Lucifer
Nombre poético que los romanos usaban para referirse al ‘lucero’, entendiendo como tal el planeta Venus, por el fuerte brillo que ostenta al amanecer o al atardecer, según su posición en la órbita. Habían tomado la idea de los griegos y, como los antiguos no distinguían las estrellas y los planetas, lo llamaron también stella matutina (o ‘lucero del alba’) y (stella vespertina) o (‘lucero de la tarde’), al mismo planeta cuando aparece al atardecer.
Para los primeros cristianos, las estrellas eran una referencia poética a los ángeles. El profeta Isaías fue el primero en llamar Lucifer al ángel caído, como ejemplo de belleza e inteligencia, pero también de soberbia, que le hizo perder su posición en el cielo, según la Vulgata, la traducción del Antiguo Testamento por San Jerónimo.
El nombre se formó por composición con lux, lucis ‘luz’ y el verbo ferre ‘llevar, portar’, o sea, ‘portador de luz’, como había sido antes de su caída.
El otro nombre del demonio, Satanás, deriva del hebreo ha-sâtan ‘el adversario’ o ‘el acusador’.