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Cajero automático permite operar...
en latín

26/02/2010

El PeriódicoCuando estuvo presidido en los años 70 y 80 del siglo pasado por el cardenal Paul Marcinkus, el Instituto para las Obras de Religión (IOR) era el primer accionista del Banco Ambrosiano, el cual, bajo la batuta de Roberto Calvi, miembro de una logia masónica ilegal, fue acusado de financiación ilegal de partidos y relaciones con la Mafia. Los defensores de la recuperación del latín como lengua viva y moderna cuentan ahora con un nuevo instrumento impensable hace no tantos años: el cajero automático del Instituto para las Obras de Religión (IOR), popularmente conocido como el «banco del Papa». La sede de esta institución financiera, cuyos balances se ignoran y cuya dirección responde solo y directamente ante el Papa, se encuentra a poca distancia de la Puerta de Santa Ana de la Ciudad del Vaticano, frente a la que cada día pasan millares de turistas que se dirigen a los siempre concurridos museos vaticanos. En los muros del IOR hay un cajero automático, algo nada extraordinario tratándose de una entidad financiera si no fuera por lo inusual de uno de los idiomas con los que se dirige a la clientela.En la primera ventana de la pantalla del cajero aparecen las distintas lenguas con las que el usuario puede operar. Además del idioma italiano, el francés, el alemán, el inglés y el castellano, se encuentra la opción del latín, en otros caracteres y sin la compañía de banderas nacionales. Inserito scidulam quaeso ut faciundam cognoscas rationem, indica la entrada. Al igual que en los demás idiomas invita a «introduce la tarjeta para conocer lo que quieres hacer». Discreción vaticanaSi el cliente acepta, hay un abanico de posibilidades: Deductio ex pecunia» (sacar dinero), Rationum aexequatio (saldo), Negotium argentarium (lista de los movimientos realizados). El usuario elige la operación que desea y, al final, el cajero automático le pide que recupere la tarjeta, con un Retrahe scidulam depositam.El aparato no entrega ningún recibo de la operación efectuada, porque, aunque el IOR funcione igual que cualquier otro banco o caja de ahorros, observa una discreción absoluta, vaticana. De este modo, el cliente, por ejemplo, no cuenta nunca con un talonario de cheques, sino con una sencilla tarjeta de crédito en la que no figura ninguna foto. Ni siquiera el nombre.El dinero de las misionesEl Instituto para las Obras de Religión está actualmente dirigido por el italiano Ettore Gotti Tedeschi, exrepresentante del español Banco Santander en Italia, y opera en todo el mundo con una independencia total. Una comisión de cardenales y un obispo como enlace controlan su actividad. Fue constituido en los años 40 del siglo pasado, con el objetivo de permitir a la Santa Sede operar con absoluta autonomía, tanto en lo relativo a los ingresos como a las transferencias e inversiones. En los despachos del IOR se tramitan las millonarias ayudas que la Iglesia católica envía a los misioneros de todo el mundo. A lo largo de su historia, la institución y sus altos directivos se han visto implicados en diferentes escándalos financieros y políticos, como unas inversiones en industrias bélicas (años 50 y 60) o en compañías farmacéuticas que producían medicamentos contrarios a los principios católicos (década de los 60); en las maquinaciones de la Banca Privata de Michele Sindona con la Mafia siciliana y la CIA (también en los años 60), y en la financiación ilegal de partidos y logias masónicas a través del Banco Ambrosiano, a finales de los años 70 y principios de los 80.Actualmente el balance del IOR es elaborado según estrictos criterios internacionales y, desde 1997, sus cuentas pasan por un revisor suizo, RPW. Todo redactado en italiano. El latín es solo para las encíclicas. Y para el cajero automático, claro.