¿Cómo se aprenden cinco idiomas?
El aprendizaje de un idioma exige mucho estudio y mucho esfuerzo
Cuenta María que lo peor de las clases de árabe es el dolor de muñeca. “No te acabas de acostumbrar a escribir de derecha a izquierda, aunque mis colegas zurdos estaban encantados”. Ella, que ya sabía francés, inglés y portugués, se animó con el árabe por “aprender algo diferente”. ¡Y tanto! “Cuando el primer día de clase nos dijeron que en quince días seríamos capaces de dominar el alfabeto y leer en esa lengua no lo creí”. Resultó así, pero acabó dejándolo para dar prioridad al inglés y el francés, que son los idiomas con los que trabaja. María Galán Barrera es la presidenta de la Asociación Española de Traductores, Correctores e Intérpretes (Asetrad), la mayor agrupación del sector, con 1.500 socios, y desmonta el mito de que quien habla cinco o seis idiomas los aprende casi sin estudiar. “De hecho, hay muy poca gente que hable seis idiomas. Lo normal es que domines tres y sepas un poco de un cuarto y un quinto como mucho”. Como ella, que traduce del francés y del inglés al castellano, se defiende en portugués y se quedó en nivel de principiante con el árabe. “Tampoco es habitual que tengamos padres extranjeros que nos enseñaran de niños. La mayoría de los traductores hemos aprendido las lenguas que hablamos estudiando. Y estudiando mucho”, advierte.
“Es cierto que hay buenos y malos aprendedores y gente capaz de dominar un idioma en una semana, pero no es lo habitual. Sí es cierto que los políglotas tienen más desarrollada las áreas del lóbulo parietal inferior o la ínsula del lado izquierdo, que tienen que ver con aspectos fonológicos y que, probablemente, los tendrían más desarrollados antes, pero el aprendizaje implica, sin duda alguna, esfuerzo”, explica Marcelo L. Berthier, catedrático de neurología de la Unidad de Neurología Cognitiva y Afasia del Centro Sanitario de la Universidad de Málaga. Lo que sí es seguro, dice, es que gracias a ese aprendizaje esas personas desarrollarán ciertas áreas cerebrales más que el resto: “Se ve con una resonancia magnética”.
Y eso tiene beneficios más allá de poder dedicarse profesionalmente a este campo. “Las personas que hablan varias lenguas tienen mayor probabilidad de interacción social, menos ansiedad social y la aparición de síntomas de Alzheimer pueden retrasarse entre 4 y 9 años”.
– ¿Los idiomas se olvidan si no se hablan?
– No, pero se van apagando. Cuando no se usa una lengua las redes neuronales que coordinan ese idioma tienen menos actividad. Sucede que sabes inglés pero si viajas a Inglaterra después de mucho tiempo sin tener contacto con el idioma los dos primeros días te va a costar, después ya no. Pero olvidarse, no se olvida. Conocí el caso de un señor de Michigan que se fue a vivir a Wisconsin y tenía mucho acento de allí. De niño su madre, que era holandesa, le hablaba con su acento natural. Este hombre sufrió un ictus y cuando despertó empezó a hablar con el acento de su madre. Esos rasgos fonéticos y melódicos del holandés los tenía almacenados en alguna parte del cerebro y aparecieron cincuenta años después. Es como si tuviésemos un disco duro donde se guarda toda esa información, que se inhibe si no se utiliza, pero que se puede volver a activar. Sucede cuando te has mudado de ciudad y vuelves a casa y de repente empiezas a hablar con el acento que aprendiste de niño.
¿Qué es un disco?
María confirma la teoría científica: el idioma no se pierde pero hay que practicarlo. Por eso, ella cada día lee y escucha algo, la radio, un podcast, lo que sea, “tanto en castellano como en francés e inglés”. “Las lenguas están vivas y evolucionan. No hablamos igual ahora que hace veinte o treinta años. Con el tiempo, se dejan de utilizar ciertas palabras (almanaque); se crean otras nuevas para designar nuevas realidades (tuitear); tomamos palabras prestadas de otras lenguas (overbooking); adaptamos palabras de otras lenguas a nuestra lengua (güisqui); cambiamos el significado a algunas palabras como disco, que para mi abuelo es el semafóro ('no cruces, que está el disco rojo', dice) y para mí es un objeto donde se grababa música; o ampliamos el significado de algunas de ella, como matrimonio, que antes era solo entre mujer y hombre y ahora también se puede celebrar entre dos mujeres o dos hombres. Estar al día de los cambios es fundamental para un buen traductor, y eso solo se logra con trabajo y estudio”.
– Habla cinco idiomas, ¿hay dos que hable igual de bien?
– No, jamás se hablan dos idiomas igual. Tienes el idioma A, que es el tuyo, y el B y el C, que son con los que trabajas. Pero ninguno de esos dos va a ser jamás como el primero. Entre los idiomas extranjeros me siento más cómoda hablando inglés, tardo menos en expresarme que en francés y pienso más rápido. Pero nunca tan rápido como en castellano. Ahora bien, pongamos ahora el ejemplo de un español que ha estudiado Derecho en La Sorbona y tiene que dar una conferencia.
Probablemente se sienta más a gusto hablando en francés que en castellano, pese a ser su lengua materna, porque los términos técnicos del Derecho los controla mejor en el idioma en que hizo la carrera. Otro ejemplo, tengo una amiga que emigró a Alemania. Su lengua materna es el castellano pero lleva años sin hablarlo y aunque no lo va a perder, se siente ya mucho más cómoda con el alemán.Por eso, dice María, a los traductores no les gusta definirse como bilingües o trilingües. Lo consideran una vanidad “porque nunca conoces el idioma aprendido al cien por cien”. Así que se autodenominan “biculturales”, ya que no solo traducen una lengua, “sino una cultura”.
“En la serie El Príncipe de Bel Air, el protagonista le decía a su primo que bailaba como Chiquito de la Calzada. Eso nos chocaba porque, obviamente, no era una traducción literal, allí no sabían quién era Chiquito, pero con esa adaptación a nuestra cultura conseguían el efecto buscado, provocar en ese gag la carcajada que se conseguía en la versión original. E igualmente sucede al revés. Si tú dices: Eres más feo que no sé quién chupando un limón aquí se entiende, pero si eso lo traduces literalmente a cualquier otro idioma no tendría sentido. Así que buscas una equivalencia”. El humor, insiste María, es complejo de traducir. Y también “la poesía y los juegos de palabras”.
Sobre la facilidad a la hora de aprender uno u otro idioma la traductora explica que las lenguas que pertenecen a la misma familia se aprenden antes: “Si sabes español y catalán no será muy difícil aprender francés o italiano, por ejemplo”. Aunque eso no exime de cometer errores en la traducción, a veces “por confiarse”: “En castellano decimos libro y en portugués livro y esa v por la b a veces se te escapa. Y escritorio para nosotros es el mueble, mientras que los portugueses llaman escritorio a la propia oficina, lo que puede llevar a confusión. En francés e italiano la palabra ventana es parecida: fenêtre y finestra por lo que si hablas ambos idiomas en ocasiones la neurona se te va y las mezclas”. La dificultad aumenta cuando se trata de dos idiomas con estructuras gramaticales o verbales muy distintas: “Una amiga estadounidense me dice que entiende el concepto de presente, pasado, futuro y condicional, pero no entiende el subjuntivo”.No es sencillo tampoco, asegura, “hacerle entender a un inglés que coche es masculino en español pero femenino en francés”. Y también implica un esfuerzo extra la traducción cuando el idioma tiene “casos”, como el alemán: “En castellano dices: Julia come y Julia es sujeto; Compré un libro para Julia y ahí Julia es complemento indirecto; e Invité a Julia que en ese caso es complemento directo. Pero en las tres frases Julia se escribe igual.
No sucede así en alemán, donde habría que añadir a la palabra Julia una terminación diferente dependiendo de qué función cumple en la oración”. A propósito del alemán, “el orden de los elementos en la frase varía y el sujeto va detrás, de manera que si estoy traduciendo: Juan ha comprado tres kilos de manzanas, dos de peras, un kilo de plátanos y una sandía tengo que esperar mucho a saber que es Juan quien lo ha comprado porque los alemanes lo dirán al final y eso dificulta la traducción simultánea”.
Más peros
Hay idiomas que tienen un léxico muy rico para los términos referidos a la agricultura o a las cosas del mar, por ejemplo, y otras lenguas que tienen varias palabras para designar la nieve o el color blanco. Esa variedad no la tenemos en el castellano, por lo que no es sencillo traducir incluyendo ese matiz”.