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«Sólo quedarán la
mitad de las 6.000 lenguas actuales»

03/10/2010

Constanza Cervino, ExpansiónEntrevista a Guy Feutscher, lingüista. El autor de ‘El cristal del lenguaje. Cómo colorean el mundo las palabras’ alerta del peligro de extinción en el que se encuentran muchos de los idiomas existentes.El hombre cree ser dueño de sus pensamientos. Sin embargo, su cerebro podría estar más condicionado de lo que parece. «Cada lengua nos obliga a procesar la información de una manera determinada y esto crea hábitos mentales», explica Guy Deutscher, lingüista e investigador de la Universidad de Manchester (Reino Unido).Autor de Through the language glass: How words colour your world (El cristal del lenguaje. Cómo las palabras colorean el mundo) –que llegará a España en marzo de 2011 de manos de la editorial Ariel–, Deutscher asegura que el género gramatical deja una profunda impronta en la mente. «No sólo interfiere en nuestra capacidad para memorizar ciertas cosas, sino que afecta al tipo de asociaciones que hacemos de objetos inanimados y asexuados».Y sobre esto, un estudio llevado a cabo por un grupo de psicólogos en los años noventa en el que se analizaba a españoles y alemanes, demostró que el fenómeno asociativo no es sólo una teoría, sino una realidad. «La mayor parte de los hispanohablantes asociaron a la palabra puente (de género masculino), cualidades varoniles como fortaleza y resistencia. En cambio, para los germanos el mismo objeto (en alemán die Brücke, de género femenino), evocaba cualidades como esbelto y elegante».A pesar de los avances, todavía queda mucho por descubrir. «Aún no está muy claro qué ocurre en un sujeto perfectamente bilingüe, cuando sus lenguas maternas tienen palabras de géneros contrapuestos». Aunque aclara que, si un nativo domina tanto el inglés (carente de género) y el español, «lo más seguro es que en su mente predomine el idioma que sí asigna un sexo a los objetos o ideas».Un sistema perfectoAntiguamente, muchos filósofos afirmaban que si una lengua carecía de una palabra para indicar el futuro, era porque sus hablantes eran incapaces de comprender lo que era. «Creían que el idioma era una especie de cárcel que limitaba el conocimiento. Pero esto es falso. Todas las lenguas consiguen, de una forma u otra, con más o menos palabras, expresarlo todo».Así, antaño, cada teórico calzaba la realidad con su prejuicio. «El filósofo británico Bertrand Russell sostenía que los franceses eran más espirituales que los ingleses, ya que su idioma tenía más palabras para designar esta idea (como esprit o spirituel), apenas presentes en el inglés».No obstante, por esta misma regla de tres, Cicerón llegaba a una conclusión opuesta. «Aseguraba que si los griegos carecían de la palabra ineptus (impertinente o sin tacto en latín), era porque este defecto era tan común entre ellos, que ni siquiera se percataban de ello». Otro ejemplo es que «algunas tribus africanas utilizan muy pocas consonantes, lo que ha hecho que las tache de vagas. Los daneses tampoco tienen muchas consonantes, en cambio, a nadie se le ocurre considerarlos vagos», indica el investigador.Es más, según el experto, cada idioma crea nuevas palabras a medida que las necesita. «La lengua está en constante evolución. Un hecho que antes —e incluso ahora— ha preocupado muchísimo» señala. Y agrega que «ya Cicerón lamentaba la corrupción del latín, afirmando que el que habían hablado sus abuelos era mucho más correcto».Un proceso natural, e incluso saludable para el idioma, que, sin embargo, podría verse en jaque con la llegada del SMS. «El chat y los móviles han revolucionado el lenguaje escrito rompiendo con todas las convenciones ortográficas y gramaticales. De aquí se perfilan dos escenarios distintos: que se mantenga como un dialecto empleado exclusivamente en estos canales, o que le gane terreno al sistema actual y se imponga como lengua». Esta última posibilidad conllevaría, a su juicio, un peligro. «Sería una pena que las siguientes generaciones fueran incapaces de leer y de entender lo escrito en el pasado».Naufragio culturalSegún el filósofo estadounidense del siglo XIX Ralph Waldo Emerson, «el idioma es un monumento erigido por cada uno de sus hablantes, quienes, en el transcurso de varios cientos de años, han ido depositando una piedra». Un legado cultural que encarnan las más de 6.000 lenguas que existen en el mundo en la actualidad. No obstante, muchas de ellas se encuentran en peligro de extinción. «Cada dos semanas, aproximadamente, muere una lengua, lo que significa que a finales de este siglo ya sólo quedarán la mitad».El motivo de este creciente declive es de corte pragmático. Los hablantes de una lengua minoritaria acaban adoptando «en perjuicio de la propia« otra dominante, ya que esto supone mayores oportunidades laborales. «Es una lástima, ya que cuando una lengua muere, desaparece un tesoro histórico», concluye Deutscher.