“Ere con ere, cigaro”. Los colores del español en Guinea Ecuatorial
El español adquiere matices únicos en ese país, pero también características típicas de otras variedades no peninsulares.
Se dice que Guinea Ecuatorial es el “único” país en el continente africano cuya lengua oficial es el español. Esto no es exactamente así. Al menos habría que matizarlo, no tanto por lo que dice sino, sobre todo, por lo que esconde.
La noción de que hay un único territorio africano cuya lengua oficial es el español es relativa en dos sentidos. En primer lugar, porque, si bien en la categoría político-administrativa de “país” ciertamente Guinea Ecuatorial representa un caso aislado en el concierto de la geografía africana, no es menos cierto que existen otros territorios en ese continente en los que se habla español de forma más o menos oficial.
Es el caso, por ejemplo, de los enclaves españoles de Ceuta y Melilla (en el norte de Marruecos), de las islas españolas que geográficamente forman parte de África (las popularmente conocidas como Islas Canarias), de los llamados Territorios Liberados del Sahara Occidental (donde el español es idioma privilegiado en el sistema educativo), además de comunidades hispanohablantes de cierta importancia en países como Marruecos (después de Guinea Ecuatorial, el otro territorio que tuvo una relación colonial directa con España), Argelia, Nigeria, Camerún, Gabón y Angola.
En segunda instancia, la propia historia y la composición social de lo que hoy conocemos como Guinea Ecuatorial también plantea desafíos a la concepción de un país “hispanohablante”. En la región, todavía se mantienen vivas siete variedades de la lengua bantú (entre ellas, las más importantes son el fang, el bisió, el bubi y el ndowé).
El territorio de Guinea Ecuatorial fue ocupado en el siglo XVI por Portugal, cedido en 1778 a España, y ocupado temporalmente por Inglaterra entre 1827 y 1843. Tras la expulsión de los ingleses, regresó de nuevo al mapa colonial español, país del que obtuvo su independencia en 1968. En ese tránsito colonial, y como resultado de la mezcla entre lenguas autóctonas y metropolitanas, nacieron lenguas creoles de base lexical portuguesa (el fa d´ambó o annobonés) y de base lexical inglesa (el pichi o pichinglis).
El español, que desde la segunda mitad del siglo XIX comenzó a ser incorporado al sistema educacional, se convirtió en lengua oficial tras la independencia de 1968, aunque no fue reconocido constitucionalmente hasta 1982. En 1989 también fue reconocido el francés como lengua oficial del país (que tiene fronteras terrestres con dos países francoparlantes: Camerún y Gabón), y en 2012 también adquirió ese estatuto el portugués.
La diseminación del español como lengua oficial o mayoritaria en diversos países ha estado condicionada por los contextos en los que se ha constituido como tal, así como por las circunstancias históricas que le aportaron un color especial y singular en cada caso.
En el caso de Guinea Ecuatorial, estamos hablando, además, de un país cuya geografía comprende un territorio continental (lingüísticamente rodeado por países cuya lengua oficial es el francés), además de otras cinco islas: Bioko, donde está emplazada la ciudad capital (Malabo), Annobón, Corisco, Elobey Grande y Elobey Chico. Su población apenas sobrepasa el millón y medio de habitantes, un tercio de los cuales vive en la capital.
La desigual distribución demográfica y la diversidad de emplazamientos han impedido históricamente la posibilidad de una homogeneización lingüística. De ahí, por ejemplo, que solo entre un 10 % y un 15 % de la población de Guinea Ecuatorial tenga al español como lengua materna (básicamente la población urbana), mientras que casi un 75 % solo habla español como segunda lengua, pues predomina el uso de las lenguas autóctonas o de las lenguas creoles para el ambiente familiar, reservando el español solo para la escuela o el espacio público en general.
El español, además, enfrenta en Guinea Ecuatorial el desafío y empuje de otras lenguas internacionales como el inglés y el francés, tanto por la vecindad con países francófonos como por cuestiones sociopolíticas. A partir de la década de los años 90 del siglo XX, por ejemplo, se descubrieron grandes reservas de petróleo que atrajeron a muchas compañías estadounidenses hacia Guinea, razón que impulsó significativamente el aprendizaje del inglés en el país.
Tomando en consideración estas particularidades, el español de Guinea Ecuatorial adquiere matices únicos, pero también presenta características típicas de otras variantes no peninsulares de la lengua de Cervantes.
Uno de estos rasgos radica en una peculiar fonética, cuyo elemento distintivo es la carencia del sonido reforzado de la “r” doble. Así, “carro” es pronunciado como “caro” y “carrera” como “carera”.
Al igual que en otros países africanos, son frecuentes la nasalización y la oclusión de determinados fonemas o grafemas, como también se denomina la representación de letras, como “b”, “d”, “g”, “p” o “t”, lo que significa una suerte de duplicación del sonido. Y, dependiendo del sustrato étnico, podemos encontrar sonidos afrancesados en la pronunciación de la “r”, o el intercambio entre “g” y “j”: “gujar” por “jugar”.
Es amplio el número de entradas lexicales de las lenguas autóctonas que se han integrado a la variante guineana del español, pues muchas de ellas nombran, como sucedió en el caso de América, una realidad no conocida por el español ibérico.
“Ekombi” y “ombé” son formas de saludo entre los hablantes de fang, mientras que los hablantes del annabonés prefieren “kachiri”, y los de bubi usan “egwele”. Sin embargo, es norma usar “mamá” y “papá” para referirse a las personas mayores, como formas sustitutivas de “señora” y “señor”, respectivamente. De igual manera, se usan “hijo” e “hija” como variantes de tratamiento para niños y jóvenes.
La tradición culinaria, por supuesto, es registro de la memoria ancestral, a través de preparaciones locales (como el N´dole, el Ampesée y la Atanga), pero también elaboraciones que trazan una relación con América (como el guineo, el fufú o el mondongo).
Los préstamos y calcos de otras lenguas también son abundantes, especialmente los galicismos y anglicismos. “Guachimán” es el vigilante (watchman), “caminante” es whisky, (por la marca Johnnie Walker), “plombero” es plomero (plumber, plombier), “aricó” son los frijoles (haricot) y “revellarse” es despertarse (se réveiller). También encontramos otros más conocidos en América, como “peluquear” (por “pelarse”), “guagua” para el autobús o “chapear” para la acción de cortar la hierba con un machete o azada.
Visto desde la actualidad, el mayor reto del español en Guinea Ecuatorial consiste en superar los grandes márgenes generacionales y culturales que existen entre su población, además de adaptarse a un panorama lingüísticamente muy diverso.
Las fronteras entre las lenguas de uso público (en el caso de Guinea Ecuatorial, el español es una de ellas) y las que están reservadas para el ámbito privado o familiar (las lenguas autóctonas o creoles) están bien delimitadas.
Por supuesto, estas cuestiones son determinadas en gran medida por el legado colonial y muchos de los estereotipos que este impuso sobre las lenguas autóctonas, con las cuales los más jóvenes tienen hoy otro tipo de relación.
Un testimonio de ello es que, al hecho de no hablar bien el español se le denomina “no castizar”. Pero lo cierto es que, castizado o sin castizar, en Guinea Ecuatorial el español es un puente que conecta al pasado con el futuro.
Notas:
- Traduzco aquí créole como creol, ya que la equivalencia, criollo, no expresa en español toda la complejidad de los fenómenos, lingüísticos y culturales que están asociados a ese concepto en determinados contextos coloniales no hispánicos
- En las situaciones de contacto entre dos lenguas se producen fenómenos de contaminación de diverso grado. En una primera etapa, la lengua dominante adopta determinadas entradas lexicales y morfo-fonológicas de la lengua dominada, generando un pidgin, esto es una variedad lingüística que permite la comunicación entre ambos grupos. En una segunda etapa, el pidgin se complejiza y se convierte en la lengua materna de una nueva generación de hablantes. Es a esta segunda variante a la que se le denomina lengua creol o créole.