calipigio, gia
En las calles de Rio de Janeiro, no solo en sus playas, tropieza uno a cada paso con esplendorosas mujeres, blancas, mulatas o negras, casi completamente desnudas, que muestran unas nalgas gloriosas, redondas y firmes, como estatuas griegas. La tanga, ese pequeño taparrabos que pasa entre ellas, no llega a esconderlas, y sus orgullosas propietarias —las calipigias mujeres brasileñas— las lucen como el tesoro que, efectivamente, son.
Calipigio, palabra que, inexplicablemente, no figura en los diccionarios más comunes de español, proviene del griego kalipygos, voz usada para designar la famosa estatua de Afrodita, conocida en castellano como la Venus calipigia, atesorada en el Museo Real de Nápoles. Se trata de una copia romana de una escultura griega encontrada, se dice, en la domus aurea de Nerón, que luego pasó al palacio Farnese, más tarde al del rey de Nápoles y, finalmente, a su localización actual.
La voz griega está formada por κάλλος (kallos) ‘bello’ (como en caligrafía) y πυγος (pyge) ‘nalgas’, que dio nombre a la Aphrodite Kallipygos, (Afrodita [Venus] de bellas nalgas).
Por extensión, este adjetivo se aplica a todas aquellas obras artísticas (generalmente pictórica o fotográfica) en que las nalgas de la modelo aparecen colocadas de tal forma que atraen el interés del espectador.
(...) con una cintura fina que terminaba en unas caderas estrechas que hacían más notables sus nalgas, verdadera calipigia (Guillermo Cabrera Infante, La Habana para un infante difunto, 1993).