado y tienen la misma extensión: tres de sus cuatro caras. La primera está fechada en Biarritz, un 13 de septiembre, sin mencionar el año. Me parece indudable que se trata de 1879. En ese momento Valera tiene 53 años, ha publicado el año anterior la novela Doña Luz, y en este año aparecerán su traducción del Dafnis y Cloe y su “tentativa dramática” Asclepigenia, una de las mejores claves de su obra. Es, pues, un momento de plena madurez. Para visitar a su mujer –de la que está prácticamente separado– y a sus hijos, pasa parte de los veranos de 1878, 1879 y 1880 en Biarritz y San Juan de Luz. En concreto, el 3 de agosto del 79 escribe a su amigo Menéndez Pelayo desde Biarritz y sigue estando allí el 27 de agosto. (La carta siguiente, ya desde Doña Mencía, es del 10 de octubre). La segunda carta está fechada en Lisboa el 12 de junio de 1883: había sido nombrado Ministro en Lisboa el 21 de febrero de 1881 y permaneció allí hasta el 31 de julio de 1883, en el que tuvo que dimitir por un escándalo relacionado con la compañía de ferrocarril. Se refiere aquí Valera a “las fiestas de la regia visita”; en mayo, había acompañado a los Reyes de Portugal en su viaje a Madrid. Lo atestiguan varias cartas a Moreno Ruiz, a su hermana Sofía y a Menéndez Pelayo. Artigas y Sainz Rodríguez, en su Epistolario de Valera y Menéndez Pelayo, publicaron la carta de don Juan a don Marcelino del 12 de junio de 1883 (pág. 167 de la edición de 1930), es decir, la misma fecha de la que ahora publico: en ella se refiere a los versos de Fernando de Vera y le dice a Menéndez Pelayo que le adjunta una carta para éste, rogándole se la haga llegar. Se trata de la que ahora doy a conocer, perdida –creo– desde entonces.Las dos cartas, así pues, se refieren, a los poemas de Vera, aunque sólo la segunda esté dirigida a él: la primera, de 1879, a propósito del volumen Traducción en verso del salmo L..., que aparece ese año; la segunda, de 1883, comentando el volumen de Versos que acaba de aparecer. Conociendo el carácter de Valera, no importan demasiado los habituales elogios, tan convencionales, que dedica a los versos de un viejo amigo: así se comporta él, siempre. Más interesantes son, en los dos casos, las confesiones de su “extraordinaria y poderosa propensión a lo sobrenatural y religioso”. Su burla del falso misticismo, sus críticas a los “neocatólicos” y su falta de fe no impiden una sincera inquietud por la espiritualidad. Las novelas y las cartas de Valera lo dicen muchas veces. Aquí, una vez más, lo comprobamos. Ése es, quizá, el mayor interés que poseen estas cartas, además de la conexión con la esperpéntica historia de su amigo Vera. Del misticismo a las purgaciones: parece una historia inventada por el malévolo Valera. Y los dos aspectos –espiritualidad y bromas eróticas– coinciden en Valera: una muestra más de su compleja personalidad, tan atractiva.Biarritz, 13 de septiembre.Excmo. Sr. Marqués de Guadalcázar. Mi muy querido amigo:Adjunto devuelvo a Vd. el libro de nuestro Fernando Vera, que Ud. tuvo la bondad de prestarme y que yo he leído con mucho gusto, sin pasarme ni una sola página. Aunque no soy muy piadoso, tengo el espíritu inclinado a las cosas místicas y de religión, que son las que más me interesan. La traducción de nuestro amigo está magistralmente hecha y llena de sentimiento religioso que le envidio.Lo demás del libro, escrito en el más castizo castellano, es en extremo curioso y muy erudito. Vera ha hecho además un servicio a la literatura española publicando el largo romance de Calderón, pues indudablemente es de Calderón, el cual romance, a pesar de los tiquismiquis y discreteos, contiene algunos pensamientos elevados y vale asimismo por ser de quien es.Gracias por el buen rato que me ha proporcionado Ud. prestándome el libro de mi antiguo jefe y amigo de mi juventud, cuando yo estuve en Lisboa de Agregado a nuestra Legación y créame su afmo. amigo, y también antiguo y constante. Juan VALERALisboa, 12 de junio de 1883.Mi querido amigo D. Fernando:Cuando estuve ahí, durante las fiestas de la regia visita, me entregó Menéndez el tomo de lindos y elegantes versos que acaba Ud. de publicar y que he leído con grandísimo gusto.Usted conoce mis opiniones críticas y mi modo de estimar la poesía y comprenderá que la suya me ha de agradar por todos estilos: por sincera, por inspirada y sentida, y por bien cincelada, nítida y limpia.Además, aunque yo no esté muy firme en estas o aquellas creencias, sino indeciso y vacilante siempre, tengo extraordinaria y poderosa propensión a lo sobrenatural y religioso, por donde simpatizo bastante con Ud. en lo místico y espiritualista del sentir y del pensar.Consérvese Ud. bien de salud: siga escribiendo y publicando cosas para contribuir así a la brillantez de este periodo de renacimiento espiritual en España, y créame su bueno y viejo amigo.