“A veces los mandatarios nos utilizan como escudo humano”: así trabajan los intérpretes, protagonistas silenciosos de las reuniones más críticas
Reunión bilateral China-EE.UU en 2019
Aunque en el lenguaje coloquial todos les llamamos ‘traductores’, las personas que dedican su tiempo a traducir a dos interlocutores son realmente intérpretes. La traducción verbal de un diálogo entre dos es una interpretación porque implica no solo usar una lengua en común, sino ponerla en su contexto y atender a los gestos y a la razón por la que se utiliza una palabra en específico u otra. Hay pocos oficios más en la pomada que el de un intérprete. Presentes en reuniones de muchísimo calado, en encuentros entre mandatarios que -por lo obvio- no se entienden, los intérpretes son los protagonistas silenciosos de algunos cara a cara que pueden cambiar el curso de una guerra. Fernando González es intérprete de conferencias y atiende a las preguntas de Aimar Bretos en Hora 25.
“Hay dos categorías de intérpretes, los ‘freelance’ y los funcionarios. Hay toda una panoplia de organismos que tienen sus propios intérpretes. Cuando entras en la rueda ya tienes cierto bagaje y te salen las cosas de una manera mucho más espontánea”, explica González. El intérprete maneja el francés, inglés, portugués, italiano y español. También está estudiando árabe, pero se lo toma como algo personal, como un ‘hobby’. En el Parlamento Europeo, donde habitualmente trabaja González, se utilizan 24 lenguas y para que la comunicación sea lo más “multilingüe” posible hay cabinas estancas con dos intérpretes que tratan de abarcarlo todo.
¿Qué pasa si algún intérprete pierde el hilo? “Ocurre muy pocas veces, pero a veces nos ponen a prueba y hay circunstancias que te santiguas y ya está. Estuve en la sesión plenaria la semana pasada y hay un turno libre durante un minuto. Algunos intentan concentrar en ese tiempo todo lo que quieren decir. Van rapidísimo. Uno en concreto decidió meterse con la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. Dijo cosas muy gruesas. Debemos tener una serie de recursos para sortear lo que no se puede decir”, señala Fernando González. “Lo correcto es traducirlo literal, pero a veces hay un poquito de autocensura. Unos son más literales y otros lo acomodan un poco”, añade.
“Muchas veces los mandatarios te utilizan de comparsa porque no quieren hablar con la otra persona. Hay veces que te preguntan a ti. Lo más normal es que sí, que hablen de sus cosas, pero otras veces no quieren hablar entre sí. Te utilizan de escudo humano”, dice el intérprete. “Estar de diccionario es lo peor que te puede pasar. Cuando reconstruyes un discurso es más sencillo, pero si están hablando de sus cosas, de cosas muy personales, ahí desconecto un poco. A veces te preguntan algo concreto y tienes que tirar de recursos”, afirma.
En España, el Ministerio de Exteriores tiene su propia oficina llamada de “traducción inversa”. Cuando la administración pública no puede utilizar a sus propios funcionarios intérpretes, recurren a los freelances. “No nos controla nadie. Nos controla el propio cliente que se da cuenta si hay sesgo. Sin embargo, nunca pasa, no hay sesgo. Todos los intérpretes tienen que firmar un código deontológico muy estricto y eso incluye evidentemente mantener la confidencialidad. No firmamos nada, pero se da por supuesto que vamos a cumplir con ello”, señala González.
“Yo desgloso en dos tipos los trabajos que he realizado, los que son una gozada y los que son un infierno. Los primeros son cuando me invitan a una gala o viene algún actor o actriz. Hay otro tipo de trabajos que tienen menos glamour en los que te contratan para hacer una inspección de bienestar animal y tienes que entrar en mataderos”, dice. Y sobre algún personaje público que sea “muy difícil” de traducir, el intérprete se reserva su opinión: “Depende de la cabina”.